martes, 7 de diciembre de 2010

NAVIDAD: TIEMPO DE AUMENTAR NUESTRA CALIDAD HUMANA

Queridos padres, llegan estas bellas fechas Navideñas. Bellas… si las queremos hacer bellas, porque ya sabemos que el consumismo y sus grandes “templos comerciales” parecen hipnotizar y apoderarse de todas nuestras inquietudes y aspiraciones.

Podemos intentar remontarnos sobre todo este barullo y ver el paisaje desde más arriba. Parece que este tiempo nos evoca sentimientos más humanos. Igual que es bueno tomar la fruta de temporada, hemos de tomar y sacar partido de todo lo positivo que trae cada tiempo para educarnos y educar a nuestros hijos. ¿Qué tal si al final de año hacemos balance de cómo fue nuestra calidad humana y cogemos ánimo para trabajarlo de nuevo con ilusión? Seguro que todos estamos de acuerdo en que una persona vale más por su “ser” que por su “tener”. Por ello, puede ser interesante pararnos a pensar en cómo podríamos aumentar nuestra calidad del ser. ¿De qué nos sirve tener prestigio, inteligencia, riqueza y belleza si como personas no somos nada?

Podríamos, por ejemplo, trabajar la empatía; decirnos:” voy a ver si escucho con más atención lo que me dice el otro, ponerme en su lugar, intentar comprender lo que siente… no despreciar sus comentarios, sino, al contrario, tenerlos muy en cuenta”

También podría ser abajarme a mi hijo, buscar el tiempo para jugar con él con más calma, como si no tuviera nada más que hacer…Estos ratos unen mucho. Probadlo. Además ganamos tiempo, porque esa sintonía padres-hijos hace que luego estén más suaves y receptivos a lo que les propongamos para su educación. Un gran pedagogo decía: “si queremos que los niños entren en nuestro mundo (la educación), hemos de saber estar primero nosotros en el suyo (el juego)”.

Otra posibilidad es rebajar nuestros humos (los humos son siempre contaminantes. No hay nada como respirar aire puro, a pleno pulmón). ¿Qué tal si olvido aquellas palabras que me hirieron y producen tanta distancia con aquella persona que me las dijo? (incluso entre nosotros, padre y madre). Abramos la ventana y ventilemos. Esos “archivos” no hacen más que daño al ánimo y no producen bienestar a nadie. Tengamos un gran corazón, aprendamos a olvidar y disculpar, que es uno de los pilares de la convivencia. Todos, incluidos nosotros, tenemos fallos; tan natural como la vida misma. Démonos un margen, seamos comprensivos, seamos valientes y demostremos nuestra talla acercándonos al otro y reconociendo nuestra parte de culpa y error. Esto derrumba todos los muros y divisiones entre las personas y produce una unión mayor incluso que la anterior al incidente.

En los niños y adultos esta sensibilidad también requiere trabajo, no penséis que crece sola. Al contrario, inicialmente los niños nacen con ella, pero si no se educa, llega a adormecerse o incluso perderse. Podríamos compararlo con la pérdida de sensibilidad en las manos, cuando se van encalleciendo con el paso de los años, de los trabajos duros… y no se cuidan.

De este modo, hemos de cuidar estos detalles que nos hacen más sensibles, más humanos.

Regalemos esto por Navidad. Regalémonos.

CUENTO DE NAVIDAD:

Roberto y Carlos eran dos hermanos que, como muchos niños, tenían sus peleas y riñas de vez en cuando. A pesar de todo, se llevaban bastante bien, pues cuando estaban en casa se buscaban y solían jugar mucho juntos.

Roberto era el mayor, tenía 9 años; era activo pero también sabía estarse quieto y echar bastante tiempo a pintar, cosa que se le daba bien y por eso le gustaba mucho. Carlos tenía 6 y era bastante movido, le gustaban mucho los deportes y jugar al aire libre.

Cuando llegó la Navidad y la hora de escribir la carta a los Reyes Magos, Roberto lo tenía muy claro: un coche teledirigido y unos colores. Quería una caja concreta de colores que había visto, que tenía un montón de tonos. Carlos prefirió un balón de fútbol y como no sabía que otra cosa, quizás por imitación más que por gusto, también pidió colores, pero sin especificar mucho cuales, pues total ni cayó en la cuenta, ya que no le iba mucho en ello.

Llegó la noche esperada y con gran emoción cada uno encontró sus regalos bajo el árbol de Navidad. Se pusieron los dos muy contentos, pero cuando Carlos vio que su estuche de colores era bastante más pequeño que el de Roberto empezó a protestar. No es que le importaran mucho los colores, pero no le hacía gracia que el otro tuviera más que él. Así somos. En fin, después de un rato de quejas, pusieron los colores nuevos en unos botes que tenían para lápices (cada uno en su habitación), se pusieron a jugar con el coche y el balón y olvidaron el incidente.

Al día siguiente, fueron al parque con sus juguetes tan contentos. No llevaban mucho rato cuando, sin querer, Carlos chutó su balón y le dio al coche de Roberto de pleno. Imaginaros cómo saltó Roberto. Gritó e insultó a su hermano e hizo ademán de salir corriendo tras de él, quien huyó a buscar refugio en sus padres. Después de un buen rato de tensión la cosa se calmó, sobre todo porque se pudo comprobar que el coche funcionaba perfectamente, sólo que se había abollado el chasis y se había quedado sin puerta. Con todo, ¡qué disgusto, con lo nuevecito que estaba!

Por la tarde, cuando los ánimos estaban totalmente serenos, papá habló a Roberto y mamá a Carlos sobre lo ocurrido por la mañana:

-Roberto, hijo. ¿Cómo crees que te has portado esta mañana?

-Mal- dijo secamente Roberto.

-Yo comprendo el disgusto que has tenido… ¡También ha sido mala suerte, caramba! Pero has de comprender que en la vida hay muchos accidentes. Carlos lo ha hecho sin querer y él mismo tiene mucha pena de habértelo estropeado. Yo creo que el pobre no va a dormir tranquilo pensando en el disgusto que te ha dado y por cómo lo has tratado. ¿Qué tal si le pides disculpas de tu reacción tan agresiva?

Por otro lado, mamá dialogaba con Carlos:

- Oye Carlos, ya sé que ha sido sin querer lo del balonazo de esta mañana, y aunque no ha estado bien la reacción de Roberto, comprende que le ha afectado mucho que se le estropee el regalo de Reyes, recién estrenado… Piensa qué sentirías tú si te hubiera pasado a ti. ¿Y si le pides perdón? De paso, todos aprendemos que conviene tener cuidado y mirar cuando vamos a tirar un balón.

Antes de ir a la cama, ya se habían disculpado, cada uno de su parte y jugaron la mar de bien. Por fin, se acostaron.

Al cabo de un rato, Roberto no podía dormirse. Recordaba la cara de angustia de su hermano cuando vio el coche roto y de cuando chilló a su hermano Carlos. Ahora le daba pena; la verdad es que se había pasado gritando, ¡pobre Carlos, vaya susto había pasado! Roberto pensó que si le hubiera pasado a él, también se hubiera quedado bloqueado y atemorizado, porque ¿cómo se arregla algo así? Después de todo, mala suerte la puede tener cualquiera; al pensar esto se sintió hondamente arrepentido de su reacción y deseó poder aliviar a su hermano. Entonces, se le ocurrió una idea: ¡ya sé, le regalaré unos cuantos colores de los nuevos; total, yo tengo muchos y él se alegrará!

Dicho y hecho, Roberto se levantó, cogió a oscuras un puñado de colores del bote y en silencio se pasó a la habitación de su hermano y se los colocó con cuidado en su bote. Entonces volvió a su cama y se durmió muy contento de su decisión.

Mientras, Carlos dormía un tanto incómodo, de hecho se despertó sobresaltado con una pesadilla. Soñaba que, después de su balonazo, el coche de Roberto fue atropellado por un coche y quedó hecho polvo. Roberto quedaba paralizado viendo su coche en el suelo mientras silenciosas lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas.

¡Pobre Roberto! -pensó Carlos impresionado. – Menos mal que todo ha sido un sueño, con todo… se ha quedado tan chafado… Ya podía yo haber tenido más cuidado, de hecho algo me decía que no tirara en aquella dirección. ¡Anda! se me ocurre una idea, ya que le he estropeado el coche, podría compensarle de alguna manera… ¡Voy a darle un puñado de mis colores, a él le encantan!

Entonces, se levantó, cogió un puñado de colores, fue sigilosamente a la habitación de Roberto y los depositó en el bote de colores de su hermano. Volvió a su cama y ¡ahora sí que durmió a gusto!

A la mañana siguiente, Carlos deseaba ver la cara de sorpresa de Roberto cuando viera tantos lápices en su bote. Por eso propuso que podían pintar juntos para estrenar los colores. Roberto, que tenía el mismo deseo, encontró estupenda la propuesta.

- ¡Anda!- pensó Carlos para sus adentros- si me quedan casi los mismos colores que antes. Pues vaya, Roberto no va a notar diferencia… esta noche tendré que pasarle alguno más.

