sábado, 28 de enero de 2012

AÑO NUEVO: LA HORA DE LOS PROPÓSITOS. EDUCAR LA VOLUNTAD (I)




Queridos padres, un nuevo año a la vista. Mirémoslo con ilusión y esperanza. Un año nuevo es siempre una nueva oportunidad para progresar. 
Vamos a imaginarnos como empieza el año nuevo una familia formada por Pedro y María, los padres, y sus tres hijos. Una noche, cuando los tres niños ya se han acostado, Pedro le dice a María:”¿Sabes? he estado pensando estos días que creo que tienes razón cuando me sugieres que no debo engancharme tanto en el ordenador, saber cortar con más decisión y ayudarte más con las faenas y los chicos. Sí, voy  a hacerlo. Por favor, avísame si me despisto”
¿A quién no le gusta que le hablen así? Ahora supongamos que es María quien se dirige a Pedro de la siguiente manera: “Hoy me ha tocado la guardia con Marisa, y me he dado cuenta de lo desagradable que resulta convivir con una persona que está siempre quejándose de todo y reprochando a todos. Me he visto reflejada ¡qué horror! Yo también a veces…; de verdad, voy a intentar  callarme un poquito más, no cargar el ambiente con tanto malhumor. Anda, hazme una señal cuando veas que empiezo…”
Todos nos sentimos bien cuando nos hablan así.  Ni que decir tiene que llegaran los tres niños, todos seriecitos y dijeran: “Mamá y papá, hemos hecho una asamblea y este año nos vamos a proponer jugar a un juego que es el “ni No, ni Espera”. No se pueden usar estas palabras, en cambio hay que decir “Sí” y “Voy”. Es que queremos  daros más alegrías y no tantos disgustos.

¿A que es fácil  hacer bonita la vida? Sólo hace falta que yo protagonice esas palabras. De forma sincera y desinteresada. Aunque a primera vista nos pueda parecer mejor que nosotros recibamos del otro esos propósitos de cambio, nos atrevemos a deciros que hay una satisfacción muchísimo mayor cuando somos nosotros los que damos el paso, cuando nos atrevemos a “mojarnos” y dar algo de lo nuestro en favor de los demás. Parece que perdemos, pero en realidad ganamos. Esta es la trágica paradoja que confunde y arruina tantas vidas: pensamos que la solución es esperar pasivamente a que el mundo me sea favorable. Este dar el primer paso es una experiencia que hay que probar, aquí las palabras y argumentos tocan fondo.
Podríamos decir: “Sí, me gustaría, sí, pero… no puedo, es superior a mí… lo he intentado a veces, pero es imposible… soy así”
No debemos engañarnos. Debemos y podemos, pero hay que tener voluntad. Y de eso queremos hablar. Conocimos  un psicólogo que trabajó con menores y jóvenes que tenían comportamientos conflictivos. Les planteaba cambiar de vida, cambiar de conducta:”Tú puedes decidir tu vida. Puedes cambiar, las circunstancias nos marcan, pero a pesar de todo podemos vencerlas y cambiar. Tú decides”
Esto despierta unos sentimientos nuevos, de confianza. Y no es un engaño. Es una realidad: nosotros podemos luchar y vencer situaciones, incluso nuestro propio carácter. Ciertamente no es tarea fácil, pero con voluntad y ayuda se puede.

¿Qué os parece aprovechar el inicio de año para hacernos un firme propósito de mejorar en algo? Los que nos rodean se lo merecen. De hecho, así esperamos que actúe cualquier institución, empresa… y hasta los gobiernos; que hagan balance a fin de año para evaluar los puntos a mejorar y así, ofrecer, al siguiente ejercicio, un servicio mejorado. Por tanto, sería muy natural que a nivel personal  actuáramos así.
Una vez empecemos, habremos de contar, por supuesto, con muchos intentos fallidos. No bastan los buenos deseos. Hemos de ver con naturalidad y con ánimo nuestra gran debilidad. Como en tantos logros de la vida, el secreto está más en la constancia y voluntad que en las habilidades. Todo aprendizaje se basa en una práctica, sembrada de intentos, hasta que se adquiere un cierto dominio. Hay pues, que trabajar con voluntad.


