viernes, 20 de diciembre de 2013

EDUCAR VALORAR LO PEQUEÑO. EL PAÍS DE LAS NUBES: LUCERITO Y ESTRELLA


A menudo vamos por la vida muy deprisa.  Las actividades parecen atropellarnos, el trabajo, la casa, el colegio, los niños… Sólo que nos tomáramos un poco más de tiempo para saborear las cosas, la vida cambiaría radicalmente, resultaría realmente atractiva y gratificante.  ¿De qué nos sirve tanto hacer, tanto correr, tanto adelantar… si lo hacemos como una carga y sin saber para qué? Todo depende de esta pequeña actitud: saborear cada instante, vivirlo con calma e intensidad.

Alegrarnos de levantarnos cada día, llenos de salud, nosotros y nuestros hijos… Alegrarnos de poder vivir en un país en paz, poder salir a la calle con libertad, sin opresiones peligrosas… Alegrarnos de nuestro trabajo, por duro que sea, en tiempos de crisis es una bendición… Alegrarnos de nuestros pies y manos, que nos permiten realizarlo… Alegrarnos de volver a casa estos días de invierno y poder sentir el agradable calor y decir “hogar, dulce hogar”… Alegrarnos de nuestros ojos y de poder ver, aunque sea andando ligeros al trabajo, el cielo, el sol, los árboles de nuestras calles, son obras maestras de la naturaleza… Alegrarnos de nuestra familia, nuestros hijos, de poder ser para ellos  una fuente de cariño y protección…
Aunque todo esto sea “entre comillas” y en mayor o menor grado, el caso es que lo es. Todas esas pequeñeces ¡qué grandes son! No es justo despreciarlas. De hecho, si lo hacemos, somos nosotros mismos los que nos hacemos la vida más amarga de lo que es ya que esta multitud de pequeñas cosas son las que la endulzan a diario.

Si sabemos valorar lo pequeño, sabremos enseñar a nuestros hijos a disfrutar de la vida. No necesitarán tener  el último modelo de todos los avances tecnológicos, ni necesitarán tirarse de un avión con o sin paracaídas para llenar esa necesidad de satisfacciones. Sabrán ser felices sin extravagancias. 

Nuestra misma actividad, con sentido, es siempre reconfortante. Disfrutar de hacerlas bien para que sirvan a alguien, esa proyección de nuestro trabajo hacia el resto de  personas nos hará sentirnos útiles y realizados.
La misma tarea de ser padres y madres, hemos de saberla disfrutar. Quizás sea la actividad humana que más sufrimientos trae pero al mismo tiempo la que produce más gozo y satisfacción ¿no es cierto?

EL PAÍS DE LAS NUBES: LUCERITO Y ESTRELLA

Lucerito es la hermanita de Estrella. Tiene sólo año y medio. Estrella la quiere con locura pues ¡deseaba tanto una hermanita o hermanito!  Le cuenta cuentos, hacen plastilina juntas, juegan al escondite… y claro, Lucerito ¿cómo no va a querer a una hermana así?
Estrella tiene ocho años y pinta muy bien. Una tarde, Estrella estuvo pintando un dibujo de unos cuantos duendecitos jugando en el parque del  Arco Iris y le estaba quedando maravilloso.
-¡Mira, papá, mamá! ¿A que me está quedando bien?
-¡Uy, está precioso! Cuando lo termines ¿nos lo dejarás para nuestra habitación?- dice papá.
-Vale- contesta satisfecha Estrella.
Estrella vuelve al salón y sigue pintando. Está junto al balcón, pues tiene más luz. Como es primavera, tiene la puerta abierta y corre una agradable brisa. De pronto… ¡Zas! Una ráfaga de aire fuerte, levanta el dibujo de Estrella y… se lo lleva volando, volando…
-¡Oh! El viento se ha llevado mi dibujo- dice sin poder evitar que le salten algunas lágrimas. Y se sienta triste en el balcón. Pero aquí llega Lucerito, que no entiende de vientos ni de dibujos, y ve a su hermana sentada en el suelo del balcón. Se acerca rapidita, toda sonriente, con ganas de jugar. Lucerito se le echa encima para abrazarla y le hace gestos cariñosos poniendo sus manitas junto a las de Estrella. Ésta la mira y le dice: ¡Ay, Lucerito, qué triste estoy, se ha volado mi mejor dibujo!
Pero Lucerito, que no entiende, le enseña unos palitos que trae en las manos y le da uno. Estrella lo coge y Lucerito se ríe. Luego le da el otro, que de nuevo coge y Estrella se queda con los dos palitos mirando a Lucerito a ver qué quiere ahora. Entonces Lucerito se los quita de golpe y se vuelve a reír. A Estrella se le está olvidando la pena del dibujo porque Lucerito la está entreteniendo con los palitos.
-¡Ay, pillina! Primero me das los palitos y ahora vas y me los quitas.

Lucerito se ríe y repite el juego: le da un palito, luego el otro y otra vez se los quita.  Estrella está divertida con el juego y le dice a Lucerito. “¡Oye! No me quites los palitos que si no te pillaré”. Entonces Estrella se pone a gatas y pone cara de comerse a Lucerito. La pequeña ríe emocionada y  se pone a correr, o al menos lo intenta, un tanto torpemente. Ríen las dos y de vez en cuando, Lucerito se vuelve y atrapa a su hermana con un abrazo.

viernes, 22 de noviembre de 2013

EDUCAR EL AGRADECIMIENTO. EL PAÍS DE LAS NUBES: METEORITO


El agradecimiento es un valor que no debemos olvidar. Podríamos definirlo como la capacidad de valorar y mostrar agrado por todo lo que recibimos de otras personas,  sus servicios, ayudas, cuidados…
Ser agradecidos supone un cierto grado de sensibilidad, el cual nos permite captar, “sentir” esa innumerable cantidad de beneficios y atenciones de las que somos objeto por parte de otros. Realmente recibimos de los demás mucho más de lo que pensamos.
El agradecimiento ayuda mucho a la buena convivencia, pues una persona agradecida  “cae” bien, predispone a tratarla bien, mientras que la exigente o desagradecida produce antipatía y hasta  un insano deseo de pagar con la misma moneda. Una sencilla manera de contribuir  a que la sociedad no sea tan fría y distante, es aumentar las muestras de agradecimiento.