-Vaya – pensó Roberto para sí, también- pensaba que ayer había dado a Carlos bastantes colores, pero veo que no, apenas noto diferencia. No sabía que tenía tantos, creo que esta noche puedo darle sin miedo otro buen puñado, que aún tengo muchos.

Y con este secreto tuvieron que esperar pacientemente que llegara la noche, sintiéndose inclinados a favorecer al otro a lo largo del día ya que sentían lo poco exitosos que habían estado con el anterior intento.

Por fin, se acostaron. Al cabo de un rato Roberto se levantó y cogió un generoso puñado de colores para su hermano. Salió al pasillo y… allí se chocó con Carlos que venía con otro manojo abundante de colores. Al principio se quedaron perplejos, pero pronto se dieron cuenta de lo que estaba pasando y se conmovieron al ver los buenos sentimientos que el otro también tenía para con él. Desde entonces se puede decir que son hermanos que se quieren con toda el alma.

viernes, 12 de noviembre de 2010

EDUCAR CON CUENTOS: EDUCACION SOCIAL


Siguiendo el esquema descrito en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS, os proponemos el tema de la educación social.

Otro tema para trabajar con los niños. Hay muchos ámbitos donde practicarlo. Nosotros proponemos cuatro áreas; cada cuento trata una, para poder trabajar todo el mes sobre esto:

  • Educación en la mesa (cómo se debe comportar uno en la mesa)
  • Educación en lugares públicos (autobuses, bibliotecas, salas de espera, tiendas…)
  • Educación al hablar (tonos, respeto, maneras…)
  • Educación social (saludos, pedir permiso o disculpas…)

En realidad, una semana queda corta para trabajar un aspecto. Sólo queríamos mostrar las muchas facetas que se pueden tener en cuenta, pero luego cada uno que lo adapte a las necesidades y tiempos que vea necesario para sus hijos.

¡Cuántas cosas nos gustaría que hicieran bien nuestros hijos, sobre todo cuando descubrimos, apurados ante otras personas, sus malos modales o comportamientos! Por ejemplo cuando acompañamos a nuestro hijo a un cumpleaños y aparece la anfitriona con una fuente de patatas fritas. Observamos como todos los niños, incluido el nuestro, se abalanzan como un solo hombre sobre ellas y en pocos segundos “extinguen” la especie. Parece que no valen de nada las observaciones que padres/madres les hacemos en ese momento, por más que les reprochamos, avergonzados y escandalizados de sus modales. O cuando se va en autobús público y actúan sin darse cuenta que existen otras personas, moviéndose sin cuidado o alborotando con risas y gritos, que parece imposible controlar.

Ya sabemos que es muy difícil conseguirlo en poco tiempo. Pero esto no tiene que desanimarnos. La constancia alcanza grandes logros en la vida.

Muy bien, diréis, pero ¿cómo hacerlo, si ya les hemos dicho mil veces cómo debe portarse y no nos hace caso? Podría ayudar tener dos principios:

  • No caer en aquello: “Imposible, no hay quien pueda con ellos”. Si lo dejamos correr ya si que no hay nada que hacer, y eso es, sin duda, un grandísimo mal para ellos. No ceder, de ninguna manera, a la tentación de quitarle importancia. Aunque sean niños, deben ser educados.
  • Tener muy claro, nosotros educadores, que debemos enseñar que hay que hacer lo correcto y no lo incorrecto. Si estamos muy convencidos de esto será muy fácil y natural el aprendizaje.

Pongamos de nuevo el caso del cumpleaños. Si no nos hicieran caso de las advertencias a la primera (señal de que ese punto lo llevan flojo y se debe trabajar), no menear la cabeza como diciendo: “Estos chicos…” y no hacer absolutamente nada. No. Habríamos de buscar un rato de diálogo tranquilo en casa:

“- Oye, ¡qué bien nos lo hemos pasado! Dime qué es lo que más te ha gustado de la fiesta y lo que menos. Luego yo también te diré lo que más y lo que menos me ha gustado.

- pues tal y tal.

- muy bien… pues a mí, lo que más… y lo que menos ver como os lanzábais sobre las patatas. No es bonito ser tan desesperado y caprichoso…además no pensasteis en otros niños que puedan venir después, les dejasteis sin nada. (Podéis darle muchas otras razones, que las hay). Mira, no lo vuelvas a hacer más. Para ir a un cumpleaños hay que saber estar en un cumpleaños. La próxima vez lo haremos bien, y si no sabemos estar, sencillamente no iremos al siguiente (y lo que se dice se hace).

¿No creéis que esto es mucho más efectivo?

Tocaría también hacer un recordatorio de la buena conducta el día que el niño vaya a ir al próximo cumpleaños (o cualquier otra visita). Y después hablar sobre eso a la vuelta. En la educación hay mucha tarea preventiva, que evitará muchos fallos.

En las ocasiones oportunas, hacerles pensar en el fin que tienen las cosas y por tanto cómo es el uso correcto de ellas. Pongamos algunos ejemplos:

Si cogen propagandas sin ton ni son, hay que hacerles pensar que posiblemente el anunciante no tenía intención de pagarle los quince aviones de papel que hizo, si no que querría que llegara la información de sus productos al mayor número posible de gente. Por eso, si nos interesa la información la cogemos, si no, la dejamos para otros vecinos que puedan quererla. Además aprendemos a no malgastar papel, que ya sabemos que reduce la tala de árboles.

Algo muy similar pasa con las bolsas de plástico que algunos supermercados aún regalan. Se cogen las necesarias para transportar los productos comprados. Nada más.

Otro ejemplo es el uso del agua de las fuentes públicas. Hacerles pensar que el agua es un recurso limitado que hay que ahorrar, no la derrochemos en juegos innecesarios (¡tantos litros que se llegan a gastar en verano en globos de agua y lo sucio que queda el parque con los restos de globos explotados!) El agua es para saciar la sed o limpiarse en un momento determinado y debemos cuidar de no malgastarla, igual que lo hacemos en casa. Fijémonos que cuando las cosas son nuestras y las pagamos (pequeño detalle) educamos mejor y usamos las cosas más correctamente. Sin embargo, la educación de los hijos debe seguir el mismo criterio si queremos ser auténticos, coherentes.

Todo esto lo podemos extender al uso de mil cosas: parques, columpios, papeleras, bancos… pensar para qué se ha hecho algo y respetarlo, que supone usarlo correctamente. Cuando llegue la oportunidad, que “llueva” un criterio:

“Qué banco tan estupendo, dan ganas de sentarse… vamos a sentarnos y tratarlo con cuidado para que otros se lo encuentren tan limpio como nosotros…”

Debemos decirles también que así cuidamos nuestra ciudad y la sociedad en su conjunto, y por consiguiente el medioambiente y los recursos del planeta.

Esta firmeza y constancia en enseñarles estos aspectos tiene mucha más importancia de la que parece a simple vista. Les ayuda a comprender que las cosas tienen su propio sentido y que no se pueden usar a nuestro antojo, como si fuéramos los reyes del mundo. El que aprende a respetar las cosas también aprenderá a tratar con respeto a todas las personas.

Realmente esta actitud nos enriquece y al contrario, nos empobrecemos cuando somos seres egocéntricos que usamos las cosas a nuestra conveniencia, de forma caprichosa y hasta irracional. Sin ese respeto es difícil aprender a convivir.

De este modo adquiere importancia cualquier pequeño aspecto de la educación social.

JUEGO MOTIVACION PARA EL MES DE LA EDUCACION SOCIAL

Como juego motivación se pueden confeccionar con los niños dos pequeñas marionetas de dedo, muy sencillas (de tela o más rápido con papel o cartulina). El pelo pintado o con lana anudada. Se llamarán PIKI y POKI. Son unos personajes muy, muy educados. Vamos a cortar papeletas donde pondremos una consigna para cada día.

  • La 1ª semana trabajaremos normas de EDUCACIÓN EN LA MESA (Cómo se come).
  • La 2ª semana trabajaremos: EDUCACIÓN EN LUGARES PÚBLICOS, (por ejemplo: no chillar, ni correr en tiendas, bibliotecas…; no curiosear o tocar en las tiendas, en el médico…).
  • La 3ª semana: EDUCACIÓN AL HABLAR (no contestar a padres y educadores, no alzar la voz, hablar a todos con respeto…).
  • La 4ª semana: EDUCACIÓN SOCIAL (Saludar al entrar o salir de una casa, al encontrar vecinos; no subir corriendo las escaleras, ni entrar atropellando en una casa, no curiosear en casas ajenas ni meterse en las habitaciones sin permiso, pedir permiso para coger algo)

Cada semana se invita a los niños que digan consignas sobre la educación que queremos tratar esa semana y anotamos unas diez consignas en tiras de papel. Que digan ellos primero y luego les damos ideas. Por ejemplo: no tocaré nada de la tienda, me sentaré correctamente sin echar la silla para atrás, no hablaré con la boca llena, diré buenos días al primer vecino que encuentre, dejaré que sea mi hermano quien apriete el botón del ascensor, diré a papá o mamá : ¿te puedo ayudar en algo? … Cada semana buscamos aquellas que se ajusten más al aspecto que se esté trabajando.

