miércoles, 25 de febrero de 2015

VIAJANDO POR EUROPA: SUIZA. La paz


Siguiendo la programacion temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Suiza, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

Hoja Suiza


 LA MAYOR HAZAÑA.




Hace muchísimos años existió un rey que tenía tres hijos. Se sentía mayor y veía acercarse la hora de su muerte. Tenía una preocupación: el  reino vecino era un pueblo ambicioso  y bélico. La situación era delicada y quería asegurar que su reino viviera en paz y fuera gobernado con bondad y justicia. ¿Cuál de sus hijos sería el más capacitado para esta misión?

Por ello, llamó a sus tres hijos y les dijo: “Quiero que marchéis de palacio tres días y realicéis alguna hazaña valerosa, pues tengo que decidir quién de vosotros tres será el heredero.”

Los tres príncipes cogieron sus caballos y  fueron en busca de una oportunidad para mostrar su valor.

El primero vio un grupo de soldados del ejército enemigo que habían atracado una gran barca en el lago. Habían bajado y se habían internado en el bosque.  Entonces  el  príncipe pensó: “¡es mi oportunidad!  Puedo acercarme al barco cautelosamente, dañar el casco y hundirlo, así el enemigo perderá fuerza. Es una misión arriesgada, pero así demostraré  mi valor y posiblemente mi padre me elegirá por heredero.”
Y así lo hizo.

El segundo hermano también se puso en camino y vio a unos mercaderes que llevaban una pequeña caravana de burros y caballos cargados  de mercancías. De repente, cinco bandidos salieron de entre los árboles y rodearon la pequeña comitiva, amenazándoles con matarles si no les daban la mercancía.

 El príncipe cabalgó hacia ellos, y desenvainó su espada. Pronto demostró su habilidad y destreza  haciendo frente a los cinco forajidos, a quienes venció  y  apresó. Después  el príncipe custodió a los mercaderes todo el camino hasta la población más cercana, donde, muy agradecidos se despidieron de él  y los bandidos fueron entregados a la justicia.

El príncipe quedó contento de su hazaña: “Mi padre estará satisfecho con  mi hazaña, he demostrado valor, habilidad y he actuado con justicia”.

Mientras tanto, el príncipe más joven iba cabalgando buscando su oportunidad.  Era mitad de tarde del tercer día;  llegó a un punto elevado del camino desde el que se divisaba una vasta extensión. Detuvo su caballo y  oteó el horizonte en silencio. Todo estaba en calma. Resignado  tiró de las riendas del caballo y dio media vuelta para volver. No había tenido suerte, no había tenido ocasión de realizar ninguna hazaña.

Decidió regresar  por otra senda, más estrecha, que se adentraba por el bosque. No llevaba mucho rato cuando oyó un ligero gemido no muy lejos del sendero. Al dirigir la mirada hacia aquel lugar, pudo ver un caballo lujosamente engalanado.  Sin duda algún rico y noble caballero habría ido de cacería y se habría lastimado.  Efectivamente, al irse acercando vio a una persona elegantemente vestida tendida en el suelo y gimiendo de dolor.  El  príncipe bajó del caballo. El desconocido no podía levantarse, parecía  tener la pierna fracturada.  Cruzaron sus miradas y ante los emblemas que ambos ostentaban  se dieron cuenta que ambos se encontraban ante el príncipe del reino vecino. El  herido quedó paralizado,  consciente de  ser presa fácil de su enemigo. ¿Qué haría su adversario? Se miraron en silencio.

Entonces, el príncipe deseoso de hazañas, desenvainó su espada y… la lanzó muy lejos. Luego tendió la mano a su enemigo y le dijo: “No temáis, os ayudaré”.

Le enderezó la fractura y le entablilló la pierna dándole  licor para disminuir el dolor. Le subió a su cabalgadura y  emprendieron la marcha. Llegaron hasta un monte desde donde se divisaba muy próximo el castillo del reino vecino. Una vez allí, se dieron la mano y se despidieron.

Después de seguir con la mirada su llegada al castillo, nuestro joven príncipe dio la vuelta y galopó hasta volver a su hogar.


Al día siguiente el rey convocó a sus tres hijos y después de escuchar el relato de sus tres hijos, concluyó: “¡Cuánto me alegro de escucharos y de comprobar vuestro valor” . Y llamando al más joven, puso su mano sobre el hombro y añadió: “Tú serás el heredero, pues el valor más grande es el de vencerse a uno mismo, pensando más en el bien del otro  que en enaltecerse a uno mismo. Ese gesto que has tenido demuestra un corazón noble,  una valentía y fortaleza superior que traerá la paz y la amistad entre los dos reinos. ”

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