El agradecimiento “al instante” y el agradecimiento “a la larga”
El agradecimiento al instante no suele faltar  cuando somos objeto de una atención u obsequio, cuando nos preguntan y se interesan por nosotros o cuando recibimos un servicio… Estamos prontos a dar las gracias y enseñarlo así a nuestros hijos. Socialmente es considerado como un acto básico de educación.
Sin embargo, el agradecimiento “a la larga”  es mucho más valioso y desgraciadamente no es considerado como  tan elemental y necesario. Sería un “tener memoria” de todos los detalles y beneficios recibidos de una determinada persona, aunque sea a bulto, y por ellos deberles una muestra de nuestra amistad, que se ha ganado a pulso, cuando llegue el momento preciso. Dice el refrán: “Los amigos se muestran en las ocasiones”. Eso es ser verdaderamente agradecidos.
Puede ocurrir  alguna vez que recibamos, por parte de un amigo o ser querido, unas palabras hirientes (incluso profundamente hirientes) o fuera de tono, o quizás una actuación poco adecuada, un olvido o desprecio… Antes de tirar por tierra esta amistad o relación hemos de poner en práctica este agradecimiento “a la larga”. Hacer memoria de la cantidad de momentos compartidos, el apoyo, la ayuda… y mostrar que lo valoramos sabiendo, al menos, esperar. El agradecido está más pronto a la escucha que al rechazo y la venganza; da una nueva oportunidad, se pone en el lugar del otro e intenta comprender las razones de aquella actuación. Da oportunidad a un diálogo sincero, se muestra amigo y sea cual sea el resultado final de la conversación, es respetuoso y correcto pues no es justo olvidar en un instante tantos bienes recibidos.
Indudablemente vemos justo que los hijos sean agradecidos pues reciben TODO de los padres. Realmente ¡cuánto dan los padres! Bien lo sabemos ahora que lo somos, toda la vida orientada a su crecimiento y formación. Seamos agradecidos con nuestros padres y nuestros hijos lo aprenderán sin necesidad de muchas palabras.
Seamos agradecidos con todos y ganaremos en calidad humana.


EL PAÍS DE LAS NUBES: METEORITO

Meteorito y Cometa siempre habían sido amigos, aunque este último curso, como habían cambiado de compañeros, habían hecho nuevos, de manera que Meteorito solía estar más con Sol. Cometa con otros. En el patio solían juntarse todos a jugar al fútbol, a pillar, a cambiar cromos… Justamente ahora estaban con una colección.
Cometa era muy bueno en los deportes y esto hacía que le gustara ganar. Por esta razón a menudo se enfadaba. Así ocurrió un día que Cometa iba directo con el balón a meter gol. Meteorito, que estaba en el equipo contrario, quiso impedirlo y al regatear con Cometa le hizo, sin querer, una zancadilla. Cometa cayó al suelo y viendo perdido el gol, y sintiendo el dolor de la pierna, explotó malhumorado insultando a Meteorito. Aunque Meteorito le pidió perdón, Cometa siguió muy enfadado.
Al día siguiente al hacer equipos, Cometa aún estaba enojado: “No cojáis a Meteorito que es  más torpe que un  pato”. Esto, indudablemente, dolió a Meteorito, pero se calló. Y aún más le dolió escuchar repetidas veces el apodo “patoso” todo el día; hasta lo decían otros compañeros.
Por la tarde, a la salida del colegio, un niño de otra clase empezó a intercambiar cromos con Meteorito. En un momento dado, Meteorito reconoció los dos cromos que le faltaban a Cometa para terminar la colección.
-¡Eh!¡Espera!- dijo Meteorito. En un segundo  pensó en Cometa, pensó en vengarse no diciéndole nada, pero también vio la oportunidad de volver a ser amigo de su amigo y reaccionó- ¡Espera!- Alzó los ojos y vio a Cometa jugando en una zona del patio.- ¡¡Cometa!!...¡¡Cometa!!...¡Corre, los cromos que te faltan!
Cometa paró su juego, y al comprender el mensaje, corrió hacia allá. A pesar de seguir enfadado con Meteorito, aquello le interesaba.
-¡¡Mira Cometa, los dos cromos que te faltan!!
-¡Uauu!- dijo Cometa no pudiendo evitar una radiante sonrisa- ¡te los cambio! – dijo dirigiéndose al chico y sacó rápidamente del bolsillo sus cromos.
- Por cinco-  dijo el otro, viendo tanto interés.
- Vale-
- No, no …Sí, no, no…  sí
Al finalizar sólo habían encontrado tres para cambiar.
-Lo siento, no te los cambio…-dijo el chico haciéndose el interesante.
- Por favor, ¡Por favor!- suplicó Cometa viendo perdida la oportunidad.
Entonces Meteorito sacó los suyos y dijo:
-Espera, mira a ver en los míos también…
-No, no …sí, no,no… ¡Sí! Vale, tomad- dijo el chico y se marchó.
Cometa quedó un poco confundido, pero aquello le llegó al alma.
-Gracias, Meteorito, de verdad… Por favor…Perdona lo mal que me he portado contigo desde ayer…
-¡Bah! No importa, ya se sabe que todos tenemos malos momentos ¿no somos amigos? Pues si un amigo no sabe esperar ¿quién lo hará?




lunes, 28 de octubre de 2013

EDUCAR EN LA SINCERIDAD. EL PAÍS DE LAS NUBES: CRISTALINA.


La sinceridad es un valor tan básico y necesario que de manera natural lo damos por supuesto. La verdad podríamos compararla con los cimientos de los edificios; no se ven pero son sobre los que construimos toda la obra. Si los cimientos son profundos y bien sólidos, podemos estar tranquilos de que todo lo asentado sobre ellos aguantará y no se vendrá abajo. Nuestras relaciones con las personas, nuestras decisiones, nuestra forma de actuar… se basa siempre en el presupuesto de la verdad y de la sinceridad de los demás. Cuando por algún motivo esto falla, nos sentimos inseguros, decepcionados, no sabemos a qué atenernos y cómo actuar. Y es que la sinceridad, el que nos digan la verdad, es un derecho de la persona, lo necesitamos para construir nuestra vida con libertad y seguridad. Por ejemplo, un estudiante que quiere escoger carrera, necesita saber la verdad de cada profesión para poder optar a ella con libertad. Si le han prometido algo que no era cierto puede escoger equivocadamente, condicionado por ello.

Tampoco nos gusta vernos engañados… Cuando descubrimos que alguien nos trata así, movidos por un fuerte interés personal (a veces en la realización de una compra, en el trato personal con amigos o familiares que piensan sólo en su plan…), nos sentimos utilizados, lo que produce en nosotros profunda decepción y por supuesto, pérdida de confianza en esas personas.