Las plegamos y las metemos en un bote. En ese bote se meten PIKI y POKI. Cada mañana, papá o mamá se ponen la pequeña marioneta y hacen salir a nuestros amigos del bote, lo mueven e invitan al niño/a a coger un papelito. Se lee y se propone de consigna para ese día. Por la noche PIKI y POKI nos preguntan cómo ha ido.

Acordáos que somos nosotros, padres y educadores, los que tenemos que recordárselo durante el día. Si lo hacemos, seguro que ellos querrán.


HISTORIA DE LA PRIMERA SEMANA: EDUCACIÓN EN LA MESA.

Había una vez un rey que quería casar a su hija. Deseaba para ella un hombre educado, como su linaje pedía. Por ello invitó a una fiesta a príncipes de otros países, y también a duques, marqueses y condes.

Su ministro dudó en invitar a tres nobles caballeros por no ser de rango tan superior, pero como eran conocidos en toda la comarca por su valentía y fidelidad al rey, tuvo la consideración de invitarlos también.

Allí fueron todos, y se sentaron a la mesa. El Rey, que sabía con qué intención habían sido invitados, fue fijándose en cada uno, pensando quien sería el apropiado para futuro esposo de su hija, a quien quería tanto por su delicadeza y amabilidad. No le servía cualquiera.

Empezó la comida, y todos comenzaron a conversar animadamente. Conforme avanzaba el banquete, la decepción del Rey iba en aumento:

– Pero ¡cómo! El príncipe de Guayú... ¡Qué modales! No puedo creerlo... –pensaba– ¡Se ha limpiado con la manga!

Pasaba la vista a otro.

– ¡Será posible! Ernesto se chupa los dedos y está fregando el plato con frenesí.

Pasaba la vista a otro.

– ¡Dios mío! El Marqués de Ribazón ha empujado el último bocado del plato con el dedo...

– ¡Por favor! Que forma de escupir hablando tiene el conde de Ribaherrera, pobre de mi hija si estuviera a su lado.

– ¡Oh! ¡Vaya codazo y risotadas pega el príncipe de Solimán! ¡No quiero que traten con tan poca delicadeza a mi hija!

– Vaya con el Duque de Bellaterra... ha dejado todos los platos de calamares vacíos sin pensar en el resto de los comensales … y ha dejado en su plato todos los trozos de pimiento a un lado. ¡Vaya caprichoso!

¡Si unos caballeros comían así, cómo serían de maleducados en su trato! Seguramente igual de brutos y descorteses.

Pero... ¡eh! ¿quiénes son aquellos tres del final? ¡Ah! Sí, son mis fieles caballeros, nobles pero de sencilla educación. ¡Caramba! ¡Qué educados parecen! Se fijó con atención y descubrió uno en la conversación con sus compañeros. Agradecía todo y parecía tener delicada educación. Se sintió vivamente complacido.

– ¡Creo que ya tengo al que busco! – Imagino a mi hija bien querida y tratada por ese caballero. Será delicado de trato y respetuoso con ella. Vale más eso que todos los rangos del mundo.

Y así fue como aquel caballero se casó con la princesa, y fueron muy felices.

Hoja dibujo-texto Educación en la mesa


HISTORIA DE LA SEGUNDA SEMANA: EDUCACIÓN EN LOS LUGARES PUBLICOS.

No os vayáis a pensar que Sergio y Elena eran niños demasiado traviesos. No, eran niños normales, juguetones. Pero, claro, hay que saber distinguir dónde y cuándo se puede jugar. Ellos, a pesar de ser mayorcitos, ya tenían 8 y 5 años, aun no ponían mucha atención a eso de dónde y cuándo. Era más divertido jugar SIEMPRE.

Ni que decir tiene el día que iban en autobús, como siempre iban en el coche de papá y mamá, aquello del autobús era una fiesta, y en cada curva gritaban.

–¡Mira! ¡Mira!, ¡ja, ja!, mientras dejaban oscilar el cuerpo agarrándose sólo de una mano a la barra.

Sin querer, claro, molestaban. A veces sólo eran los gritos, y otras dando algún golpe a algún pasajero. Estos, ponían cara de desagrado, pero ellos ni se enteraban, porque seguían jugando.

Cuando iban a comprar también era un problema. Sus padres sufrían porque, por más que les advertían, ellos se metían en su mundo de juegos y a reír y correr. Tocaban todos los artículos que les llamaban la atención; esto ponía muy nerviosa a mamá. Cuando se daban cuenta lo dejaban, pero al cabo de un minuto, ya estaban tocando otra cosa. ¿Y jugar al escondite entre los estantes? ¡Era fascinante! Y luego a correr por los pasillos, sobre todo en los almacenes de grandes superficies.

Si iban a casa de los primos, como vivían en el segundo piso, subían corriendo por las escaleras y entraban atropellando a la casa para ver quien entraba el primero, y por supuesto ni saludaban.

Y la última vez que fueron al médico fue desesperante. Tenían que probar todas las sillas de la sala de espera, y dentro de la consulta no paraban de tocarle todo al Dr. Vázquez, que tenía mil aparatitos en su mesa.

Esto último alarmó a papá, ¡Esto no puede seguir así! Lo pensaron seriamente y les propusieron el siguiente plan:

– Mirad, vivimos en sociedad, y podemos molestar verdaderamente a los demás. Por tanto, hemos de aprender a comportarnos, y además tajantemente: No se puede jugar y gritar en lugares públicos. Y es bueno saber estar tranquilos en algunas situaciones: ¡Lo vamos a conseguir! ¿Cómo? No pasándonoslo más veces, ¿verdad que queréis superarlo? Por ejemplo, si subís corriendo la escalera, bajaremos y volveremos a empezar, hasta que lo hagamos correctamente. Si molestamos al médico o a algún señor, le vamos a pedir perdón, aunque nos dé mucha vergüenza. Y si no hacemos caso a los avisos de papá y mamá, que serán como mucho dos, al llegar a casa, como ya habéis jugado mucho, habrá llegado el tiempo de trabajar o estudiar ¿de acuerdo?

Y así fue como Sergio y Elena se convirtieron en los niños más educados de la escalera.


HISTORIA DE LA TERCERA SEMANA: EDUCACIÓN AL HABLAR.

Era un pueblo de montaña muy bonito, la gente era pacífica y se conocían todos. El único un poco distinto era el señor Abuyuyu, que vivía en las afueras. Tenía un precioso huerto y sus cerezas eran famosísimas por lo hermosas y sabrosas que eran. Las vendía a buen precio en el mercado. El señor Abuyuyu era temido por todos. Era tremendamente huraño e insocial. Tenía tres perrazos en su finca, que daba miedo verlos hasta de lejos.

En el pueblo vivía una familia de amables agricultores, que tenía tres hijos varones. Uno de ellos era Eduardo, un joven siempre sonriente y amable. Todos lo decían.

Ocurrió que un campesino se puso muy enfermo. Su hijo, Miguel, era amigo de Eduardo, y a pesar de ser amigos, eran bastante distintos de carácter. Miguel era más bien brusco y algo fanfarrón.

El médico del pueblo recetó una curiosa solución: “Come cerezas todos los días”.

Eduardo cuando visitó al padre de su amigo y se enteró de la receta dijo:

– ¡Ah, pues iré a pedirle al Sr. Abuyuyu, ya que en el mercado aún no se venden.

– Ja, ja – rieron Miguel y su padre – ¿Al sr. Abuyuyu? ¡Qué tonterías dices, no te dará ni una!.

– Padre –dijo Miguel– yo las conseguiré aunque tenga que pelearme con él.

Miguel aquella noche saltó la valla del sr. Abuyuyu. A los pocos metros tuvo que huir rápidamente, pues los tres perrazos salieron en su persecución. A duras penas le dio tiempo a saltar la empalizada. ¡Vaya susto de muerte! Lo intentó de nuevo con unas cañas largas, pero tampoco. Otro día esperó a que el sr. Abuyuyu saliera a pasear sus perros al prado, pero cuando entró, metió la bota en un gran cepo, y allí tuvo que dejarla para poder librarse de la trampa. De este modo ya dio por imposible la empresa.

Sin embargo, Eduardo, confiado en su buen deseo, se acercó a la finca del sr. Abuyuyu, y aunque asustado por los perros, tocó la campana de la puerta.

– Buenos días, Sr. Abuyuyu – dijo con su típica y amable sonrisa. Resulta que un amigo está enfermo y necesita cerezas para curarse, yo he pensado si usted sería tan amable de proporcionarme algunas, pues... cerezas como las suyas no hay en el mundo entero.

Cual fue su sorpresa cuando Abuyuyu se puso a llorar. ¡Hacía años que nadie iba a verle, y menos aún le habían pedido un favor con tal amabilidad y confianza! Todos le trataban con antipatía. Esta situación había acabado agravando su carácter. La actitud de Eduardo le había ganado el corazón.

