Siguiendo la programacion temática de VIAJANDO POR EUROPA
os presentamos un nuevo país: Reino Unido, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.
Hoja Reino Unido
Hoja Reino Unido
CUENTO: EL ARTE DE HABLAR
Una región costera del Norte de
Reino Unido sufría frecuentes asaltos de barcos vikingos procedentes de los
países nórdicos.
Los vikingos eran muy temidos por
su fiereza y crueldad. Las aldeas de esta pequeña región habían sido saqueadas
por ellos en varias ocasiones, robaban cuanto tenían, quemaban sus casas y se
llevaban cautivos a no pocos hombres y mujeres. La gente de la región pedía al
rey que les librara de tales asedios. El pobre rey no sabía que hacer, pues la
superioridad del ejército vikingo era incuestionable, tanto en cantidad de
hombres, como en armamento y habilidad
guerrera.
Entonces convocó una reunión con
todos sus ministros para hablar sobre el asunto. Sir Henri era uno de ellos, quien destacaba
por su prudencia y sensatez. Llegaron a
la conclusión de que la única solución posible era la de intentar llegar a un
acuerdo o pacto amistoso con ellos. Tras varias sesiones, Sir Henry propuso lo
siguiente: podría ser beneficioso para ambos intercambiar sus puntos fuertes.
Los vikingos tenían un buen ejército y ellos tenían buenas cosechas. Quizás si
labraran nuevos campos y construyeran canales, no les costaría mucho aumentar la
producción para ofrecérsela a estos pueblos vikingos, quienes debido a las heladas
e inclemencias del tiempo en su tierra, no tenían garantía de recoger cosecha cada
año. A cambio, los vikingos podrían
ofrecerles protección militar con sus buenos barcos y guerreros, contra
cualquier posible ataque. No les iba a
resultar muy costoso, ya que, salvo de ellos, no recibían ataques de nadie.
Al rey no le pareció mala idea,
pues aunque esta solución supusiera más trabajo, era incomparablemente más
grato y liviano que reconstruir lo
devastado tras cada saqueo y llorar las pérdidas humanas.
Se pusieron manos a la obra.
Empezaron a preparar nuevos campos para el cultivo, al tiempo que iban
construyendo canales y almacenes. También
aprovecharon para trazar calzadas, anchas y empedradas, con lo cual la
recogida de la cosecha se haría cómoda y rápidamente en carros. Como todos los
habitantes habían puesto en este proyecto grandes esperanzas, trabajaban con
ánimo y empeño.
Cuando llegó la primavera empezaron la tarea
de siembra. Después vino el verano y la cosecha fue muy abundante. Empezaron la
recolección y en el mismo tiempo que antes recogían un campo, ahora eran
capaces de recoger tres. Con todas estas
mejoras, sin mucho más esfuerzo, aumentaron la producción incluso más de lo
esperado.
Tenían ya cientos y cientos de
sacos almacenados cuando una mañana el centinela avisó de la llegada de cuatro
barcos vikingos. Rápidamente el rey formó una pequeña comitiva con caballeros y
soldados. Entre los que dominaban el idioma vikingo, escogió a Sir Henry para
hacer de portavoz, nadie como él para el arte de hablar: siempre respetuoso,
educado, pronto a la escucha, reflexivo… y al mismo tiempo valiente para proponer
ideas y decir su opinión. El rey pensaba en su interior que si él no lo conseguía, nadie podría hacerlo.
La comitiva avanzó hacia la
playa, ondeando la bandera blanca. Los vikingos bajaron de sus barcos y un pequeño grupo caminó a su
encuentro, iban bien armados.
El rey, Sir Henri y el resto de
caballeros no podían evitar sentir un fuerte escalofrío ante tal embajada
¿serían capaces de dialogar o sacarían sus espadas y arremeterían contra ellos?
Traían cara de pocos amigos, pero había que intentarlo, el pueblo confiaba en
ellos.
Al fin, ambos grupos estuvieron
cara a cara. El rey hizo una reverencia al capitán vikingo. Entonces Sir Henri
empezó a hablar. El rey se relajó al oírle, su tono de voz así como su
compostura y gestos transmitían
serenidad, cercanía, naturalidad… El capitán vikingo escuchaba en silencio,
frunciendo el ceño, mirando fijamente a Sir Henri. Una vez éste hubo terminado, todos quedaron
en silencio. En el rostro del capitán
vikingo no hubo el menor gesto que diera pistas de sus pensamientos. Sólo el tiempo
que guardó silencio hacía comprender que interiormente mantenía una lucha entre
la inesperada y buena impresión causada por la persona de Sir Henri y su
propuesta y su connatural agresividad
que parecía resistirse a ceder por
las buenas. Después de un pesado
silencio se volvió hacia los tres soldados más cercanos, sin duda capitanes de
los otros barcos. Uno de ellos, a juzgar por el tono de voz, parecía
desconfiado. Tras esto, el vikingo se
volvió de nuevo y dijo algo que provocó en Sir Henri un ligero suspiro y aire
de preocupación.
Uno de los acompañantes del rey
que estaba enormemente tenso y que guardaba profundo rencor a los vikingos por
tantas desgracias que les habían ocasionado,
ante esto, no supo esperar el tiempo que se requería y dando un paso
adelante con el rostro malhumorado, se dirigió al capitán vikingo con una frase
insultante y provocativa. Aunque los vikingos, afortunadamente, no entendían el
idioma, imaginaron por el tono y gestos que aquello era una amenaza, con lo
cual todos ellos pusieron mano sobre la empuñadura de la espada que llevaban
atada a la cintura.
Sir Henri reaccionó rápidamente,
salvando la situación. Con serenidad pidió al caballero que por bien de todos, se
despidiera con una reverencia y volviera al pueblo, vigilado por un par de
soldados. A continuación Sir Henri tomó de nuevo la palabra, pidió
disculpas por lo ocurrido y continuó la conversación. Acto seguido el rey dio
orden de que trajeran los carros con los
sacos de grano cosechado. El capitán vikingo pareció entonces
convencido. Sir Henri sacó un pergamino con el acuerdo y ambos jefes lo
sellaron.
Aquel día todos comprendieron la
gran importancia y el gran beneficio que
trae ser prudentes, hábiles y educados en el hablar, y el tremendo daño que pueden
ocasionar unas palabras impulsivas e insultantes.
Aquel pacto obtenido por Sir
Henri trajo una época de paz, progreso y bienestar a ambos pueblos.