De ahí la importancia de ser personas sinceras, de educar en la sinceridad. Ayudemos a nuestros hijos a decir siempre la verdad:

-Cuando descubramos una ligera mentira en ellos, no dejemos pasar la oportunidad de hacerles pensar. Busquemos un buen  momento, a solas con él. Digámosle que nos gusta tanto ¡tanto! su sinceridad que compensará sin comparación al disgusto causado por lo que ha hecho, sea lo que sea.
Cuando uno miente suele ser por miedo o por conseguir algo. Podemos aprovechar para hablar de eso que teme o quiere, ver los pros y contras y hacerle ver que nosotros sólo queremos ayudarle para que le vaya bien en la vida. Eso es lo que nos mueve.
Aunque la gran mayoría de veces revelar la verdad (después de haber mentido) puede considerarse el mejor pago por esa mentira, si ha hecho algo tan digno de penalización, mejor que sea él mismo el  que la piense y desee corregirse, ya que es para mejorar su persona.

-No digamos nosotros, padres y madres, ninguna mentira, ni siquiera cuando no estén presentes. Valemos más; no seríamos coherentes si luego exigimos a los demás que nos digan la verdad.

¡Qué mayor satisfacción que la de saber que los demás confían profundamente en nosotros! Esto nos lo tenemos que ganar.


EL PAÍS DE LAS NUBES: CRISTALINA.

Mamá Pandora estaba regando sus flores del jardín cuando llega Cristalina junto a ella.
-Mamá, ¿puedo hablar contigo?
Pandora miró a su hija y observó lágrimas en sus ojos.
-Claro, sentémonos aquí que se está estupendamente entre las flores- dijo, mientras se preguntaba qué le pasaría a su hija.
- Mamá tengo que decirte una cosa, pero no me riñas ¿vale?
- Vale, vale… haces bien en avisarme, no me vayas a pillar floja y falle yo, cosa que no quiero. Hazlo así siempre ¿vale?
- Es que…, es que… - pero las lágrimas no le dejaron continuar.
- No te preocupes, hija,  cuando se te pase me lo cuentas…. ¿te ha pasado algo grave?
Cristalina dijo no con la cabeza, mientras aún lloraba.
-¿es del cole? ¿de las amigas?...– Pandora fue probando mientras Cristalina decía que no - ¿has hecho algo malo?...- continuó.
Ahora sí que asintió Cristalina. En el tiempo que duró el sondeo, Cristalina ya se había serenado.
-Sí, pero es que es muy malo…
- No te preocupes, haces bien en decírmelo, así te puedo ayudar, ya ves que no me voy a enfadar. Estoy muy contenta de que me lo vayas a contar.
-Mamá ¿te acuerdas que te dije una vez que te había cogido cinco monedas cuando fui a comprar el pan? … pues es que he vuelto a cogerte dinero… ¡y el doble que la otra vez! – Cristalina empezó a llorar de nuevo.
Pandora guardó silencio un ratito. Ciertamente le inquietaba lo que estaba escuchando de su hija, era una falta preocupante. Pero veía en la sinceridad de su hija una herramienta poderosa para ayudarle  a enderezar esa tendencia naciente.
-¡Cuánto me gusta que me lo hayas contado, hija! Como eres noble, te das cuenta que eso no está bien y quieres corregirte. Si siempre que fallas, lo dices, este defecto desaparecerá por completo; pero si callas, aunque te propongas no volverlo a hacer más, fácilmente caerás, porque solos somos muy débiles y antojadizos. Además, tendemos a autojustificarnos.
- Gracias mamá, ahora me encuentro mejor.
-De todos modos, Cristalina, para evitar otro “esguince” y no meter la pata, ¿qué tal si hacemos “rehabilitación” para fortalecer la buena postura?
- Sí mamá, sí, ya lo había pensado; por supuesto te devolveré el dinero y el próximo día que los abuelos me den propina, he decidido darlo a esos médicos que ayudan en los países pobres... A ver si siendo generosa se me van un poco las ganas de tanto tener.
- ¡Qué estupendo, Cristalina! Estoy muy contenta de ti. Mira, todos tenemos fallos y debemos ir quitándolos. La clave está en ser valientes, decir la verdad y esforzarse seriamente por mejorar. Y cuando los fallos sean más graves, pues “rehabilitación”, así llegaremos a estar de lo más robustos.

UN EJEMPLO MUY ILUSTRATIVO DE ARUN GANDHI:

El Dr. Arun Gandhi, nieto de Mahatma Gandhi y el fundador del instituto M.K. Gandhi para la Vida Sin Violencia, en su lectura en la Universidad de Puerto Rico, compartió la siguiente historia como un ejemplo de la vida sin violencia en el arte de sus padres:

"Yo tenía 16 años y vivíamos en el instituto que mi abuelo había fundado a 18 millas en las afueras de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar. Estábamos bien adentro del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine. Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad para atender una conferencia que duraba el día entero y yo aproveché la oportunidad. Como iba a la ciudad, mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes como llevar el coche al taller. Cuando despedí a mi padre él me dijo: Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a  casa juntos.
Después de muy rápidamente completar todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me metí tanto en la película (una película doble de John Wayne) que me olvidé del tiempo. Eran las 5:30 p. m. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el coche y me apresuré a ir donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p. m.
El me preguntó con ansiedad: ¿Por qué llegas tarde? Me sentía muy mal por eso y no me atreví a decir que estaba viendo una película de John Wayne; entonces le dije que el coche  no estaba listo y que tuve que esperar... Esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.
Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: Algo no anda bien en la manera que te  estoy educando que no te ha dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar qué es lo que hice mal contigo. Voy a ir andando a casa las 18 millas para tener tiempo para  pensar sobre esto.
Así que, vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta  casa por caminos que ni estaban cementados ni iluminados. No lo podía dejar solo... así que yo conduje 5 horas y media detrás de el... viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.
Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir. Muchas veces me acuerdo de este episodio y pienso... Si me hubiese castigado de la manera que nosotros castigamos a nuestros hijos... ¿hubiese aprendido la lección?... No lo creo... Hubiese sufrido el castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo...

Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer”

domingo, 22 de septiembre de 2013

EDUCAR LA PERSONALIDAD. EL PAÍS DE LAS NUBES: LUNA


¡Qué gran conjunto formamos todos los hombres y mujeres del mundo! Gente de todo tipo, de todos  los colores y razas, con distinta fisonomía, diversas maneras de pensar y razonar, distintas costumbres, culturas, creencias y hábitos…

Al igual que los paisajes de la naturaleza son bellos por sus toques de color y variedad, así es el  paisaje humano. ¡Una gran riqueza! A más diversidad, más riqueza.

A veces se piensa que las diferencias son fuente de problemas, pero en realidad no es así. Tener distintos puntos de mira nos puede llevar a una visión más completa de las cosas. La raíz del problema es la falta de una mentalidad abierta y respetuosa. Aún nos queda mucho camino por andar en el terreno de respetar la libertad del otro. ¡Tantos siglos de historia, y aún tropezamos con el problema de la libertad… (del otro)!

¿CÓMO EDUCAR EN UNA MENTALIDAD ABIERTA Y RESPETUOSA?
En la vida vamos a ver y oír muchas cosas, muchas formas distintas de pensar y actuar. Unas nos admirarán, otras nos dejarán indiferentes y otras nos desagradarán… Pero hemos de aprender a verlas todas ellas con respeto.
Respetarlas no quiere decir que las consideremos válidas. Indudablemente el mal, el error existen; es una realidad palpable. Esta vida es una mezcla de luces y sombras, de errores y aciertos… y  a todos nos puede afectar. De hecho, somos el resultado de una educación recibida y amasada por estos dos ingredientes: la verdad y el error.
Así como los genes determinantes de nuestros rasgos físicos se van mezclando y heredando produciendo una infinidad de personas, todas ellas distintas y variadas, con rasgos agraciados y no tan agraciados, en nuestra forma de pensar se entrelazan estas dos corrientes de aciertos y errores, que unido a los distintos temperamentos y caracteres dan como resultado personas con elementos positivos y negativos.
Visto así, TODOS tenemos elementos de verdad y TODOS tenemos elementos de error, en mayor o menor grado. Sería una presunción considerarse superior al otro. Como consecuencia debería sernos natural en los diálogos, escuchar sinceramente las distintas opiniones y no encerrarnos en las nuestras. Se trata de buscar  entre todos, lo mejor.
Deberíamos sentirnos equipo, a todos los niveles: a nivel de familia, a nivel escolar, a nivel de trabajo, a nivel de gobierno…  siempre con el ánimo de ir mejorando cada ámbito (familia, colegio, sociedad...) Mediante una actitud dialogante ir descubriendo los elementos negativos y erróneos para eliminarlos y los válidos para potenciarlos.
 Para que esto no sea una utopía debemos trabajarlo a nivel personal, en nuestro día a día, con los que tenemos al lado. ¿Cómo?

VER, PENSAR Y ACTUAR EN CONSECUENCIA.

Ver y oír con respeto,  sin miedo alguno ¿de qué?  se supone que no tenemos  ningún  interés, sino buscar  lo mejor.

Pensar, razonar…lo que me han dicho. Buscar orientación si hace falta. No engañarnos con la solución más interesada, sino la más razonable. Sólo después de esto estamos capacitados para decidir.

Actuar: Si el criterio nos parece válido lo aceptamos como propio, si no, no. Actuaremos con libertad y en concordancia con lo que pensamos. En cualquier caso he de respetar y me han de respetar.
 En la vida ordinaria, aparecen miles de ocasiones de poca transcendencia, de practicar esto, por ejemplo: Varias amigas están conversando sobre qué regalo  es el más apropiado para un profesor  que se jubila. Después de un rato sin llegar a un acuerdo se oye a una decir: “Haced lo que queráis, pero bla,bla,bla…”  y la frase lleva un tono de enfado o desprecio que revela  que de respeto hay poco (aunque diga “haced lo que queráis”) y mucho de convencimiento de que “lo que yo pienso es  mejor y vosotras no entendéis de regalos  si no aceptáis mi propuesta”.
 Si hay verdadero respeto y mentalidad abierta, esto no puede sentarnos mal. Ni qué decir tiene que si tratamos temas más transcendentales, formas de pensar, ideologías… hemos de ser aún más respetuosos. Cada uno es libre para actuar como crea que es mejor ya que estamos en una democracia.

Este es el punto vital, porque si actuamos en consecuencia, tendremos libertad y personalidad. Seremos cada uno, uno mismo. Si no, seremos personas  débiles, esclavas del respeto humano, veletas que las mueve  cualquier viento  de timidez, comodidad o  intereses… ¡qué lástima!  Perdemos la riqueza propia de esa persona.
Tampoco debemos confundir personalidad, obrar con libertad, con ser personas que no aceptan consejos de nadie.

¿Cómo distinguir lo erróneo de lo correcto?
Ciertamente bien podemos hacernos esta pregunta.  Todos estamos expuestos al error  pero puede haber pautas que nos ayudan, en general, a ver con más claridad:

-Asegurar la escucha, aunque sea haciéndome fuerza. No tener prisa.  Saber dialogar, esperar a que el otro exponga su idea sin interrumpirle, morderse la lengua si fuera preciso. No acalorarme, no pretender tener razón porque hablo más deprisa o más alto, o porque se oyen más mis argumentos que los del otro. Si  atropello, nunca podré ver claro, yo mismo me ciego, me niego la luz. Quizás la solución me la traía el otro.
Además, si me muestro violento con el otro cuando habla, demuestro que mi forma de pensar es errónea, pues no acepta el respeto como criterio.

- Tras una conversación con diversidad de opiniones, hemos de ser con nuestro interlocutor igual o  más amables que antes. Eso demuestra  respeto profundo, nunca resentimiento o prejuicio.

- Los intereses, en general, nos hacen ver las cosas cambiadas. Acostumbrarnos a desconfiar de ellos. Analizar si cuando defiendo una idea es por ella misma o porque hay un interés que me engaña (la comodidad, el tener, ese punto de orgullo que impide desdecirme…).

- LO QUE VEMOS CLARO, HACERLO. Quizás ésta sea la raíz del problema. Muchas veces sabemos lo que es más conveniente, pero a fuerza de no hacerlo nos acostumbramos y le quitamos importancia, incurriendo en el error de manera  consentida y al final actuamos habitualmente mal. Hay una frase que dice: “Vive como piensas o acabarás pensando como vives”.