Cuando Eduardo llegó a casa de Miguel con el cesto lleno de cerezas, comprendieron que se consigue más por las buenas que por las malas.

Hoja dibujo-texto Educación al hablar


HISTORIA DE LA CUARTA SEMANA: EDUCACIÓN SOCIAL.

Isidro, aunque tenía sólo 5 años, llamaba la atención, ¡Qué educado era! Por la mañana, al ir al colegio, si se encontraba con algún vecino decía: “Buenos días”. Lo mismo hacía al volver a casa por las tardes, que entonces estaba su abuelo:”Hola abuelo, ¿Cómo estás?” Nunca se olvidaba de saludar, como otros niños que ya entran corriendo o hablando como si no hubiera nadie en casa.

En clase, su profesora María estaba encantada. Y se lo decía a las otras profesoras.

– Este Isidro da gusto. Todo lo pide por favor, y siempre pide permiso. El otro día terminó la ficha de los primeros, junto a Manuel. Como ya saben que el que acaba puede irse a un rincón a jugar, Manuel se fue a la biblioteca. Pero Isidro viene y me pregunta: “¿Puedo jugar ahora a las construcciones, por favor?” Me encanta oírle tan educadito.

Maribel, otra profesora, intrigada, le estuvo observando en el recreo. ¡Y era cierto! Observó como Isidro vio a unos niños jugar, se les acercó y dijo: ¿Puedo jugar yo también, por favor?

– Vale – le dijo el otro niño, encogiéndose de hombros.

Laura también observó un detalle. A la salida del colegio, vio como al salir Isidro saludó a su madre y dio un abrazo cariñosísimo a su hermanito pequeño que iba en un carrito.

Ocurrió que llegaron las fiestas de Navidad, y el director del colegio les dijo a las profesoras de infantil que iban a venir los Reyes Magos al colegio a visitar a los niños. Debían escoger un niño o niña para recibir a los Reyes, y saludarles en nombre de todos.

Las tres profesoras María, Isabel y Laura pensaron al instante en Isidro. ¡Lo hará muy bien, y no hay miedo que diga alguna contestación de mala educación!

Así lo decidieron y se lo dijeron a Isidro. Este se puso loco de contento:

– ¡Qué suerte mamá! –dijo– Me toca a mí coger de la mano a los Reyes Magos.

Al llegar el día, además de la alegría, tuvo la gran sorpresa de que le montaron a él en un camello que habían traído los Reyes Magos al patio del colegio. ¡Todos los niños le miraron con admiración!

lunes, 4 de octubre de 2010

EDUCAR CON CUENTOS: LA OBEDIENCIA

Siguiendo el esquema descrito en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS, os proponemos el tema de la obediencia.

PARA LOS PADRES:

CUANDO SON PEQUEÑITOS:

¿A que este tema es el que queríais? Pues sí, este tema sí que nos interesa a los padres y nos lleva de cabeza. Aunque no se pueda asegurar una obediencia instantánea y con buena cara, sí que existen pautas para que los niños se acostumbren a que se hace lo que dicen los padres y no lo que decidan ellos. Nos encontramos ante una época en que nos hemos acostumbrado a que los hijos tengan que estar de acuerdo con lo mandado. Y no es preciso que sea así; indudablemente mejor si lo están, pero hacemos muy bien cuando les mandamos lo más formativo para ellos, aunque no les guste. Sino decidme: ¿dudamos de mandarlos al colegio, aunque lloren? ¿dudamos de vacunarlos aunque ellos no quieran?

Si observamos la naturaleza, por ejemplo los pajarillos, éstos están en su nido mientras se van criando y son los padres los que, por instinto, los alimentan, cuidan y velan continuamente. ¿Por qué? Porque hasta que no son adultos y no se valen por sí solos, son presa facilísima de otras especies. Cuando alcanzan la madurez, ya no tiene sentido este cuidado y vuelan independientes a realizar su vida.

En el hombre ocurre algo parecido. Nuestros hijos, como las crías, necesitan que se les cuide hasta la madurez; ¡hay tantos peligros! Lo que ocurre es que el hombre, como ser racional, aparte de madurar el cuerpo, necesita madurar también su razón, su mente, su inteligencia. Aunque su cuerpo esté maduro alrededor de los 14 años, su razón aún no, se necesitan unos años más, aún no son capaces de razonar, escoger, decidir…del modo más conveniente, más provechoso, de ahí que la mayoría de edad venga después. Quiere decirse que, mientras estén a nuestro cargo, los padres, movidos única y exclusivamente por su bien, hemos de orientarles. Los padres tenemos la responsabilidad de su formación y por ello el deber de tomar las decisiones que creamos mejores para ellos. Y esto está muy requetebién, aunque a ellos no les guste. Se habla del Síndrome del Emperador, niños que se creen con derecho a decidir y mandar…y así deciden, de hecho, el lugar de vacaciones, a qué hora se acaba una visita, a qué hora se acuestan, o qué canal se ve en casa. Además, los niños sólo piensan en jugar, no tienen la capacidad de imaginarse su porvenir por eso siempre tiran a lo más fácil y cómodo. Ahí estamos nosotros para avisarles de ese espejismo engañoso. ¿Cómo vamos a dejar en manos de un inmaduro ciertas decisiones, que a menudo afectan a su vida, presente o futura e incluso a toda la familia? Nosotros hemos de darles los criterios, la firmeza y seguridad que a ellos les falta.

Igual que no dudamos en llevarles al colegio o ponerles un tratamiento doloroso ante una enfermedad que lo necesite, tampoco hemos de dudar en las decisiones que veamos convenientes para ellos: hacerles colaborar (claro que sí); no comprarles algo que, por lo que sea, nos parezca inadecuado…etc.

Que tengamos que mandar y decidir no quiere decir, ni muchísimo menos, que seamos dictadores; ni tampoco que se pueda hacer de cualquier manera. Este es un gran peligro que corremos los padres. Siempre hay que hacerlo sin intereses personales ni egoistas, buscando única y exclusivamente su bien. En realidad, ser padres no es motivo de soberanía sino de servicio, servicio a la vida. No se puede, ni de lejos, abusar de la autoridad. Hay que orientar siempre dialogando, razonando, sin enfados ni gritos. Toda persona, incluso los niños merecen todo el respeto.

ALGUNAS PISTAS PARA FACILITARLES LA OBEDIENCIA:

  • No preguntarles tanto. No quiere decirse que no se pueda hacer, pero ¡cuidado! Si les preguntamos por costumbre, crecerán con la certeza de que son los que tienen la última palabra en todas sus cosas y el derecho a que nosotros se lo proporcionemos. ¡Qué peligro! Preguntas como:
-¿qué quieres para merendar?
-¿nos vamos ya?
-¿no te pones a hacer los deberes aún?

Podrían cambiarse por:

-Toma la merienda, hoy toca jamón ¡ñam!
-Cariño, es hora de marchar.¡Vamos!
-Ya ha llegado la hora de hacer los deberes

Que se acostumbren a obedecer. No importa que se quejen (¡a quién no se le escapa una queja ante una tarea que nos disgusta o un contratiempo!) Démosles un margen para desahogarse, con el tiempo irá a menos. Se quejan porque no les gusta lo mandado, pero no siempre quieren decir con eso que no están dispuestos a hacerlo, sino ¡caray!¡qué rollo ¿no?! No cedáis ante sus lloros y gritos, que a veces parece que los estén matando ¡que exagerados ¿verdad?! Si nos conocen, aunque se quejen, en su interior bien saben que aquello hay que hacerlo. De nuestra firmeza depende el éxito de aprender a obedecer, si cedemos ya habrán aprendido que con ponerse pesados, super pesados o archirrequetesuper pesados lo conseguirán. 

  • No jugar al ping- pong. Por ejemplo:
- Recoge los juguetes.
- No.
- Si.
- Que no.
- Que te he dicho que recojas los juguetes.
- No quiero.
- Oye, ¿cómo tengo que decirte las cosas? Recoge los juguetes ahora mismo.

No les devolvamos la pelota, si no, la volveremos a recibir. Además, les enseñamos a contestar. Realmente, nuestra autoridad, nuestro sí, vale porque somos sus padres, no porque lo digamos más veces, más fuerte o los últimos. Se han de acostumbrar a que las cosas se mandan una sola vez y basta.
  • Ponerles límites. Si vemos una tendencia clara de que cuando hablamos y damos una orden somos ignorados, no debemos permitirlo. Si no podemos con ellos ahora, ¿qué será después ? En todos los colectivos hay unas normas y debemos saberlas cumplir. ¿Os imagináis un colegio, o un país donde no se respetara la autoridad y cada uno hiciera lo que quisiera? Sería un caos.
Por eso es tan positivo educarles en el cumplimiento de las normas, valorando que es necesario para que los grupos funcionen bien. Con suavidad, pero con determinación y firmeza podemos recordárselo, p.ej: “¿no dijimos que ordenarías la habitación? Bueno, no te preocupes, aún tienes tiempo antes de salir a la calle … “ y tener nosotros muy claro que éste es el orden correcto y no se puede invertir, es decir, primero se trabaja y luego se descansa (sino han trabajado ¿de que van a descansar?) y nunca ceder por aburrimiento. Esto es poner un límite.

