martes, 10 de mayo de 2011

EDUCAR CON CUENTOS: LA CONSTANCIA

Siguiendo el esquema propuesto en PROGRAMA DE EDUCACION EN VALORES A TRAVES DE CUENTOS os proponemos el tema de este mes.

Puede ser que, en algún momento, hayamos sentido desánimo y abatimiento en esta tarea educativa. A veces no sabemos qué hacer, cada hijo es un mundo e incluso tratándose del mismo lo que sirve en un momento dado ya no sirve para otro.
Nos gustaría hacerlo bien, muy bien, pero además de existir la dificultad propia de la educación, hemos de contar con otra adicional: nuestras limitaciones y nuestro cansancio.
¿Quién no se ha sentido alguna vez tremendamente torpe y limitado? Queremos hablar con respeto y no lo hacemos; queremos esperar a decir algo buscando el momento oportuno y las palabras ya están saliendo por nuestra boca; queremos dar los mensajes de forma positiva y… llueven los reproches… Así somos. ¡Vaya padres! ¡¡Qué desastre!! Y claro, ¿cómo no sentirnos culpables cuando los vemos cometer errores y, más aún, si son los mismos que cometemos nosotros?

Ante esta situación caben dos posturas. Una: llorar, abatirse, desanimarse… y rendirse. ¡Total, nunca seré buen padre o madre! (por favor, nunca optemos por esta salida fácil. Sería el fin de una gran historia).
Otra postura, es la del ánimo valiente, la constancia. Después de ese primer sentimiento (que, ¿qué queréis que os digamos? Tampoco nos va mal sentir esos “toques” de atención para replantearnos nuestra labor y no dormirnos en los laureles) ha de brillar una gran esperanza: ¡volvamos a empezar! ¡la constancia y la paciencia coronan las grandes obras!
Hemos de ver muy natural que el proceso educativo sea una alternancia de éxitos y fracasos y que realmente hay que trabajarlo diariamente, ¿no ocurre lo mismo en todos los procesos de la vida? El trabajo, la limpieza, el aseo personal…¿Cuándo se acaban?; el cultivo de la tierra requiere un trabajo constante de podas, fumigaciones, abonos… sin contar con la interminable faena de quitar las malas hierbas que nunca paran de salir, por más que te pases la vida arrancándolas…
Supongamos ahora un joven, que le cuesta estudiar porque su capacidad no es del todo brillante. Ante su constante lucha entre el suspenso y el aprobado y viendo que sus esfuerzos no siempre son recompensados ¿le diríamos: “¡anda, déjalo, qué ganas de pasar penas tienes; ya ves que fracasas muchas veces!”? ¿No sería esto cortarle las alas e impedir que llegue después a realizarse felizmente en un trabajo?
Al contrario, le animaríamos, le diríamos que lo que realmente vale de una persona no es tanto el resultado sino su esfuerzo, su capacidad de lucha y superación y que hace más el que quiere que el que puede. Esto lo hemos comprobado todos en la vida.
De igual manera hemos de pensar nosotros, padres y madres. Nuestra talla está en esa constancia. Ese ánimo nos hará perseverar, tener esperanza: es seguro que nuestros hijos serán, no sólo correctos y educados, sino personas luchadoras, de grandes miras, que aspiren alto…
Enseñémosles, con nuestro ejemplo, que la vida es un continuo progresar a base de caer y levantarse… y que sólo así se llega al final. Si nuestros hijos aprenden a ser constantes, les habremos armado para la vida, la mejor preparación para que den de sí al máximo, sin que se echen atrás ante cualquier dificultad. Nuestros errores, convenientemente corregidos, se convierten en un momento privilegiado de enseñar a levantarse.