¿ES TAN IMPORTANTE TRABAJAR LA VOLUNTAD?

¿De qué nos sirve el mejor coche del mundo sin gasolina? Eso es la voluntad en las personas. Para entenderlo mejor, vamos a pasarnos por un momento al plano de los hijos, porque, no sé qué nos pasa, que en los otros lo vemos siempre más claro. Apliquémoslo, por ejemplo, al plano del estudio.
¿No os parece que en nuestros hijos, quizá en muchos jóvenes de hoy en día, apreciamos mucha falta de voluntad para estudiar? Y sin embargo, hay gente realmente capaz.
¡Cuánta inteligencia desperdiciada, por falta de voluntad…! ¡cuántas habilidades, ingenio, energías, talentos desperdiciados… sólo por falta de voluntad!  Es como si en una zona de gran sequía, donde el agua es un recurso muy limitado, se abriera un grifo o una fuente y se dejara correr el agua, indefinidamente… sin que nadie la aprovechara. Todos con necesidad, pero viendo correr el precioso bien. Así es, el mundo lleno de necesidades, y los que pueden poner remedio…
Ver  a un joven paralítico, nos mueve a compasión. Pensamos: “en plena flor de la vida y…” ¿No os parece que hoy en día hay muchos jóvenes “paralíticos” de voluntad? ¡Qué lástima! En plena flor de la vida e incapaces ya de hacer algo, de aportar… y sin embargo tenemos una sociedad y un mundo con muchísimo aún por arreglar y mejorar. ¿Habéis pensado alguna vez que el investigador que descubriera el remedio contra el cáncer  hubiera nacido hace ya años y… él (y sus padres) se contentaron con ir sacando aprobados sin estudiar, que eso ya era mucho?
A nivel de investigación, de ciencia… hay mucho por hacer, pero a nivel humano  queda más aún por hacer. Hasta que África (por decir una zona de tantas) sea convertida en un primer mundo a nivel de colegios, hospitales, carreteras, industria… queda mucho por hacer. Y para todo eso se necesitan personas con gran formación y ganas de trabajar.
Hemos de enamorar a nuestros hijos, a nuestros jóvenes de esta meta. Si estudian con voluntad llegarán a tener una capacitación y formación para alguna de las mil facetas que el mundo necesita desarrollar.  Se necesitan profesionales competentes, gobernantes competentes y acostumbrados a proyectarse en favor de los demás y no de sí mismos.
Para llegar a esto se necesita empezar ya, con voluntad. Voluntad, fortaleza para hacer lo que en realidad quieres y  no tanto lo que las ganas nos sugiera. Con voluntad podemos llegar a nuestro máximo, por tanto, a nuestra realización. Ser capaces de llevar el timón y no dejarse desviar por el viento, mucho menos por una suave brisa. Una persona sin voluntad es como un barco a la deriva, se lo lleva la corriente.
Por tanto, se necesita voluntad para no caer en situaciones que arruinan a la persona, pero también se necesita voluntad para no dejar de hacer todo el bien que una persona puede.
En los hijos es fácil de comprender todo esto, pues el instinto de padres, esa responsabilidad que sentimos,  nos  hace luchar por  su formación y desear que ellos lleguen muy alto en la vida. Nos sentimos muy pagados, muy satisfechos con sus logros ¿verdad?
Una vez comprendida la necesidad de educar la voluntad, hemos de trasladarla a nosotros mismos. Hemos de ser sus maestros. No olvidemos tampoco que, el mundo  está esperando también nuestra actuación. Sí, nuestra pequeña pero importante aportación. Si queremos hacerla con esmero y gustando del trabajo bien hecho, también nosotros necesitamos tener una buena dosis de voluntad.
Os vamos a poner una historia real que nos ayuda y motiva a desear esta cualidad.