CUANDO SON MAYORCITOS:

Hay que compaginar autoridad y libertad. Ni vale decirles el prehistórico:”Por que lo digo yo y basta” ni ser padres cómodos que lo consienten todo y renuncian a su primer y más precioso deber hacia los hijos: educarles.

La dosis de autoridad y libertad ha de variar según los casos y circunstancias, dependiendo de la edad y aptitudes de los hijos para tomar rectamente sus propias decisiones. Cuando son pequeños es necesario llevar de la mano su voluntad, pero después habrá que ir soltando esa mano para que su voluntad se vaya acostumbrando a andar sola. Primero habrán de obedecer a la fuerza, después la autoridad llegará a ejercerse por prestigio y amistad.

El “porque lo digo yo” puede ser una razón válida cuando son muy pequeños o cuando se han puesto tercos, muy tercos, pero normalmente no será la mejor manera de hacer valer nuestra autoridad, porque son seres racionales y quieren comprender por qué se les ordena esto o lo otro.

El ideal no es hacer de ellos unos hijos obedientes sin más, sino unos hombres y mujeres responsables, es decir, que sepan obrar libremente el bien. Toda la ciencia, toda la técnica y destrezas que podamos transmitirles no pueden compararse con el bien incomparable de enseñarles a usar rectamente su libertad.

La educación no se ha de imponer de una manera gravosa, aburrida, machacona y cansina. La verdadera educación ha de ser capaz de penetrar, sin violencia y con profundo respeto, en ese punto secreto de cada persona donde se activan de una forma totalmente libre los mejores recursos de la personalidad de los hijos.

Ya merece la pena que empleemos toda nuestra paciencia, respeto, cariño y firmeza para conseguir tan altísima meta.



PARA LOS NIÑOS:


(Ideas que podéis usar y adaptar a vuestro gusto para hablarles del tema)

Imagínate que se te rompiera un brazo y te pusieran una escayola. Y que un día tienes mucho calor, te pica bastante y con mucha cara de lástima me pides que te la quite de una vez. ¿Qué debería hacer mamá/papá? (a ver que dice el niño). Si somos buenos padres te tendríamos que decir que no, que por tu bien has de soportar las molestias de ese correctivo en el brazo hasta que se te suelde en la postura adecuada. Si por lástima, por aliviarte momentáneamente, te lo quitáramos, sería mucho peor para ti. Te soldaría en mala posición y quedaría mal para toda la vida.

Cuando papá o mamá te mandamos algo, es por tu bien, aunque a ti te parezca pesado o costoso. Es bueno ponerse a estudiar, es bueno ser ordenados, venir a cenar cuando te llamamos… Es importante que tú mismo seas valiente y desees esas orientaciones. Es bueno que escuches a los papás y hagas lo que te pedimos. Si tú te acostumbras a hacerlo bien, tu personalidad crecerá correctamente; si tú eres caprichoso y haces sólo lo más fácil y lo que te apetece, tu voluntad crecerá torcida y raquítica. ¿Ves? Sería muy malo para tí, serías como un "enfermo" de voluntad. No hay nada como estar sanos ¿verdad?

Debes ser muy obediente ¿quieres que nos lo propongamos? No empezaremos por todo, pero por lo menos podemos esta semana… (concretar un par de puntos; no creo que cueste encontrar dos o tres… tenemos un buen surtido). Y haremos un juego.

JUEGO MOTIVACIÓN:

Como les gustan mucho las aventuras podríamos tener como una gran senda, que lleve a Barbarroja a un tesoro. Para llegar al tesoro debemos ir dando pasitos de “obediencia”, cada logro, una huella.Los padres pueden pensar en qué momento conviene reforzar la obediencia: si para ponerse a los deberes pronto, o para acostarse o levantarse, o para estar puntuales a la hora de salir al cole... o en varios momentos. No se trata de agobiar, pero por lo menos que haya avance en algún punto concreto. Según sean los niños de dóciles o no, pueden ser suficientes dos o tres puntos fuertes, o si se puede y les gusta, más.

Al llegar al cofre, podemos entregarles el mapa de un tesoro. El tesoro puede estar escondido en la casa; si es la hora de la merienda, puede estar en el congelador y ser un helado u otra merienda especial, también puede ser una carta donde le digamos lo que le queremos y que les ha tocado que los papas jueguen con él al lobo (pero tirándose por el suelo y todo ¿eh?) u otra cualquier cosa que queráis imaginar.

Los juegos de motivación conviene que los mantengáis vivos durante todo el mes. Es tarea de los padres. A veces se aburren, pero vosotros seguís constantes, como si nada y al cabo de un tiempo, cuando se ven avanzados, vuelven a entusiasmarse. Acabarlos siempre, pues si no, les enseñamos la inconstancia y de alguna manera, que los consideramos unos imposibles y que nos damos por vencidos.

Ahora os presentamos las historias, una para cada semana del mes, para que podáis recordar el tema de la obediciencia, repasar como va, y reavivar el propósito de forma atractiva para ellos.

PRIMERA HISTORIA: "OBEDIENCIA PRONTA"

Había una vez tres mariposas que eran amigas: Violeta, Rosa y Amapola. Violeta vivía en una violeta, por eso se llamaba así. Rosa vivía en una preciosa y olorosa rosa, y Amapola, como podéis imaginar, vivía en una amapola silvestre.

Las tres iban al colegio todos los días, aprendían mucho y se lo pasaban muy bien. Violeta tenía una virtud que las otras dos mariposas no tenían mucho, se trataba de la obediencia.

Por ejemplo os voy a contar lo que les pasó un día. Por la mañana la profesora Susú, les mandó sentarse a trabajar una ficha. Violeta, como siempre, obedeció a la primera y se puso a trabajar con esmero. Sin embargo, Rosa y Amapola, se entretuvieron hablando y empezaron mucho más tarde. De esta manera cuando llegó la hora de ir al recreo, Violeta salió de las primeras y sus dos amigas tuvieron que quedarse a terminar el trabajo. Cuando al fin lo terminaron y salieron al patio, apenas les quedaban tres minutos. Además vieron a Violeta y dos más que tenían unos globos tremendos.

– ¿De dónde los habéis sacado? – preguntaron Rosa y Amapola.

– Nos los ha dado el conserje –dijo Violeta- porque nos ha pedido ayuda un momentito al principio del recreo.

– ¡Vaya suerte!- Si hubiéramos acabado nosotras a tiempo hubiéramos estado en el patio cuando el conserje pidió el favor.

Al cabo de un rato vuelven a clase, y la profesora manda recoger unas construcciones. Violeta obedece pronto, junto con otras mariposas, por ello reciben la felicitación.

Pero lo bueno pasó por la tarde. La profesora los lleva de excursión al campo, porque es primavera y los campos están llenos de flores

– ¡Disfrutad del día, chicos! – dice la profesora, pero venid en cuanto os llame.

Todos vuelan felices, ¡es maravilloso! Juegan, se persiguen, descubren flores nuevas. Violeta, Rosa y Amapola juegan contentas. Descubren una extraña flor y quieren verla de cerca. Vuelan hacia allí curiosas. De pronto se oye a la profesora:

– ¡Violeta, Rosa, Amapola! ¡¡Venid!!

Violeta, como siempre, obedece a la primera, y por ello... ¡Se salva de una tremenda telaraña, donde quedan atrapadas Rosa y Amapola! La profesora les quiso avisar, pero como ellas continuaron su vuelo sin obedecer… Muertas de miedo se ponen a llorar.

Todos corren a ayudarles y la profesora les salva con unas tijeras. Desde entonces prometen ser OBEDIENTES A LA PRIMERA. Han aprendido la lección.

HISTORIA SEGUNDA SEMANA: "OBEDIENCIA ALEGRE"

Pablo era un chico muy protestón. Obedecía... pero poniendo siempre pegas. La verdad es que era aburrido escucharle.

Ya por la mañana se levantaba, pero quejándose de que no quería ir al colegio, que estaba cansado. Después se quejaba de la ropa: quería el chándal azul, y además los calcetines siempre le molestaban. A continuación si le mandaban venir a desayunar se quejaba de la leche. Y finalmente se quejaba cuando le mandaban hacer la cama antes de ir al colegio.

En el colegio, parecido. Con la profesora no se atrevía tanto, porque le daba vergüenza, pero con los amigos sí. Cuando proponían un juego siempre tenía que quejarse de que ¡vaya rollazo! Si le decían de portero, no quería, si le decían que delantero se quejaba del otro compañero: ¡Con fulanito, no! Con el tiempo iba perdiendo amigos, porque, era muy cansado escucharle. Y así. Hacía las cosas, pero siempre de mal humor, mal humor para los deberes, para las tareas de la casa, para cualquier obligación...