Todos delatamos el consumismo, pero si me gusta algo… me lo compro. 
Todos delatamos la violencia, pero cuando me interesa, quiero conseguir algo o me canso… grito, hiero…

A todos nos parece mal la pereza, sobre todo en los hijos que no quieren colaborar o estudiar ,  pero yo…

Todos pensamos que es mejor que no haya tanto fracaso en las familias, pero cuando me toca a mí disculpar, comprender, dedicar tiempo a los otros…

 Si somos sinceros, no debemos reclamar más lucidez de la que tenemos hasta que no hagamos lo que ya está  en nuestra mano para adquirirla.

EL PAÍS DE LAS NUBES: LUNA

Estela:   Vamos a ver a Luna. Tal como es, debe estar estudiando a tope para su examen de mañana.

Alba:     Mujer, estudiar medicina no es cualquier cosa… Siempre ha sido muy constante y estudiosa, con que  ahora…

Marisol: Sí, es verdad, hemos estudiado juntas en el colegio e instituto muchos años y  cuantas veces al irla a  buscar para jugar, nos decía que no si aún no había terminado. Por bonito que se lo pintáramos, la respuesta era inamovible: primero la obligación.

Estela: Claro que luego sacaba unas notas… y aún le decíamos: ¡qué rostro  tienes, vaya notas!

Alba: Ja,ja… es verdad, como si las notas fueran una lotería… ¡Ay, qué Luna ésta, siempre tan constante, tan firme… pero tan simpática y alegre!

Estela: Ya hemos llegado… Mirad, tiene la ventana abierta. ¡Luna, Luna! ¡Asómate un ratito!

La ventana de Luna estaba casi al nivel de la calle. Aparece Luna por la ventana y sonríe al ver a sus amigas.

Luna: ¡Hola chicas! Llegáis en buen momento, llevo mucho rato estudiando y necesito un rato de descanso.

Marisol: ¿Qué tal llevas el examen? ¿Te falta mucho?

Luna: Voy avanzando, pero esto es un pozo sin fondo… ¡Hay tantas cosas por aprender! Pero estoy disfrutando, todo me resulta muy interesante…

Alba: Seguro que ya te lo sabes todo, anda, sal un ratito  a dar una vuelta con nosotras…

Luna: Uy, chica, no sabes lo que me falta…

Alba: Veo que no has cambiado…

Luna: Si luego vienes a mi consulta con un dolor ¿querrás que te sepa diagnosticar bien o no?

Alba: Ah, eso sí, clarooo….

Luna: Ay, pilla, pues por eso tengo que estudiar. ¡Anda, qué casualidad, aquel señor que pasa por allí es Don Rayos, el profesor de anatomía, el del examen de mañana…!

Se giran a mirarlo y justo una fuerte ráfaga de viento azota la calle. Don Rayos se sujeta el abrigo con fuerza y con el movimiento se le escapa una hoja de la carpeta, que sale volando sin que se dé ni cuenta… Llega a las chicas, que lo cogen y leen… ¡EXAMEN DE ANATOMÍA!

Marisol: ¡Luna!¡El examen de mañana!¡Qué suerte!
Luna se queda mirando a sus tres amigas, que parecen más emocionadas que ella.
Luna: No, chicas, gracias, no lo quiero.

Alba: Pero, ¿cómo?- mirando atónita a su amiga.

Luna: No me gusta hacer trampas. No me gusta ser falsa y engañar haciendo ver que sé lo que en realidad no sé. Déjalo, es mejor que saque la nota que sea. El examen es para medir cómo vamos de conocimientos en una materia. Si me sale bien, señal que los domino ¡Estupendo! Si me sale mal, señal que me conviene repasar y estudiar más para afianzarlos, no vaya a ser que luego tenga mala base para las asignaturas de otros años. Quiero ser una buena profesional al terminar mis estudios, no ser un fraude y tener engañados a todos.No quiero acostumbrarme a salir adelante en la vida con trampas, que luego lo oigo de otros y no me gusta nada, nada…

Estela: Luna, tienes razón… , si no lo piensa una ¡parece tan inofensivo!

Marisol: Ay, Luna ¡Qué personalidad tienes! Haces honor a tu nombre, ya que la Luna siempre ayuda a orientarse.








domingo, 26 de mayo de 2013

EDUCAR LA AMABILIDAD. EL PAÍS DE LAS NUBES: NIEVES


Las cosas cambian mucho de encontrarse con una cara agradable a encontrarse con una enfadada o antipática. No es lo mismo tener un jefe con mala cara  a uno amable con el que se puede hablar. Tampoco nos da igual que nos atiendan con amabilidad y tomándose todas las molestias que secamente y con ganas de acabar.

En la familia pasa lo mismo. Sólo por este detalle nuestra casa puede pasar de ser un cielo a un auténtico infierno.
A veces las prisas, la rutina, la confianza mal entendida… pueden echar por tierra lo más bello y genuino del ser humano: la convivencia, el trato entre las personas. Teniendo consecuencias muy graves en la familia o en el equipo de trabajo.

Nos puede parecer que tener un mal día, preocupaciones o problemas, nos da licencia a descargar nuestra tensión en los demás y hablar de cualquier manera. Sabemos que no es así, pero con facilidad nos justificamos y cuando esto pasa, nos gusta que se hagan cargo, nos comprendan y tengan paciencia con nosotros ¡que ya llevamos bastante! Sin embargo cuando  nosotros somos las víctimas del mal humor de alguien, nos sentimos injustamente tratados y “reclamamos” (interior o exteriormente) el derecho a ser  tratados correctamente.
En resumidas cuentas, nos gusta que nos comprendan, pero nos cuesta comprender.

A veces se puede confundir  ser “espabilados” con usar tonos o acciones fuertes para no dejarse pisar. Es cierto que éstos, pueden “aparentar” conseguirlo, pero en realidad lo más probable es que los malos modos acaben estropeándolo todo. Muchas veces lo hemos experimentado cuando saltamos por impaciencia. Realmente se puede conseguir lo mismo y mucho más  con buenas maneras. Como dice el refrán: “Lo cortés no quita lo valiente”

Puesto que todos reconocemos y aceptamos como un  principio universal la amabilidad ¿por qué no apostar decididamente por ella?

Empecemos nosotros, sin esperar que otro lo haga primero conmigo. Rociemos el ambiente de pequeños gestos: un saludo afectuoso; adelantarse a realizar un trabajo que es de todos pero no es de nadie; poner buen humor y ver las cosas positivamente;  dejar el asiento del bus a una persona mayor; responder desenfadadamente y con calma cuando nos hablen con   excitación…
Pensemos que todos estos detalles, aunque parezcan insignificantes hacen el mundo más confortable, la sociedad más acogedora. Merece la pena.
La sonrisa es un buen edulcorante de la vida, mientras que los malos humores, tensiones, protestas… son, por el contrario, auténticos destructores del buen ambiente. Vivir al lado de un individuo así, se convierte en una desgracia.

