domingo, 6 de marzo de 2011

EDUCAR CON CUENTOS: FAVORES Y DETALLES



Siguiendo el esquema propuesto en PROGRAMA DE EDUCACION EN VALORES A TRAVES DE CUENTOS os proponemos el tema de este mes.

¿Qué os parece si hoy empezamos el tema con el primer cuento del mes?

HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO

Julio y Enrique iban a 3º de Infantil y tenían 5 años. La profesora les mandó jugar en el rincón del mercado. Tenían una tienda muy maja, provista de tomates, pimientos, patatas, verduras... en fin, de todo un poco y un gracioso carro de compra. Al cabo de un rato se peleaban porque los dos querían el carrito.
La profesora les invitó a pensar en el otro.
-¿Y qué es pensar en el otro?- dijo Julio.
- Os lo voy a explicar con un cuento – dijo Manoli la profesora.
“Había una vez un duende que quiso enseñarle a una niña, Maribel, el país de las penas y el país de la felicidad.
- Vamos primero al país de las penas –le dijo el duende a Maribel.
Le llevó a un gran salón, muy bonito y acogedor, donde había una mesa larguísima, llena de manjares, helados y chuches. Alrededor había muchos niños que querían comer de la fiesta, pero ... ¡no podían doblar los brazos! Entonces cogían algo, y no podían metérselo en la boca porque no podían doblar el codo. Así, todos gemían y nadie comía, y sufrían de no poder saciar su apetito.
– Vamos ahora al país de la felicidad –dijo el duende. Aparecieron en el mismo salón, con la misma mesa y los mismos manjares, helados y chuches. Llena de niños que no podían doblar los brazos.
–¡Eh! –dijo Maribel– querido duende, te has equivocado y me has traído otra vez al país de las penas.
–No, Maribel, fíjate ahora lo que va a pasar.
Los niños que estaban a la mesa pensaban: “Pobre niño de enfrente, no puede comer porque no puede doblar el codo. Voy a darle yo" y eso hacía, cogía algo y le decía: “Toma, amigo, come que ya te doy yo” “Oh, gracias, toma tú también” –respondía el otro. Y así comían todos y se reían felices, pues todos se preocupaban de los demás y todos quedaban saciados.
Manoli la profesora les explicó:
– ¿Veis? ¡Qué bonito! Ahora podéis hacer lo mismo. Julio puede pensar: ¡Qué agusto jugará mi amigo con este carrito tan mono! Se lo voy a dejar para que eche tomates y fruta. ¡ Se lo pasará en grande!
Julio miraba atentamente a Manoli y enseguida dijo:
– Toma Enrique.
Su amigo jugó un rato, pero él también había comprendido la historia y también quería hacer feliz a su amigo. Por eso, al cabo de unos minutos se acercó a Julio con el carro y le dijo:
– Ahora te toca a ti un ratito, que yo ya lo he tenido.
– Gracias.
Sin darse cuenta, al cabo de un rato, Julio y Enrique jugaban tranquilamente sin pelear y compraron y vendieron un montón de cosas.
* * *

Este cuento, que es una adaptación a nuestra medida de un cuento oriental, tiene una gran enseñanza.

El espíritu competitivo de nuestra sociedad, la vida de prisas que llevamos y el egoísmo innato al hombre producen un efecto de “ir a la nuestra”, que parece ir aumentando en cada generación. A esta situación podemos llegar sin mala intención, sin darnos cuenta, pero ser de hecho una realidad, una triste realidad: no vemos más allá de nosotros mismos.

Ciertamente, mirar en exceso por uno mismo es un espejismo que se paga caro, promete satisfacernos y realizarnos, pero llegada la hora no es así. Recuerdo el comentario de dos personas hablando de un tercero que, pisando a los demás, parecía haberse posicionado en su trabajo:"Déjalo, en estas cosas ya sabes: el que “gana” pierde”. Y era así: perdía amigos, perdía buen ambiente de trabajo, perdía que la gente confiara en él... aunque ganara mayor sueldo o prestigio social.

Para empezar, vamos a proponer una experiencia en el campo familiar: cojamos lápiz y papel y pensemos una pequeña lista de las inquietudes, necesidades, gustos, aficiones que tienen los otros miembros de la familia. A continuación viene lo mejor: atreverse a tomar esta lista como propia. No tengamos miedo a dar nuestro tiempo a los nuestros, aunque tengamos que renunciar a veces a alguna tarea o afición. Aunque nos parezca perder, ganaremos mucho: en buen ambiente , en unión y amistad, en confianza, lo que dará lugar a que nos cuenten sus cosas. Ganarse el afecto de los hijos y del consorte vale más y da más satisfacción que cualquier otra cosa de este mundo.

Cuando se piensa excesivamente en uno mismo, so pretexto de asegurar nuestro bienestar, se entra en una espiral cuyo centro soy yo y mis intereses, una fuerza de gravedad de la que es muy difícil escapar; cada vez se necesita más, recibir más, tener más derechos, más y mejores condiciones. El tiempo para uno mismo siempre resulta escaso. Esta espiral acaba ahogando. ¿No lo hemos experimentado con frecuencia?