Un día vino a casa su primo Miguel. Tenía que quedarse una semana en casa, porque sus padres habían de hacer un viaje importante. ¡Qué suerte! Eran muy amigos, sería superdivertido. Miguel era un chico alegre y voluntarioso. Nunca parecía de mal humor. Iban pasando los días, y Pablo notaba que esa semana era especialmente agradable, no se daba cuenta de que no le costaba tanto hacer las cosas.

Cuando llegó el tiempo de marchar Miguel, Pablo se le sinceró :

– ¡Todos los días hemos hecho los deberes muy bien y casi no me han costado! ¿Por qué será?

Miguel le contestó:

– ¿sabes? Conviene obedecer con alegría. Así todo se hace más llevadero. Sigue mi consejo, Pablo y di siempre VALE cuando te mande algo tu madre ¿vale?

– VALE– dijo riendo Pablo.

– Haz la prueba en serio esta semana y verás-.

Así fue como Pablo, acordándose del buen consejo de su primo se esmeró en obedecer diciendo “SÍ”, y callando las pegas esa semana. Se dio cuenta de lo contento que estaba. Contentos sus padres, sus amigos, sus profesores y sobre todo él, muy contento. ¡Qué sencillo era, y no se había dado cuenta!

HISTORIA TERCERA SEMANA: "OBEDIENCIA CON RESPETO A PADRES Y SUPERIORES"

John era un chico de trece años, que todos los veranos iba de acampada. Su sueño era llegar a ser monitor. Su primo Dick ya lo iba a ser ese año, tenía 14 años. Era de los chicos que más jóvenes iban a ser monitor. ¡Qué orgullo! Cuando le veía lucir el pañuelo de diferente color que los acampados, no podía evitar un pequeño sentimiento de envidia. “¡Quizás el año que viene yo también sea!. A fin de cuentas he superado ya la mayoría de las pruebas, sólo me queda la de la noche de supervivencia, que la haré este año. ¡Qué emocionante que le dejen en el bosque una noche solo, y saber sobrevivir, haciendo tu propia tienda de campaña, encender fuego. Un poco de miedo he de pasar, pero ¡bah! Una noche se pasa pronto, y ya seré todo un montañero!” – pensaba.

Con estos ánimos empezó la acampada. Su primo Dick tomó su cargo con mucha responsabilidad. Y a John le tocó un grupo majo. Se sentía algo superior a los demás del equipo, a fin de cuentas, él era el mayor, aunque fuera por unos meses, y sobre todo porque ya tenía todos los méritos logrados, salvo el de la noche de supervivencia.

John, además tenía un feo defecto, también en casa sus padres se lo reprochaban: contestaba mucho cuando le mandaban algo, faltando incluso al respeto. Así, cuando el jefe de la patrulla mandaba un servicio que no era de su agrado, no se cortaba al responderle:

– Ala, jefe, eso lo harás tú, que yo no tengo ganas

O cuando era hora de dormir,

– Déjanos un poco más, pesado, que estamos contando chistes.

Ni que decir si había que acabar un juego:

– De qué vas jefe, ¿cómo vamos a dejar el partido?

Cuando el monitor planeaba una búsqueda en un juego de espionaje:

– Vamos, chicos por aquí – decía.

– ¡Hei! No iros por ahí, chalaos – no tardaba en responder John.

Así era su forma habitual de contestar: faltaba al respeto con mucha frecuencia.

Llegó el día de la prueba de la supervivencia y la superó con garbo, aunque daba respeto dormir solo en la profundidad del bosque. John era valiente y se alentaba con la ilusión de ser jefe al año siguiente. ¡Ya tenía todos los méritos logrados!

Mira por donde, un jefe de patrulla cayó enfermo y se corrió la voz de que pondrían en su lugar a un acampado adelantado. Su corazón se llenó de gozo. ¡él era el acampado ideal! ¡el mayor y con todos los méritos! Pero... ¡cuál fue su desilusión cuando vio que el escogido era un compañero de tienda que aún no tenía todas las pruebas y de edad ligeramente menor, pero que era modelo de obedecer y no faltar nunca al respeto a los superiores!

HISTORIA CUARTA SEMANA: "OBEDIENCIA, INCLUSO CUANDO NADIE TE VEA"

Sara era una niña muy amiga de Marta. Sus madres se conocían también mucho, por eso, cuando tenía una visita de médico sabía que podía dejar, con total confianza, a su hija en la casa de la amiga. Estaría bien cuidada.

Por eso, esa tarde, Sara iba a ir a casa de su amiga Marta. ¡Qué ilusión le hacía! Como era sábado no había mucha urgencia de deberes, pero de todos modos, se llevó un libro, por si acaso.

Después de los saludos alegres del principio, la madre de Sara se marchó y ellas se pusieron a jugar.

Pero mira por donde una llamada telefónica cambió el rumbo de la tarde. La madre de Marta, después de colgar el teléfono, se acercó a las niñas y les dijo:

– Marta, cariño, el abuelo ha llamado que la abuela se encuentra mal. Como sé que os vais a portar bien, me marcho a ver que necesitan, me ha parecido preocupado ¿vale?

– Vale mamá, no te preocupes.

La madre se fue y ellas siguieron jugando. Al cabo de un rato, Marta vio que era la hora de merendar. Fueron a la cocina, prepararon unos vasos de leche y unas galletas. Después Sara vio con sorpresa como Marta recogía las cosas y fregaba los vasos. Tampoco se olvidó de pasar la gamuza por la mesa y acercar las sillas a su sitio.

Pero lo bueno fue cuando Marta invitó a Sara a hacer deberes.

– Es la hora de los deberes, ¿hacemos un ratito?

– Pero ¡cómo, si hoy es sábado! Además, no está tu madre, podemos hacer lo que queramos.

– Es que yo quiero obedecer a mamá, antes de que tú vinieras ya habíamos pensado qué haríamos: jugar, merendar, deberes y luego jugar otra vez.

– Bueno – dijo Sara sorprendida al ver la seguridad de su amiga.

Dicho y hecho. Se pusieron a estudiar un buen rato. ¡Y lo que les cundió! Porque cada vez que Sara hablaba de alguna ocurrencia fuera de los deberes, Marta sonreía y le decía:

– No nos despistemos, y acabaremos antes ¿vale?

Al llegar el tiempo marcado guardaron todos los lápices y cuadernos y se pusieron a jugar. Sara estaba sorprendida de lo satisfecha que se sentía, de tal modo, que no pudiendo contener la alegría comentó a su amiga:

– ¿Sabes que estoy muy contenta de estar esta tarde contigo? He estudiado y estoy contenta y ahora el juego me sabe mejor. Yo en casa, si no me ve mi madre, me escapo, pero tú no...

– Ya, pero en el fondo sabes que lo que te piden ellos es lo mejor para nosotras y en realidad es lo que nosotras queremos tambien, por tanto ... hagámoslo, estén ellos o no.

domingo, 3 de octubre de 2010

REPETIMOS CURSO: SER PADRES, SÍ, OTRA VEZ.


Queridos padres y madres, por fin volvemos a encontrarnos después de un largo verano, con ganas de empezar un nuevo curso. Dejémonos contagiar de la ilusión de nuestros hijos, estrenando sus cuadernos, mochilas, profesores... todos con expectativas de salir adelante y superar el curso lo mejor posible.
Si así empiezan ellos, ¿cómo hemos de empezar nosotros? Siempre es bueno "renovar" nuestro objetivo de ser mejores padres, siempre es bueno aprovechar los momentos que nos invitan a replantearnos las cosas, que nos ayudan a despertar y salir de un conformismo cómodo o desanimado. Estemos en la condición, edad o problemática que estemos hemos de seguir avanzando con entusiasmo hacia la meta que tenemos por delante, a la que siempre estamos llegando y al mismo tiempo nunca acabamos de alcanzar: la educación de nuestros hijos.

Avivemos nuestra vocación de padres ¿no da gusto encontrar médicos o profesores, que aunque estén al borde de la jubilación, aman su profesión y siguen volcándose en pacientes y niños con intensidad, con ilusión, sin asomo de rutina, como cuando eran jóvenes?
Ser padres es una gran vocación, de la que hay que estar enamorados, porque se puede hacer mucho bien, un profundo bien. Vamos a intentarlo.

Para ello nos irá bien que nos tomemos la vida con un poco más de calma, sin tantas prisas, valorando lo importante. Parémonos a pensar en nosotros y en cada uno de nuestros hijos, cómo vamos a organizar la semana, las tardes, los fines de semana... para que podamos dialogar más, llegar a ellos... sin que nos sorprendan las mismas situaciones todos los días por no pararnos a pensar y poner los medios.
¿De qué nos sirve "hacer" tantas cosas, si se nos escapan de las manos las más importantes? Somos padres, seamos auténticos.