Si vamos con ánimo positivo, veremos muchas oportunidades.
Vamos a proponeros dos ejercicios sencillos de amabilidad en el ámbito familiar:

1      - Aprovechar los ratos de comidas y cenas. En ocasiones estamos en la mesa, cansados del día y sin ganas de hablar. Aquello parece un velatorio. ¡Luego decimos que no tenemos tiempo para hablar con los hijos! ¿Qué tal si nos esforzamos en dar calor a estos ratitos contando algo que nos haya ocurrido durante el día? Es fácil que ellos se animen a contar lo suyo. Démosle un toque de humor y estemos atentos a valorarles todo lo positivo de sus experiencias, cuando nos cuenten algo. Todo esto une mucho.


2    - Cuando detectemos que nos va a salir una queja o reproche: ¡STOP! Cambiar el  “chip” y preguntarnos: 
k           ¿Es necesario decir lo que voy a decir, arregla algo?
             ¿Puedo decir lo mismo de otra manera?
  Esto es más importante de lo que parece, y también más beneficioso de lo que  uno puede imaginar. Probémoslo.



EL PAÍS DE LAS NUBES: NIEVES.




Aunque en el país de las nubes casi todos los duendecillos son muy agradables, existen también otros que tienen algún defectillo bastante acusado. Este es el caso de Granizo, un duendecillo de mal genio. Por su forma de ser, se está mal a su lado, pues todo son peros y protestas: que si ¡vaya día hace!, que no me empujes, que vaya rollo de clase, que si eres tonto…
A diferencia de lo que ocurre en nuestro país de la tierra, allí los defectos parecen menos malos porque como el resto de duendecillos son muy amables, se acoge al otro tal como es, con bastante naturalidad, y en vez de enfadarse con él , lo animan con paciencia.
Resulta que este año a Granizo  le ha tocado sentarse en clase con Nieves, que es todo lo contrario que él: muy sonriente y animosa, siempre con buena cara. Por fuerza todo el mundo está a gusto con Nieves, hasta Granizo, aunque proteste. Por ejemplo, esta es una muestra de conversación entre Nieves y  Granizo en clase:
    - Buff, aún quedan diez minutos de mates…
    -Pues yo creo que a lo mejor nos da tiempo a acabar los ejercicios. 
    -¡y qué! es muy aburrido… jo, y  ¡cómo me pica la pierna!
O en el recreo:
    -Venga Cometa, tira de una vez, que eres más lento… (tira) ¡ala! ¡que mal…!
Sin embargo si alguien tira mal, Nieves le disculpa con frases como: “no te preocupes, has hecho lo que has podido… “

El carácter de Nieves a todos cae bien, también a Granizo y sin darse cuenta, se le van pegando “algunos” gestos amables.

Un día, llegó a clase un alumno nuevo, venía de las nubes del Este. Y resultó ser muy parecido a Granizo. Bastante mandón, siempre creyéndose con la razón y con derecho a menospreciar a todos. En una ocasión, jugando a pillar, le alcanzaron y le agarraron de la manga. Con cara de enfado empezó a alzar la voz:
     -¡ten más cuidado! ¿vale? ¡No hace falta que me estires así…!
    - Uy, perdona; pero casi no te he estirado…
    -Sí, sí…  perdona - dijo en tono de burla repitiendo al otro.

Después de unos días ya todos se habían dado cuenta de su modo de ser, pues sus comentarios solían ser muy negativos: unas veces “que en este cole no sabían jugar a nada”, otras que no le gustaba el almuerzo; si no era que el profesor era antipático, o que le dejaras en paz… Todo ¡con una cara de vinagre…!

Así es que Granizo quedó impresionado y se atrevió a comentar a Nieves:
    -Jo, que antipático, siempre está de mal humor…

La profesora lo oyó y aprovechó para hablar con él en el recreo. Le hizo ver que él también tenía ese defecto y el pobre Granizo no acababa de creérselo. ¡Imposible! Bueno, algo cascarrabias sí era, pero ¿tanto…?

Granizo se fue a su casa y al llegar, su madre le preguntó qué tal. Él con su cara habitual de genio dijo en mal tono: ¡Jolín, ya me estás preguntando!
Fue entonces cuando se vio reflejado en el espejo de la entrada… ¡qué horror! ¡qué ceño, qué cara de ogro y qué gestos con las manos!  Se vio tan desagradable como al nuevo compañero. ¡La profe tenía razón!
El disgusto fue tan grande que se puso a llorar.

Al día siguiente, habló con la profesora, y le pidió ayuda, porque quería cambiar. No quería ser tan desagradable. La maestra lo tuvo muy fácil, le propuso que se fijara en  Nieves, no hacían falta muchas explicaciones. Le dijo:
                -Si te das cuenta, Granizo, cuando nieva cada copo de nieve que cae, cubre y embellece la tierra. Así es la sonrisa de Nieves. Cuando estés disgustado, frena un poco, y en vez de permitir que salga una mala cara, intenta que salga una sonrisa que la cubra.

Así fue como Granizo vio la importancia de trabajar su carácter. ¡Qué feliz se sentía! ¿Y sabéis con quién era especialmente amable? Con el nuevo compañero y con Nieves. Les estaba internamente agradecido ya que gracias a él, había caído en la cuenta de su propio defecto y gracias a ella, sabía como podía remediarlo.






domingo, 31 de marzo de 2013

EDUCAR NORMAS EN LA MESA. EL PAÍS DE LAS NUBES: BOLA DE NIEVE



Vamos a hablar de un punto que es bueno recordar de vez en cuando. Se trata de las normas de educación en la mesa.
Dicen que no hay nada peor que el acomodarse, pues nos acostumbramos a todo y no nos urge ponerle remedio. Por ejemplo, ante ciertos comportamientos de nuestros hijos decimos: “Son niños”. Y es verdad que lo son y hemos de tener mucha paciencia, pero hemos de trabajar para que se comporten correctamente cuando sí son capaces de hacerlo.