Proyectar nuestra vida hacia el exterior puede, sin embargo compararse con una espiral que gira desde el centro hacia fuera, en círculos cada vez más amplios, que nos hacen respirar mejor. Nuestro horizonte se ensancha.

Para sacar nuestra vida de la rutina no hay nada mejor que dar sorpresas, pensar qué puedo hacer hoy para que estemos más a gusto; pensar en cómo sorprender y llegar muy dentro a los otros. Pueden valer muchos gestos sencillos: sacarse un tiempo para pasear juntos, jugar a un juego de mesa toda la familia (olvidando por un momento todo lo que a mí me apetecería hacer o adelantar); preparar un postre o comida especial que sabemos gusta mucho; valorar (y expresarlo verbalmente) lo mucho que los otros hacen por el resto de la familia; aliviar el trabajo del otro adelantándonos a hacerlo y que se lleve la agradable sorpresa de que alguien piensa en él/ella …
A veces hay hermanos que se pelean mucho; ésta es una manera de fomentar que se lleven mejor, se potencia el entretenerse en cómo sorprender al otro con un detalle, en vez de entretenerse en cómo chincharle. A todos nos va bien reforzar la delicadeza en casa. Así echamos leña al fuego del cariño en el hogar, cosa que de no hacerse, puede extinguirse.

Hemos de vivir todo esto para que nuestros hijos lo vean, lo respiren y lo aprendan. Todos queremos hijos sensibles, agradecidos, … pero esto hemos de ganarlo a pulso. Si somos nosotros, padres y madres, amigos de detalles y de pensar en los demás, nuestros hijos aprenderán de forma natural, a tener esta sensibilidad que tanto se necesita en la convivencia.

Imaginemos por un momento que gracias a una herencia nos hemos convertido en unos multimillonarios; nos sentiríamos gozosos de poder ir repartiendo a manos llenas a nuestros seres queridos y amigos. ¿Por qué no sentirnos así sabiendo que podemos ser millonarios de detalles y favores que aun les darán más felicidad?


JUEGO MOTIVACIÓN: “FUEGO EN LA ISLA”

Ahora os proponemos un juego que fomenta el pensar detalles para hacer a los demás.
Nos pondremos un fin de semana con nuestros hijos a dibujar en un gran cartel un paisaje de mar con dos islas caribeñas, separadas unos 20 cm una de la otra. En una de ellas hay fuego. En ella viven muchos animalitos que ahora están en peligro de muerte. (Estos animalitos los podemos recortar de cuadernos ya usados del cole, revistas, cuadernillos baratos de colorear, o dibujados por ellos). Los ponemos pegados en la isla con un pequeño celo.
Ahora cada niño va a tener una pequeña canoa donde cabrán él o ella (será un muñequito que lo represente) y uno de los animalitos que quiere salvar. El objetivo es llevarlo a la otra isla, donde estará a salvo y vivirá muy a gusto entre sus palmeras. Para ello, la canoa tiene que avanzar 5 ó 6 tramos ( puede ser útil el belcro adhesivo para fijar la canoa y marcar los tramos; también puede ser plastificar el trayecto con un celo ancho y usar un rollito de celo normal para pegar la canoa al camino). Cada vez que el niño/a tenga un detalle con alguien de la casa, avanza la canoa.




¡A ver a cuántos animalitos logramos salvar! Es toda una hazaña ayudar y arriesgarse por alguien, sensibilizarse por las necesidades de otros.
Al final de mes podemos hacer una fiesta con globos y cadenetas (siempre preparar todo con ellos, poniendo mucha emoción, que les gusta muchísimo) para celebrar que TODOS se han salvado gracias a nuestra generosidad y disponibilidad. ¡Celebremos que en nuestra casa nos queremos!


HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: “SORPRESA A MAMÁ”

