Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA
os presentamos un nuevo país: Bulgaria, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.
Hoja Bulgaria
Hoja Bulgaria
EL PRÍNCIPE Y EL HALCÓN.
Boris era un joven príncipe al
que le gustaba mucho ir de cacería. Con
frecuencia se reunía con otros condes y caballeros que compartían la misma
afición.
Una mañana de verano, como tantas
veces, un pequeño grupo se dio encuentro en lo alto de un cerro, desde donde
solían empezar la expedición. Los jóvenes cazadores llenaron el monte de sus
alegres saludos y risas. Tras un primer momento de amena conversación,
empezaron a adentrarse en el bosque.
Todos tenían magníficos perros,
bien amaestrados, pero el ayudante más preciado del príncipe era un halcón
sacre, que siempre llevaba al hombro. Éste se alzaba en vuelo de tanto en
tanto, y desde arriba descubría las posibles presas. Cuando el ave realizaba un
vuelo circular, nuestros cazadores sabían que la presa estaba cerca.
Sin embargo, ese día parecía
ser que todos los animales se hubieran
escondido, quizás por el fuerte calor. Por más que anduvieron, ni los perros ni
el halcón daban muestras de encontrar nada. Pararon a comer y bebieron largamente.
Por la tarde parecía que todo
seguía igual, y como el calor persistía, las municiones de agua llegaron a su
fin. Entonces decidieron todos volver a sus castillos, dejando la cacería para otra ocasión. Al llegar a una encrucijada del camino, cada comitiva
tomó su dirección. Nuestro príncipe, con sus criados, decidió seguir por un
sendero en el que recordaba haber visto alguna vez una pequeña fuente. El halcón salió volando y
desapareció en el cielo. El príncipe sabía que su fiel ave no tardaría mucho en
volver a su hombro. Siguieron caminando y tras varios rodeos, dieron con la fuente. Apenas tenía un hilillo de agua.
Boris bajó de su caballo y
cogiendo un vaso de plata de su zurrón, empezó a llenarlo. Estaba sediento,
pero esperó pacientemente a que se llenara el pequeño vaso. Cuando se disponía
a llevárselo a la boca, un fuerte zumbido cruzó el aire y tiró el vaso al
suelo. El príncipe se sobresaltó y al
alzar los ojos vio a su halcón remontar el vuelo. Se sintió muy contrariado
¡Tenía tanta sed! ¿Se habría vuelto loco el halcón?
Volvió a recoger el vaso y de
nuevo se puso a llenarlo. Cuando al fin lo tuvo lleno y fue a acercarlo a sus labios, el halcón se precipitó sobre el vaso arrojando de nuevo el agua al
suelo. Boris se enfureció verdaderamente, lanzando una maldición sobre el
animal.
Por tercera vez llenó el vaso y
miró desconfiadamente a su alrededor.
Esta vez desenvainó su espada, no vio al
halcón y de nuevo intentó beber. Al instante el ave descendió velozmente desde una rama y cayó en
picado sobre el vaso; pero esta vez, Boris, fuera de sí, dio un certero sablazo
sobre el halcón, que cayó muerto a sus
pies.
Al hacer esto el vaso cayó
rodando hasta unas grietas donde se
perdió definitivamente. Entonces, el príncipe, todavía encolerizado, trepó a la
roca por la que caía el hilillo de agua, esperando que allí, el manantial ofreciera más fácilmente la ansiada agua. Efectivamente,
sobre la roca, había un pequeñísimo remanso de agua, donde… yacía muerta una venenosísima serpiente.
En ése mismo instante Boris
comprendió que su fiel halcón había estado intentando salvarle la vida, pues
las aguas estaban contaminadas mortalmente. Cerró los ojos y dio un profundo suspiro.
Permaneció así, inmóvil, unos instantes.
Descendió de la roca, y con sumo
cuidado, recogió al halcón con profundo respeto y emoción y lo metió en su zurrón.
Boris aprendió una lección ese
día que nunca más olvidó: En momentos de tensión, es preferible esperar y
pensar antes de actuar.