Es importante hablar de vez en cuando de las normas de educación básicas, en concreto ahora nos queremos centrar en las de la comida. Debemos explicarles qué cosas son correctas y cuales no lo son. Aunque les suponga un poco de esfuerzo cumplirlas, conviene que les den importancia ya que es un  acto de consideración hacia los demás evitar ser desagradables. No hemos de dar nada por sabido. Por ejemplo: no se debe hablar con la boca llena; no empujar la comida con los dedos; no picar abusiva o exclusivamente de un aperitivo; sentarse bien y sin levantarse de la silla; no coger la comida con las manos, no coger los cubiertos de cualquier manera…

Todo lo dicho puede realizarlo correctamente un niño de 6 años, exceptuando quizás el uso del cuchillo que podrá hacerlo hacia los 8 años. Hay niños que el tema de la mesa lo llevan muy bien, mientras que para otros es su gran campo de batalla, por eso tampoco podemos comparar y desanimarnos. Lo que sí debemos hacer los padres es mentalizarnos de que se necesita un entrenamiento. En el caso de coger los cubiertos correctamente y estarse quietos podemos empezar, si les resulta muy costoso, poniendo unos minutos, que podemos ir aumentando a medida que pasan las semanas.  Cualquier esfuerzo debe ser valorado y reforzado positivamente (verbalmente).

COMER DE TODO Y COMERLO TODO

Otro tema relacionado con la mesa es el de la comida.  El lema podría ser éste que hemos escrito: Comer de todo y comerlo todo. En cuanto al primer punto ya sabemos el consejo que nos dan los pediatras: no hay nada mejor que una dieta equilibrada y variada. Puede ayudarnos el elaborar un menú.   Teniendo en cuenta todas las necesidades e importancia de cada grupo de alimentos, aseguraremos esa variedad que se recomienda. Sin un menú confeccionado, es fácil caer por olvido, tendencias, gustos o por prisas en repetir más un tipo de alimentos y olvidar otros.
Importa también que se coman lo que se les sirva en el plato. Si un alimento no les gusta podemos ponerle menos, a veces, incluso, la insignificante cantidad de una cucharada. Como suele decirse, es una cantidad “simbólica”,  pues más que esperar un gran aporte nutritivo de ella, lo que esperamos transmitir con este gesto es lo importante que es comer de todo y lo aún más importante que es tener una actitud de esfuerzo por superar lo que en principio cuesta o disgusta.
Si retiramos del plato el alimento o  nunca se lo ofrecemos, crecerán con la convicción de que no merece la pena esforzarse o superar esa primera impresión de rechazo o incluso que no son capaces. Podrían privarse de algo que más tarde disfrutarían grandemente y reducir en mucho sus posibilidades de alimentación. Esta misma actitud podría repetirse a la hora de enfrentarse con una dificultad en la vida: mejor lo dejamos.
Como en muchos aspectos de la educación, la constancia y el convencimiento de los padres son los que conseguirán inculcar el hábito en los niños.

EL PAÍS DE LAS NUBES: BOLA DE NIEVE

Rayo se acerca corriendo a la  fila de clase  a la hora de  entrar al colegio. - ¡eh, Bola de nieve! ¿se puede saber qué hiciste ayer en la excursión a la fábrica, que mi madre, que ya sabes que le tocó ayudar en la salida, no hacía más que decirme:” ¡qué chico tan educado!... ¿Cómo se llama?... daba gusto verle… se lo tengo que decir a su madre, ¡qué chico, cómo se portó en la sala donde nos ofrecieron  el  pequeño almuerzo…!”
Bola de nieve se rió bien a gusto.

-¡No será para tanto, Rayo! Pero te voy a contar
porqué tengo tanto cuidado en  portarme educadamente en las comidas. Ahora me hace gracia pensarlo pero en su momento no me hizo ninguna. Cuando yo era más pequeño era bastante caprichoso y algo golosete;  ya empezaba a ponerme redondito, cosa  que  me iba muy bien con mi nombre: Bola de nieve pero… menos mal que me corregí…  Verás, resulta que me invitaron a un cumpleaños y mi madre se quedó en casa de mi amigo, charlando con la otra madre. Entonces vio como nos portábamos, la pobre dice que casi se desmaya de la vergüenza. Yo, tan pancho, pues todos hacíamos lo mismo: no comimos ni un solo bocadillo, sólo lo que nos gustaba más: cacahuetes, galletas bañadas de chocolate, patatas fritas… como desesperados, parecía que teníamos miedo de que nos lo quitaran; yo me ataqué de patatas fritas sin ningún apuro. Luego tonteamos con la naranjada, metiendo hasta los dedos y salpicándonos unos a otros  muertos de la risa… en fin, chico… ahora reconozco que  nos pasamos un pelín… ¡Ah! se me olvidaba… Granizo, el cumpleañeros, cuando llegó su madre con la tarta, antes siquiera de que  pudiera ponerla sobre la mesa, metió el dedo en ella porque le encantaba la nata. Su madre le reprochó, pero como todos estábamos loquitos riéndonos, no hicimos caso y aún otros también lo hicieron. Yo a tanto no me atreví, menos mal. Bueno, el caso es que nos volvimos a casa; yo tan feliz…

  Pero al llegar, mi madre me sentó en el sofá y me dijo:

- Bola de nieve, ¿qué tal te lo has pasado?
- Superbién- contesté tan ligero.
- Ya… me alegro mucho… Sin embargo… ¿cómo crees que te has portado? Piénsalo.

Empecé a percatarme de lo que quería decir y sabía que tenía razón, aunque yo aseguraba que no pasaba nada. Entonces ella me excusó diciendo que como era el primer cumpleaños al que iba, quizás no sabía cómo debía comportarme y  que me lo  iba a explicar para que de ahora en adelante lo hiciera bien, e incluso que también era culpa suya porque no me lo había explicado antes de ir.
Total, que me enseñó que hay que comer no sólo de lo que te apetece, si no probar varias cosas; dejar algo para los demás; no juguetear con la bebida y esperar pacientemente a que se reparta la tarta… en fin, todo. Finalmente concluyó que en el próximo cumpleaños demostraría con mi actitud si sabía ir a un cumpleaños o no. Claramente  si no sabía, no iría al siguiente. Me preguntó si me había quedado claro y dije que sí.
Cuando llegó el siguiente cumpleaños, mi madre me recordó lo hablado y allí nos presentamos. Al principio, me comporté, pero al cabo de un rato ya nos fuimos alterando. Yo comí un pequeño bocadillo y luego empecé con las patatas fritas, que me requeteencantan. Con disimulo, iba, picaba y me iba; así todo lo que quise.  Pensé que no hacía bien, pero que tampoco pasaba nada, porque los otros se portaban peor.
Cuando llegamos a casa, mi madre me volvió a sentar en el sofá y me preguntó que tal me había portado.
-Regular- dije, porque no quería decir mal.
- Yo creo que mal, cariño.
Y así, sencillamente, mi madre no me dejó ir a unos cuantos más. Te aseguro que desde entonces, me porto con educación en la mesa, aunque otros no lo hagan, porque he comprendido que es más correcto, agradable para todos y demuestro ser todo un hombrecito.