Era una familia con tres niños: Beatriz, la mayor, tenía 10 años; Luis 6 y Marcos 4.
En el colegio estaban trabajando el tema de la paz, que suele ser a finales de Enero. Y Beatriz, que solía tener brillantes ideas, les propuso a sus hermanos el siguiente plan.
– ¿Qué os parece si hoy le damos a mamá una sorpresa? En vez de pelearnos vamos a tener todo hecho antes de que vuelva de comprar.
En esto sube la madre por la escalera pensando:
¬– Ay, madre mía, espero que no se oigan gritos nada más entrar.
Al llegar al rellano buscaba con prisas la llave para entrar en la casa lo antes posible; como tardaba en encontrarlas pudo notar un extraño silencio en la casa. Por eso paró y escuchó con atención. Se oían cuchicheos. Metió la llave en silencio y entreabrió la puerta, pero no entró. Quería seguir escuchando.
– Rápido, los vasos – se oía la voz de Beatriz.
Se oía a alguien manejando vasos de la cocina al comedor.
Luego otra vez pasitos, algo se les debía haber olvidado. Mamá esperó hasta que dejó de escuchar las carreritas de los niños del comedor a la cocina y viceversa. Al fin hizo ruido con la puerta para que los niños se percataran de que ya había llegado.
– Bueno, niños, ya estoy aquí con la compra – disimuló.
Oyó risitas y como que corrían a esconderse. Mamá dejó la compra en la cocina e hizo como que buscaba a los niños.
– Ya estoy aquí, ¿dónde estáis? – se dirigió al comedor.
Se oían las risitas de Luis y Marcos, los más pequeños y cómo asomaban la cara por detrás de las cortinas.
– ¡ Bueno! ¿qué es esto? – dijo en voz alta–. ¡Qué mesa tan bien puesta! ¡Oh, maravillas! ha venido un hada.
Los niños salieron del escondite riendo y saltando
– ¡Hemos sido nosotros! ¡hemos sido nosotros! – decía Luis.
– Mamá y ... ¡huele! –decía Marcos poniendo las manos en la nariz de mamá.
– ¡Oh, qué olor a jabón! – decía mamá. – ¡ Qué manos tan limpias!
Todos estaban contentos, muy contentos, y sólo por pensar en mamá y darle una sorpresa.

HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: ELISA Y LOS PANECILLOS.

Elisa era una niña de 7 años. Vivía en su pueblo, cerca del castillo, donde vivía su amable rey. Este rey, se preocupaba de que ninguno de sus súbditos pasara necesidad. Y aunque corrían tiempos de sequía, y por ello de pobreza, se esforzaba porque al menos tuvieran diariamente una buena ración de pan. Por eso ordenaba al panadero que todos los días hiciera tantos panes como habitantes había en el feudo. El panadero empezaba haciendo barritas medianas, pero al final se daba cuenta de que la masa no llegaba para todos y acababa haciendo los últimos panes más pequeños. Y esto pasaba todos los días. Con deseo de que tuvieran una buena ración, el panadero empezaba optimista y al final siempre se quedaba corto. ¡En fin!
Después de sacar los panes del horno, se subía en su carreta, se dirigía a la plaza central del pueblo y allí acudían todos a coger su ración diaria.
A las 12 del mediodía todos los habitantes iban allí, pues era la hora del reparto. Elisa también iba, encargada de recoger los 5 panes que le correspondían a su familia y a su abuelo.
Al principio la gente hacía cola educadamente, pero al cabo de unos meses ya no tenían tantos miramientos, sobre todo cuando observaban que unos panes eran más grandes que otros. Con que empezaban a empujar, a colarse, incluso a pelearse por ser los primeros en recoger.
Elisa observaba y comprendió que esa forma de actuar no era propia de personas. Sabía que había panes para todos y pensaba que prefería llevarse los que quedaban, aunque fueran más pequeños. De todos modos, si no era ella la afortunada, lo sería otra familia, ¡que más daba!, el pan no iba a desperdiciarse. ¡Que les aproveche! Ese era su generoso deseo.
El rey observó esto durante varios días desde su ventana. Y aunque le apenó la actitud egoísta de muchos de sus ciudadanos, le consoló la generosidad y amabilidad de la niña. Al cabo de un tiempo, al rey se le ocurrió una idea para premiar a Elisa.
Un día, cuando Elisa recogió sus panes y se fue a casa, la familia de la niña tuvo una agradable sorpresa: al partir el pan, cada uno descubrió en su panecillo una moneda de oro. El rey había ordenado al panadero que en lo sucesivo pusiera una moneda de oro en los cinco panes más pequeños; de este modo premió a Elisa por su delicadeza y generosidad.

HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: TODO UN DETALLE.

Contaba un señor, que se sentía muy afortunado porque él vivió en una familia donde sus padres y hermanos pensaban en los demás.
Así, contaba una anécdota ocurrida a sus dos hermanas mayores , pongamos Sara y Anabel.
Un día la madre les compró dos vestidos: uno amarillo y otro naranja y le dejó escoger a Sara. A ésta le gustaba mucho el naranja, le parecía que claramente era más bonito. Y por eso mismo, pensó que a su hermana también le gustaría más. Entonces Sara dijo que le gustaba más el amarillo para que Anabel se pudiera quedar con el naranja.
Mira por donde Anabel suspiró:
– ¡Ay! Bueno, vale, yo me quedo con el naranja, que es muy bonito mamá.
Este pequeño suspiro le dio la pista a Sara que Anabel prefería el amarillo y le propuso cambiarlo. Ésta sonrió.
Al final las dos contentas por tener un bonito vestido y sobre todo por tener una excelente hermana.
¿Verdad que te gustaría tener un hermano o hermana así? Alguien tiene que empezar.


También son muy interesantes los populares cuentos "El Príncipe feliz" y "El gigante egoista" de Oscar Wilde que va bien releer de vez en cuando. Hay algunas versiones totalmente lacrimógenas.