JACKIE ROBISON (Jugador de béisbol)

A Jackie le gustaba jugar béisbol más que nada en el mundo y tenía aptitud para ello. Corría como un galgo y era capaz de lanzar la bola a un kilómetro de distancia de un bateo. Soñaba con participar en las ligas principales en medio de los gritos de entusiasmo de miles de aficionados. Pero tenía un problema. Corría el año 1945 y él era negro. En aquellos años en Estados Unidos aún existía la penosa e injusta costumbre de no admitir a los negros en muchas actividades junto a blancos. Así, existían las ligas principales (sólo para blancos) y los negros jugaban sus ligas.
Un día, el entrenador de los Dodgers de Brooklyn (uno de los equipos de las ligas principales), Branch Rickey, quiso entrevistarse con Jackie Robison, pues reconocía en él un gran jugador y le pidió que jugara en su equipo. Jackie no daba crédito a sus oídos. Branch le dijo que no sería fácil, pues a mucha gente no le iba a gustar que jugara con los blancos, le abuchearían, le insultarían, incluso algunos árbitros serían injustos con él…
Sólo una cosa podría solucionarlo: que tuviera la fuerza de voluntad suficiente para no contestar ni perder la paciencia; que fuera capaz de conservar la tranquilidad y jugar lo mejor que pudiera. Así  no daría motivos para ser expulsado del béisbol.
Jackie se lo pensó muy bien, pues no era fácil de cumplir, pero mirando a los ojos del señor Rickey dijo: - Lo haré. Lo prometo.
Primero estuvo jugando en un equipo filial de los Dodgers llamado los Royals de Montreal. Ocurrió todo lo que el entrenador había predicho. Algunos jugadores lo insultaban, otros se negaban a jugar con él, otros lo pisaban o empujaban en el campo; los lanzadores le arrojaban la pelota con intención de golpearlo. Incluso un policía lo amenazó con arrestarlo si no abandonaba el campo de juego.
Esto hería profundamente los sentimientos de Jackie. A veces se enojaba tanto que le entraban ganas de alzar los puños y devolver el golpe. Entonces se acordaba de su promesa y se decía a sí mismo: ¡No! No contestaré. Tengo que mantener la calma, tengo que ganar.
Al año siguiente fue a jugar con los Dodgers ¡por fin estaba en las ligas principales! Durante el primer partido todas las miradas estaban sobre él. Sabía lo que se jugaba y le temblaban las piernas. Cuando llegó su turno, salió a la base y golpeó la pelota con todas sus fuerzas. La multitud oyó el golpe seco del bate y vio como la pelota volaba y volaba y seguía volando hasta salir por encima del muro más lejano del estadio. Jackie recorrió todas las bases y todo el mundo comprendió que era un jugador de béisbol extraordinario.
A pesar de eso, sus problemas no habían acabado, de hecho siguieron insultándole, empujándole… pero él cada vez que salía al campo, renovaba su propósito de mantener la calma… y no dejó de jugar maravillosamente al béisbol.
Un día, uno de los compañeros de su equipo, un jugador llamado Pee Wee Reese, cruzó el campo para charlar con él. Mientras hablaban le puso una mano en el hombro con gesto amistoso y un fotógrafo les sacó una instantánea  juntos. Los periódicos de todo el país publicaron la foto. El mensaje era claro: había jugadores blancos que sentían simpatía por Jackie, sabían que era un gran jugador y querían tenerlo en su equipo. No les importaba el color de su piel.
A partir de entonces, cuanto más jugaba más respeto se granjeaba y cuando acabó su primera temporada fue proclamado el mejor jugador nuevo de la liga.
Desde ese momento, empezó a haber judadores de color en las ligas principales de los Estados Unidos.
Gracias  a su fuerza de voluntad consiguió el sueño de su vida y sin pensarlo, algo aún mucho más grande,  marcó en la historia un gran paso a favor de la igualdad y el respeto a todos los hombres, independientemente de su raza.