 JUEGO MOTIVACIÓN:

Podemos hacer una competición entre los hermanos de la casa, a ver quien gana una carrera muy especial.  Con una cartulina simulamos una pista de atletismo para correr. Los pasos los ponemos con belcro adhesivo y en ellos fijamos unos muñequitos (dibujados por nosotros mismos o recortados) con la parte complementaria del belcro.


 Nos vamos a poner varios propósitos a superar en la mesa; pueden ser distintos para cada niño, ya que cada uno necesita reforzar sus propios puntos débiles. Por ejemplo, uno puede proponerse no levantarse de la mesa y no coger la comida con las manos; otro  quizás, no echar para atrás la silla y no hablar con la boca llena.
Se inician todos los corredores en su vía. En cada comida o cena se adelantarán  tantos pasos como puntos distintos se hayan superado en  la mesa.  Después de varios días tendremos un  ganador, y se paralizará la carrera. Los corredores  se subirán al podium en el lugar correspondiente y en el marcador se les asignarán las  medalla de oro, plata o bronce.  Después de esto, podemos iniciar otra carrera. El marcador irá registrando las distintas carreras realizadas.

viernes, 22 de febrero de 2013

EDUCAR LA PUNTUALIDAD. EL PAÍS DE LAS NUBES:SATÉLITE



Esta cualidad parece pequeña, pero es importante para la vida diaria y para cualquier tipo de convivencia con los demás, ya que la puntualidad es la que posibilita la coordinación de las actividades de los distintos miembros de la sociedad. Ser puntual significa, por ello, ser responsable, así como respetuoso y considerado con el tiempo de las demás personas. Si remarcamos este último aspecto, podemos hacer que la puntualidad no resulte  una consecuencia fría  de nuestra sociedad, marcada por un reloj, sino que la convertimos en un valor que posibilita el encuentro con las otras personas, considerándolas tan importantes que no debo hacerlas esperar.
La falta de puntualidad puede tener distintas causas: falta de organización, ligada frecuentemente a pretender realizar más de lo que se puede en un tiempo dado; falta de dominio para cortar con la actividad en curso y también, aunque sea inconsciente, un cierto grado de egoísmo que me hace considerar mis tareas o actividades más importantes que las del otro, que puede esperar.
En el mundo que nos toca vivir, nos guste o no, no nos queda más remedio que usar un buen reloj y vivir con un horario, a veces, bastante apretado. Nuestros hijos heredarán esta sociedad. Por ello sería una buena costumbre poner la puntualidad como una de las bases de nuestra vida. Si queremos que los niños la aprendan, y sin estrés, hemos de vivir en casa de manera que la facilitemos:

       -Calculemos el tiempo necesario para llegar puntuales, seamos realistas: calculemos tiempo de  niño, no de adultos, a veces pedimos imposibles. Apremiar luego sería injusto y contraproducente.

       - No nos distraigamos (los padres) con cualquier curiosidad o antojo que no proceda en ese momento, seguro que luego nos tocará correr y ponernos nerviosos. Sin embargo, nos sienta fatal pillarles a ellos jugueteando cuando es hora de espabilar (y eso que son niños).

       -Pensar que la cantidad de actividad correcta que debemos pretender es aquella que me permite hacerlas todas bien y con tranquilidad. Las personas somos personas (¡qué bonito!), no máquinas ¿para qué queremos hacer más? ¿lo habéis pensado alguna vez?  El rendimiento máximo que hemos de buscar para nuestra realización  será incorrecto y altamente dañino si “excedemos los límites de velocidad”.

EL PAÍS DE LAS NUBES: SATÉLITE

Satélite es un duendecillo muy puntual y esto le ayuda mucho en su vida.  Como sale puntual de casa, llega siempre puntual al cole, muy contento. Las madres de los otros duendecillos, le preguntan a la de Satélite: - chica ¿qué le das de desayunar? ¡Siempre tan contento!
Nunca llega tarde a una cita médica, así él colabora a que el médico no acumule retrasos para otros pacientes. Le dice a su madre:
- venga mamá, vámonos ya, que por que nos sobren allí tres  minutos no  pasa nada…
- ya voy, ya voy… desde luego, hijo, si todo el mundo fuera como tú, todo iría sobre ruedas.

Pero la madre de Satélite agradece esta cualidad de su hijo, porque luego, como van sin prisas, van hablando tan a gusto, disfrutando de ese ratito que tienen juntos…

Cuando queda con sus amigos para hacer un trabajo está a la hora dicha, para aprovechar el tiempo, no vaya a ser que alguno se tenga que ir a alguna actividad después y no se puedan alargar. Además, si acaban pronto aún podrán jugar un rato…

Lo mismo para trabajar que  para jugar, cuando se va con sus amigos sabe que ha de estar de vuelta para la hora de la cena.  Y así lo hace. Ni cinco minutos después, ni cinco antes, a su hora, le gusta ser persona de palabra y le ha dicho a su padre:
            -tranquilo, papá estaré aquí a la hora.

Sus padres saben que es verdad, se ha ganado su total confianza, por que es de los que dicen y hacen. ¡Da gusto!

PROPÓSITO:

Les podemos proponer a nuestros hijos  un reto: levantarse a la hora para salir a la hora exacta para llegar al cole. Es un reto familiar, que todos estén en la puerta a las X:X minutos para el despegue del cohete. Puede haber un encargado de anunciar la cuenta atrás. Avisará  a los 10 minutos antes de salir, diciendo: ¡10 MINUTOS PARA EL DESPEGUE! De nuevo avisará a los 5 minutos antes de la salida, diciendo: ¡5 MINUTOS PARA EL DESPEGUE!¡ALERTA AMARILLA! (revisión de neceseres, mochilas, almuerzos…)
Finalmente dirá: ¡ALERTA ROJA: 1 MINUTO PARA EL DESPEGUE!   (ponerse abrigos, coger mochilas…)
Y cuando queden 20 segundos empezará la cuenta atrás: 20,19,18… aquí el padre o madre tiene que ir abriendo cerrojos para que al decir “¡CERO! “ el cohete no atraviese la puerta.