Queremos seguir con el tema que iniciamos el curso pasado de Educar con cuentos, proponiéndo un valor por mes, para que podáis aplicarlo con vuestros hijos. De aquí a pocos dias sacaremos el tema de la obediencia.





sábado, 10 de abril de 2010

EDUCAR CON CUENTOS: LA COLABORACION

Siguiendo el esquema descrito en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS, os proponemos el tema de la colaboración.

PARA LOS PADRES:

Sobre este tema de colaborar os remitimos al artículo EDUCAR EN EL TRABAJO. Conviene que nos convenzamos los padres (más que los niños) de la importancia del valor a transmitir, pues cuanto más lo estemos, mejor lo enseñaremos.

PARA LOS NIÑOS:

CUENTO DE LA PRIMERA SEMANA: “EL PAIS DEL ABURRIMIENTO”

Un señor naufraga y aparece en una isla. Llega a una ciudad y observa que los niños, aún los mayorcitos, no saben apenas hacer nada, ni abrocharse los zapatos, ni prepararse el desayuno, ni hacer los deberes más sencillos, ni recoger sus cosas y habitación... así se pasan la vida reclamando ayuda a sus padres. Estos, a su vez, como tienen que hacer los trabajos de ellos y encima los de sus hijos no dan abasto, y por eso tampoco tienen tiempo de jugar con sus hijos o llevarlos al parque. El resultado es que los niños se pasan el día aburridos reclamando y esperando, y los padres agotados.
Como los padres lo hacen todo, los niños no aprenden y cuando se hacen mayores tienen poca práctica y habilidad. Al hacerse padres son poco habilidosos, van lentos y de nuevo no tienen tiempo para enseñar y jugar con sus hijos. De esta manera el problema se continuaba. Era un país realmente aburrido.
El señor náufrago, que observó esto, fue a visitar al alcalde: “Yo tengo la solución a su problema. Convoque a todo el pueblo en la plaza mayor”.
Todos fueron contentos, esperando que alguien les pudiera sacar de esta situación tan cargante y aburrida. Por eso escucharon con atención:
“Señoras y señores, tengan paciencia. Niños y niñas: atended, vosotros tenéis el remedio también. Debéis enseñar a los niños desde pequeños y que éstos colaboren. Cada uno de la casa hará una tarea, según su edad y capacidad. Y en un momento estará todo listo, y os sentiréis contentos”.
Todos pusieron de su parte, los padres en enseñar, aunque les costaba tiempo, los niños en aprender... y en un mes, el pueblo había cambiado. Lo que antes los padres necesitaban dos horas para salir, ahora en media hora estaban preparados. Cada uno se vestía y se arreglaba, mientras el padre organizaba y la madre retocaba... y ¡les daba tiempo a salir al parque, o de excursión, o jugar al parchís! Desde entonces ese país se dejó de llamar PAIS DEL ABURRIMIENTO y se llamó PAIS DIVERTIDO, pues les daba tiempo a trabajar contentos y a jugar mucho.


Ideas para el diálogo: Primero preguntarle a ellos que es lo que más les ha gustado del cuento, y por ahí tirar de la madeja. Después se les puede hacer pensar que cuando colaboramos en casa aprendemos a hacer las cosas, nos hacemos más hábiles, más "apañadicos" y sobre todo nos hacemos personas útiles. Esto es maravilloso. Da mucha alegría saber que cuando ayudamos aliviamos y alegramos a los otros. Podemos hacerles una comparación: "Si tú fueras una fuente ¿qué te gustaría más: estar seca o sacar un agua fresquísima y buenísima que reconforta a todo el que tiene sed? ¡Seguro que la del agua abundante! Una fuente seca ¿para qué sirve?...sólo para poner de mal humor al que se acerca a ella esperando saciar su sed. O si tú fueras un lápiz , qué preferirías ser ¿uno de esos sin punta o uno con mina estupenda que da gusto colorear con él? ¡Seguro que el segundo! Es que, claro, lo que no es útil ¿para qué sirve? Así pasa también con las personas, cuanto más podamos colaborar y servir, más contentos y realizados nos sentimos.
Además vivimos más a gusto en lo limpio y ordenado, se encuentran las cosas antes, no se nos estropean tanto ni las perdemos. Para colmo, si los niños ayudan a los padres, éstos tendrán un poquito de tiempo (por lo menos un cuarto de hora cada día) para JUGAR juntos a algún juego (aunque sean muy sencillos: la oca, el parchís...). ¡Qué bien nos lo vamos a pasar!

JUEGO DEL MES:
Ahora les invitamos al siguiente juego. Entre todos vamos a pintar una linda casita en una cartulina o papel grande.




Como todos formamos el hogar, entre todos vamos a construir la casa. Cuando aportemos un trabajo o servicio, mamá o papá, nos dará un ladrillo, teja u otro elemento, porque estamos constuyendo nuestra casa. Los ladrillos pueden ser recortes de papel de colores; el tejado, si es de paja, pueden ser tiras de lana; las puertas y ventanas pueden ser bolitas de papel de seda... en fin, ya os dirá vuestra imaginación.
¡A ver que tal os queda cuando esté terminada!

Os ponemos ahora otros cuentos para que podáis hacer la reunión familiar cada semana.

CUENTO DE LA SEGUNDA SEMANA:
“EL TRABAJO DE CASA ES DE TODOS, TODOS RECIBIMOS, TODOS COLABORAMOS”

Manuel no quería recoger en casa porque decía que él no lo había sacado. Sus hermanos y él habían jugado toda la tarde y también dibujado y recortado, con lo cual el suelo estaba lleno de recortes y juguetes. Todo estaba bastante desordenado. Llegó la hora de recoger y todos recogían. Pero él insistía:
– Yo solo he sacado esto, y recojo sólo esto.
La madre le dijo que a él también le ayudaban muchas veces, pero él se puso terco y afirmó:
– Pues ya no hace falta que me ayudéis, a partir de ahora sólo haré lo mío, sólo recogeré lo que saque, y no lo que desordenen mis hermanos.
– De acuerdo, hijo – dijo la madre.
Al día siguiente Manuel se levantó. Iba lento vistiéndose, como siempre, porque era un poco remolón. Le quedaba el tiempo bastante ajustado para desayunar, y cual fue su sorpresa cuando al llegar a la cocina, mamá le esperaba con una sonrisa y le explicó cómo tenía que prepararse la leche y las tostadas, ya que, como dijo el día anterior, él haría sólo lo suyo, a cambio de que él no pediría ayuda tampoco. Así sólo pudo desayunar dos tostadas y sólo pudo llevarse al cole un trozo de pan, pues no le quedó tiempo para preparar un bocadillo. Se ató los cordones de los zapatos rápidamente y se fue al colegio.
Durante el recreo miraba con envidia los bocadillos de sus compañeros: la verdad es que el pan está más rico con salchichón o jamón. Y cuando corrió a la fila casi se cae porque se pisó los cordones desatados ¡claro! Hoy mamá no se los había repasado.
Ya en casa, por la tarde, dijo a su madre que necesitaba un lápiz nuevo y ayuda para los deberes. Mamá le dijo que intentara hacerlo él, pues tenía que ayudar al hermano pequeño. Le costó tanto terminar, que no pudo ir a comprar el lápiz. Se sintió contrariado al pensar que a su hermano mayor no le hubiera costado nada traérselo al volver de la clase de inglés, ya que pasaba delante de la papelería. Pero, claro, no podía pedirle el favor, pues él el día anterior no le quiso ayudar a recoger el puzzle.
Tampoco hubo pan para él en la cena, pues sus hermanos habían comprado sólo dos barras para la familia, y él no había ido a por “su” barra. Manuel empezó a comprender que era muy molesto tener que hacer “sólo lo suyo”, pues “tocaba” más de lo que creía y comprendió que él recibía de los de casa muchos favores y servicios. Al llegar la noche tuvo que reconocer a su madre que prefería dejarse ayudar y ayudar, él a su vez, cuando se le pidiera, aunque no fuera trabajo para beneficio exclusivo suyo.

CUENTO DE LA TERCERA SEMANA:
“EL TRABAJO ES BONITO Y HACE FELIZ”

En un lugar escondido del bosque, existía una ciudad de duendes pequeñitos. Eran muy felices todos. Muy felices, muy felices ¿Sabéis por qué? Porque amaban el trabajo y sabían que si lo hacían bien, los demás estarían muy contentos y satisfechos.
El duende cartero ponía mucha atención en repartir bien las cartas, sin equivocarse de buzón. Y saludaba con amabilidad a todos cuando hacía su recorrido. Sabía que a todos gusta recibir carta, noticias de los familiares o amigos lejanos, por eso se sentía dichoso de repartir en cada carta un poquito de alegría y sorpresa.
El duende panadero también ponía esmero en medir bien la cantidad de harina y levadura. ¡Dónde va a parar un buen pan reciente, crujiente y esponjoso, con otro algo seco y duro!
– Hoy los niños se comerán el bocadillo del colegio de maravilla, ¡que rico les va a saber! – pensaba el panadero.
Y siempre echaba un poco más de masa en la barra, pensando que así estarían mejor alimentados.
¡Qué decir del duende doctor! Siempre dispuesto a remediar el dolor de sus conciudadanos. Escuchaba con tal atención y compasión a los enfermos, que, éstos, después de contar sus penas ya encontraban cierto alivio. No escatimaba tiempo y estudiaba mucho sus libros médicos hasta encontrar el remedio que sus pacientes necesitaban.
¿Y los niños duendecitos? No se quedaban atrás. Les encantaban las SORPRESAS.
– ¡Mamá, SORPRESA! – decían.
Y era cierto, habían puesto la mesa en silencio, para que cuando mamá fuera a llamarles se la encontrara puesta. O si no, habían barrido el patio, o pasado el trapito de polvo. “Mamá SORPRESA”. Y le habían echo todas las camas de la casa. ¡Cuánto reían los niños duendecitos al ver la cara de satisfacción de su mamá!


