Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA
os presentamos un nuevo país: España, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.
HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE.
Daniel tenía 10 años cuando se
tuvo que ir a vivir a Inglaterra. La empresa donde trabajaba su padre, le
había destinado allí durante tres años. Toda la familia se instaló en una pequeña población cercana a
Londres. El primer día de clase estaba
algo nervioso; también había otro nuevo alumno, Tom, que aunque británico, era
del norte. El profesor presentó los dos nuevos alumnos al resto de compañeros.
Daniel, afortunadamente, se
defendía bastante bien con el inglés, y aunque
no comprendía todo, su nivel le permitía entender bastante y hacerse entender.
Al cabo de unas semanas Daniel
empezó a sentirse bastante a gusto en la clase. Era de carácter abierto,
desenfadado, reía a gusto cualquier gracia y solía estar alegre. Aunque ya
estaban formados los grupos de amistades,
él se acercaba y preguntaba con naturalidad “¿Puedo jugar?”, así pronto se hizo
amigo de todos. Además Daniel se sabía muchos chistes y le gustaba contarlos
con lo cual cuando decía “¿Os cuento un
chiste?” empezaban a arremolinarse en
torno a él y se formaba un buen grupo de niños y niñas. Daniel con sus chistes y sus errores al
hablar inglés, producía muchas risas, pero él no se cortaba, se reía también y seguía. De esta forma tan sencilla se ganó a todos.
Tom, en cambio, era más callado y
a pesar de ser inglés, estaba más retraído. En el patio, se sentaba en un
bordillo y desde allí observaba como los
demás jugaban. Ni él se acercaba, ni los demás
a él tampoco. Todos los profesores comentaban entre sí lo curioso del
caso, Daniel, siendo extranjero, se había integrado mucho antes que Tom.
Un día, Daniel observó a Tom
sentado en el bordillo y le dio pena de verle solo.
-Oye, ¿por qué no te vienes con todos a jugar al fútbol? ¿No te
aburres?
-Bueno, sí…
-Pues vente, hombre; ven que se lo vamos a decir a los otros…
- Es que…
-¿Qué?
-Es que yo no sé jugar al fútbol. En mi cole se solía jugar al cricket
o al béisbol.
-Anda, que gracia, había oído hablar del cricket pero no tengo ni idea
de qué es eso… explícamelo, por favor, que quiero enterarme de qué va…
Daniel se sentó a su lado y Tom empezó a explicarle. Éste,
sintiéndose escuchado con tanto interés se animó a hablar y se fue motivando, su
sonrisa revelaba que este juego le
gustaba mucho y lo echaba de menos. Daniel dijo después: ¡oye, está genial!
¿por qué no les decimos mañana a los otros que si jugamos a esto?
Tom se volvió a casa más contento
y animado.
Al día siguiente, al llegar la
hora del recreo, todo el mundo salió corriendo al patio. Tom no se había
alejado mucho del grupo, pero tampoco se animaba a acercarse del todo, miraba a Daniel a ver que hacía. Daniel sí se
acordaba. Se acercó a él y llevándolo al grupo les dijo:
-Chicos, ¿podríamos jugar al
cricket? Tom sabe jugar y a mí me gustaría mucho aprenderlo…
-Vale, hace tiempo que no
jugamos.
Pasaron todo el recreo jugando y
disfrutaron mucho. Tom resultó ser muy buen jugador y a Daniel le pareció muy
interesante, aunque cometió muchas torpezas como buen principiante.
Al subir a la clase Daniel le dio
las gracias a Tom por enseñarle, y le dijo:
-¿Por eso no jugabas con nosotros? Pues hombre, hablando
se entiende la gente, tenías que haberlo dicho antes, mira que bien nos lo
hemos pasado todos. Tú cuando quieras algo dilo y si se puede… pues arreglado
el asunto. Al menos eso hago yo.
-Pues sí, tú es que eres más
abierto, yo no tanto…
-Ya… pero vale la pena ¿no? Tú
inténtalo… también yo te enseñaré a jugar al futbol un poco más y así jugarás todos los días, los de cricket, cricket
y los de fútbol, fútbol…Chico, es bueno participar en todo.
-Vale, lo intentaré.
Y así fue pasando la semana. Tom
se ganó la admiración de todos. Esto le dio seguridad y ya se mostró tal cual
era. Cuando llegó el turno de jugar al fútbol,
se cortó un poco pero se esforzó, por seguir el consejo de Daniel. Poco a poco
fue mejorando y le fue gustando más.
Los profesores los miraban
complacidos y con aquellas indebidas generalizaciones, que todos de vez en cuando
hacemos, dijeron: Desde luego “los españoles” que sociables y abiertos son.