Volviendo a la vida práctica, al día a día ¿cómo haríamos esto?
Supongamos que hemos perdido la paciencia y hemos alzado la voz, diciendo incluso palabras que les hieren…
Al cabo de un rato sentimos pesar de lo que les hemos dicho pues les podemos hacemos creer que son inútiles y todo lo hacen mal.
El arreglo es sencillo. En cuanto los ánimos estén serenos, en nosotros y en ellos, acerquémonos, reconozcamos nuestro error pidiéndoles disculpas, a veces (según la edad) un abrazo hace mucho… ¿por qué no decirles que olviden nuestras palabras, que no son verdaderas porque iban enturbiadas de nuestro mal humor? Y que, al contrario, tienen muchas cosas positivas, que a veces no sabemos expresarles, pero que las sentimos de verdad.
Este tipo de encuentros, recuperan y aumentan la unión, y les hacen sentir que se les trata con justicia. Y cuando uno se siente tratado justamente, está pronto a olvidar el percance.
Al contrario, cuando esto no se da, queda un poso que hace daño; nos resulta difícil olvidar y puede dar lugar a que un día llegue la gotita que haga rebosar el vaso. Quizás entonces, los daños sean muy profundos.

Seamos amigos de reconocer nuestros errores; esto también da paz y nos ayuda a levantarnos y a seguir adelante.
También es necesario apoyarse en personas que sean de fiar y nos animen positivamente. Las grandes expediciones no se hacen nunca solos, pues los peligros son muchos y necesitamos hacernos espaldas.
Ser padres y madres es una de las grandes expediciones de la vida.


JUEGO MOTIVACIÓN:

Se puede coger un dibujo, de algún tema que motive al niño/a: alguna princesa u otros personajes de cuentos, o coches de carreras… (en fin, cada uno conoce a los suyos). No se lo enseñamos, pues lo irán descubriendo poco a poco. Cogemos otro papel y lo montamos sobre el dibujo; después, apoyándonos en una ventana, marcamos puntos que después permitan reconstruir el dibujo. Se trata de numerarlos para que después puedan unirlos y reconocer la imagen. Este mes vamos a demostrar que somos constantes en algún puntillo que acordemos. Y en cada logro, uniremos un nuevo segmento del dibujo.
Si cada noche revisamos el propósito (eso quiere decir que también nosotros, padres, somos constantes en nuestra tarea de revisión) podremos dibujar otro segmento. Calculemos, pues, para un mes 60 puntos, dos por día: por el logro y por el seguimiento. ¡¡ A ver si lo conseguimos ¡!
Cuando esté completo, pueden colorearlo; les dará mucha satisfacción pues significa mucho.


HISTORIA CERO: La famosa fábula de Esopo, La liebre y la tortuga.

HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA:

Rita y Helen eran dos ranas que vivían en una gran laguna. Saltaban, croaban, se perseguían… gozaban de la vida y eran muy felices.
Pero un día decidieron irse a ver una granja que había por allí cerca, se metieron en el granero y lo curiosearon todo y nadie les molestó.
Vieron un cubo… Miraron… ¡Qué sorpresa!
-¡Hay nata en el cubo!-dijo Rita a su amiga- ¡Vaya festín que nos vamos a dar!
Rita saltó al cubo de nata y Helen la siguió. Comieron hasta hartarse. Después nadaron, se salpicaron y se hicieron cantidad de bromas. Pero cuando la diversión terminó, Rita y Helen notaron que las paredes del cubo eran muy altas y resbaladizas. Repetidas veces intentaron salir, pero cada vez que lo intentaban, caían dentro de la rica crema.
Helen no pudo resistir más- ¡me rindo!- gritó, mientras se iba al fondo del cubo y se ahogaba. Rita, sin embargo, no cedió. Luchó con energía, nadó y chapoteó. Y ¿qué creéis que pasó? De repente se encontró sobre una masa endurecida. Se sentó unos instantes y después saltó todo lo que pudo y logró salir. Sin perder un segundo, volvió a su casa de la laguna. Rita se había salvado porque se esforzó constantemente y no quiso rendirse.



HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA:

Helen Keller nació en Tuscumbia, una pequeña ciudad rural de Alabama, Estados Unidos. Su sordoceguera fue causada por una fiebre en febrero de 1882 cuando tenía tan solo 19 meses de edad. Su incapacidad para comunicarse en tan temprana etapa de desarrollo fue muy traumática para ella y su familia. Los siguientes años fueron muy difíciles para Helen y su familia. Helen se hizo una niña muy difícil, aventaba los platos y lámparas y aterrorizaba la casa entera con rabietas, gritos y su mal genio. Los parientes la miraban como un monstruo.
Pero su familia - y ella misma - no se resignan con ese destino, y lo fueron superando a fuerza de voluntad y constancia, y gracias sobre todo a tutores y amigos que la ayudaron; entre ellos y de forma especialísima, Anne Sullivan.
Anne Sullivan fue su profesora personal, y amiga de toda la vida. Anne sí que demostró constancia y gracias a ella hizo de Helen una nueva persona; le ayudó primero a controlar su mal genio, y después le enseñó a leer, en primer lugar con el alfabeto manual táctil y más adelante, con el sistema Braille, a escribir de forma normal y a través de las máquinas de escribir en Braille.
Para enseñarle a hablar, Sullivan ponía la mano de Helen en su garganta para que pudiera sentir las vibraciones creadas al comunicarse. Sullivan hacía que Helen tratara de formar estas mismas vibraciones. Este procedimiento se utilizó para enseñarle a Helen a hablar desde joven.
Su discurso, sin embargo, seguía siendo confuso. No fue hasta años después que, con la ayuda de la técnica de un profesor de voz y el apoyo de Anne, Helen pudo finalmente hablar de manera clara.
Helen fue a la escuela de Cambridge para señoritas desde 1896 y en el otoño de 1900 entró en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega que podía alcanzar el reto de presentarse y transitar en una Universidad. El 28 de junio de 1904 Helen se graduó "Con Honores" de la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega en obtener un título universitario. Ese mismo año en la exposición de San Luis habla por primera vez en público.
Helen y Anne iniciaron en los años siguientes una gira de charlas y conferencias sobre sus experiencias. También hacía campañas para mejorar la calidad de vida y las condiciones de las personas ciegas, quienes eran rechazados y erróneamente educados en asilos. Su insistencia fue uno de los factores importantes para que las condiciones de éstos cambiaran.
En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Amistad, el más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.
El primero de junio de 1968, en Arcan Ridge, Helen Keller muere mientras dormía.


HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA:

Esta historia también es verídica, aunque no conocemos sus nombres. Ocurrió en un pueblo algo grande, quizás hace 50, 60 años, y aunque no hace tanto, la vida si ha cambiado mucho. Transportémonos a la cultura de entonces. Es un bello ejemplo de constancia en él y de constancia en ella.

El hijo del hombre más acaudalado de la localidad, llamémosle Alberto, estaba en plena juventud, además era bastante fuerte y atractivo, con lo cual la mayoría de jovencitas del pueblo suspiraban por él. Su padre le había comprado un coche y no hacía más que lucirse y pasearse con él por la carretera que atravesaba el pueblo, haciéndose el interesante, dando conversación a unas y otras y… perdiendo mucho tiempo. Realmente era poco trabajador, acostumbrado a una vida fácil y acomodada.
Pero mira por donde, se fijó en una jovencita, llamémosla Elena, que al contrario que las otras, no parecía querer llamar la atención de Alberto. Iba a lo suyo, se la veía siempre diligente, ya con el cántaro de agua, ya con la compra, ya con la colada al lavadero… Cuando él la saludaba (en los pueblos, más o menos, todos se conocen) con idea de que se fijara en él, ella se limitaba a saludar muy correcta un: ¡Buenos días, señorito Alberto!, con una suave sonrisa y continuaba su marcha con mucha naturalidad.
Quizás por esto, a Alberto le empezó a llamar aún más la atención. El quería que ella también le mirara, como todas las otras, o al menos disimuladamente, para sentir que la captaba. Por eso, cuando salía a la calle o reía con otras jóvenes, siempre la buscaba con la mirada a ver si la encontraba. Los días que aparecía siempre le causaba una agradable impresión: centrada, sencilla, natural, diligente…y por supuesto, a él lo trataba como a cualquier otra persona.
Como Alberto estaba de tertulia todos los días en la plaza con sus amigos, se percató de que Elena solía ir a la fuente hacia el mediodía, y sin darse cuenta, cada mañana esperaba el momento en que apareciera, allá , doblando la esquina de la callejuela.
Un día, Elena no apareció a la hora acostumbrada, parece que se retrasaba y él no sabía porqué se encontraba algo inquieto. Al fin no dejaba de mirar hacia la esquina y cuando al fin apareció, el corazón le dio un brinco. Fue entonces cuando cayó en la cuenta que estaba totalmente enamorado.
Pasaron los días y a Alberto no se le quitaba de la cabeza Elena. Al fín decidió acercarse a ella y proponerle ser novios. Pero con lo que él no contaba era con la visión que ella tenía de lo que debía ser el compañero de su vida. Ella entendía esa relación como algo muy grande, no como algo superficial o un pasatiempo, sino como una ayuda mutua, que uno pudiera ser para el otro un estímulo muy fuerte para superarse y sacar lo mejor de sí. ¡Vaya meta alta!
Alberto comprendió por qué ella no era atraída por su altura o su físico, ni siquiera por su coche, comprendió que ella buscaba un hombre, un hombre íntegro, en quien confiar, en quien apoyarse… y claro … esta suave negativa le hizo comprender la realidad de su persona. Se sintió un hombre rico por fuera pero muy pobre por dentro, auténticamente pobre. ¿Qué le podía él ofrecer a Elena?
El primer día se sintió azotado por sentimientos de abatimiento e incluso de indignación, pero pasados unos días le inundó una nueva sensación. Se dio cuenta que Elena tenía razón, que era una chica sensata, no como otras, y que era justo la que le convenía.
Lo que antes nunca hubiera deseado, ahora le atraía: ser todo un hombre… junto a Elena; formar una familia… junto a Elena; educar a “sus” hijos… junto a Elena.
Y con este nuevo deseo se dirigió a ella y le dijo que le iba a demostrar quien era el verdadero Alberto, que pensaba matricularse en medicina para demostrarle lo que era capaz por ella, por que la quería…
Y por abreviar la historia, Alberto, estimulado por el recuerdo de Elena, estudió medicina y resultó ser un excelente alumno.
Todo esto cautivó el corazón de Elena, y su deseo quedó colmado en la persona de Alberto. A su vez, Alberto se sentía cada vez más enamorado de Elena, ya que tanto le había costado conseguir su cariño; y al mismo tiempo muy feliz, por que gracias a ella, él se sentía útil y realizado.
Se casaron y aún él llegó a ser director de un importante hospital. Y cuando se celebraba alguna fiesta en el centro, junto con sus esposas, como en esta época era costumbre, todos le felicitaban por su capacidad, su eficacia, su entrega al trabajo, por el tremendo beneficio que estaba ofreciendo… y él, siempre contestaba lo mismo, mirándola, profundamente agradecido y enamorado: “Denle las gracias a ella”.


HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA:

Más que historia de cuentos podemos citar cantidad de ejemplos de la historia que demuestran que sólo con constancia se consiguen las cosas, y en el peor de los casos, aunque a veces nuestro esfuerzo parezca inútil, no lo es, pues puede ser el punto de partida de los que vienen detrás y alcanzarán la meta.

Desde el descubrimiento de la pólvora por los chinos, pasando por su uso en pirotécnia y distintos tipos de armas, en distintas civilizaciones y siglos, derivó también a la construcción de cohetes: Ariane, Athena, Atlas,…Sputnik,… Saturno I,..Saturno V, Titan,Vanguard, Zenit…
El comandante Neil Armstrong fue el primer ser humano que pisó la superficie de nuestro satélite, la luna, el 21 de Julio de 1969 a las 2:56 al sur del Mar de la Tranquilidad (Mare Tranquilitatis).
Podemos nombrar también tantos y tantos científicos que gracias a su constancia y esfuerzo nos han dejado una gran herencia a toda la humanidad. De los miles de ellos, podemos nombrar sólo algunos: Guteberg, la imprenta; Pascal, máquina de sumar; Newton, el telescopio; James Watt, la máquina de vapor; Ramón y Cajal, médico aragonés que descubrió las neuronas; Eddison, la bombilla; John Logie Baird, la televisión…
También los músicos nos han dejado sus bellas composiciones, conviene destacar que Beethoven compuso sus últimas obras estando completamente sordo.

Cabe una reflexión, ¿habrá nacido el descubridor del remedio contra el cáncer, por decir una de las necesidades que tenemos? Puede ser, y por ello hemos de enamorar a nuestros niños y jóvenes de la constancia; en otro caso quedará por descubrir …