CUENTO DE LA CUARTA SEMANA: “CON EL TRABAJO SOMOS ÚTILES”

En una granja vivían muchos animalitos. Entre ellos la pequeña gatita “Chati”.
Un día el perro se acercó a Chati y le dijo:
– Realmente, Chati, no sé para qué vales. Yo al menos sirvo para ladrar fuerte y espantar a los ladrones. Mi amo está muy tranquilo y seguro de tenerme a mí.
La pobre Chati quedó triste y pensativa. Al cabo de un rato vino la señora vaca, y también dijo a la gatita:
– Chati eres muy linda pero no sirves para nada. Yo, doy abundante leche fresca. Y la leche es muy importante para los niños y mayores. Además sirve para hacer ricos guisos.
De nuevo Chati quedó triste y abatida.
Poco después se acercaron el gallo y la gallina:
– Chati, déjanos pasar, que nosotros tenemos cosas que hacer; mi mujer poner huevos y yo pronto tendré que cantar para que todos sepan que llega un nuevo día.
Así la pobre Chati se sintió tan desconsolada que se puso a llorar. La señora pata, compasiva, se le acercó y le preguntó porqué lloraba:
– ¿Qué te ocurre Chati?
– Pues... que no sirvo para nada y me encuentro muy triste.
– ¡Cómo! – le contestó la pata–. ¡Claro que sirves mucho! ¿Tú no sabes que cuando vienen los ratones, la granjera te busca corriendo a ti para que les libres de esos ladronzuelos? ¿Qué haría nuestra ama sin ti? Te necesita constantemente.
Desde ese momento Chati, al comprobar que era útil a los demás, se sintió inmensamente contenta y feliz. Y siempre procuró que su servicio nunca dejara decepcionada a su ama.


QUINTO CUENTO: “DESPUÉS DE LA TORMENTA”

Tomás era el guardabosque de un precioso bosque. Una noche hubo una terrible tormenta. El viento soplaba feroz, y caían rayos y truenos como nunca.
De pronto, un enorme chasquido ¡Un rayo había caído muy cerquita de allí! Tomás sabía que al día siguiente sería un duro día de trabajo. La tormenta estaría destrozando mucho. Así fue, a la mañana siguiente, Tomás salió temprano y observó innumerables ramas partidas. Pero pronto vinieron a él muchos animalitos buscando ayuda ¡Un tremendo rayo había caído sobre el GRAN ROBLE y había dejado sin hogar a innumerables animalitos, y pajaritos que en él tenían su casita!
Tomás no se acobardó, solicitó ayuda y colaboración de todos. Buscaron otro gran árbol, y cada uno con un encargo se pusieron a trabajar. Uno llevaba el martillo, otro serraba tablas, otro era el encargado de los clavos... y ¡ pin, pan, pun! Después de todo un largo día de trabajo ¡¡consiguieron convertir aquel gran árbol en una gran vivienda para todos!! Era más bonita y confortable que el GRAN ROBLE. Entre todos, consiguieron un hogar como nunca habían visto.
Tomás les explicó que la colaboración y la ayuda consiguen cosas que uno nunca hubiera podido solo. Y los felicitó a todos por su labor.

(del cuento ‘Después de la tormenta’ de Nick Butteworth, Ediciones Destino.)



sábado, 3 de abril de 2010

PROGRAMA DE EDUCACION EN VALORES A TRAVES DE CUENTOS.


Como en el anterior texto resaltábamos la idea de educar con amabilidad y simpatía, queremos aportar un material que pueda ayudar a esto.
Es vital educar, como personas que somos hemos de hacerlo con respeto; como padres hemos de hacerlo con cariño y como niños que son, hemos de hacerlo con juegos, de forma divertida.

Los maestros en el colegio programan los contenidos que quieren conseguir en el curso. Se planifican, piensan con detenimiento los ejercicios y tiempo que necesitan para lograr sus objetivos y luego se ponen a trabajar. Para enseñar a leer, por ejemplo, a parte de saber las letras y entender la dinámica de la lectura, hacen falta muchas, muchas horas de lectura. Es básico el trabajo personal. De la misma manera, para enseñar a sumar, no bastan unas explicaciones, si no que hay que realizar muchas sumas, y durante mucho tiempo (varios cursos incluso); y ningún profesor se extraña de que, aunque lo hayan entendido, se equivoquen con frecuencia. Saben que necesitan práctica y más tiempo hasta dominarlas.

Adquirir los valores necesita un proceso similar. No bastan ser explicados y entendidos (eso puede ser inmediato), hay que trabajarlos, practicarlos y repetirlos para que se conviertan en hábitos. Decidme sino: cuando en la educación se nos recomienda a nosotros, a los padres: "No gritéis a los niños, tened paciencia", ¿verdad que lo entendemos? Sin embargo... (mejor corramos un tupido velo). Por el contrario, cuando educamos queremos que los niños aprendan y adquieran todos los buenos hábitos y valores a la vez y de inmediato. El día se convierte en una lluvia de correcciones, avisos y reproches. Esto nos cansa a nosotros y agobia a los hijos de tal manera que para poder vivir "sin hundirse" cierran inconscientemente sus oidos y se aislan en su mundo. Así, nuestras palabras se convierten en discursos inútiles. Ante este panorama los padres optamos por alzar la voz y aumentar las amenazas hasta conseguir en ellos una reacción. ¿No nos pasa esto?

Quizás sería más eficaz y más llevadero para todos proceder del otro modo, siguiendo una programación. Observar a nuestros hijos, ver qué puntos son los más necesarios de trabajar (ya sabemos que cada niño es un mundo), después planificar un poco y priorizar. Escogido un valor, lo trabajaremos con constancia una temporada. Los otros puntos, de momento, los pasamos a un segundo plano. No es que no se puedan pedir, pero siempre teniendo en cuenta que no agobiemos demasiado, pues en ese caso es mejor hacernos un poco los despistados (siempre y cuando no sea grave).

Podríamos trabajar el valor durante un mes. En un tiempo menor quizás al niño no le da tiempo a interiorizarlo y por tanto a adquirir el hábito. Y otro dato: a veces somos los padres los que no logramos acordarnos, con tantas cosas como llevamos en nuestra cabeza. Así nos da tiempo a todos a concienciarnos de él.
Esto es vital, porque no vale decirle al niño: "este mes trabajaremos el orden, así que ya sabes lo que tienes que hacer: recoger tus cosas y tener la habitación en orden ", y después, no acordarnos más, nosotros padres, de este propósito. La responsabilidad de la educación cae sobre nosotros, no la podemos poner como un fardo pesado sobres sus espaldas y que tiren de ella. Somos nosotros los que "tenemos" el propósito. Si los padres hablamos diariamente y revisamos este punto veremos avances muy sorprendentes.

Podríamos seguir el siguiente esquema:
  1. PROPONER EL TEMA
  2. CADA SEMANA: UN CUENTO
  3. CADA DÍA: REVISIÓN PERSONAL CON EL NIÑO
  4. FIN DE MES: EVALUAR COMO NOS FUE EL JUEGO

1. PROPONER EL TEMA


Nos reunimos todos y les decimos que nos va a ir de perlas el ser, por ejemplo, más serviciales y trabajadores. Hablamos sobre el valor (ya os iremos dando pistas para enfocarlo a los niños) y como es tan positivo, nos lo vamos a proponer todos. Les diremos que será divertido porque vamos a hacer, durante el mes, un pequeño juego.



2. CADA SEMANA: UN CUENTO

Cada semana podemos reunirnos toda la familia (se puede fijar día y hora para que no se nos pase). Les contamos un cuento sobre ese valor (ya os iremos dando, mes a mes, un valor y unos cuentos, por si os sirven. Cualquiera que os inventéis o encontréis sirve, aunque sean muy sencillos).
Después les preguntamos qué es lo que más les ha gustado y porqué. Se trata de hacerles pensar. Si les enseñamos a pensar y a razonar tendremos personas. Pensar, en este caso, las ventajas de ese valor, el porqué, qué nos aporta y por qué mejora nuestra persona, nuestras relaciones con los demás; y qué perdemos cuando no lo tenemos.
Hacerles pensar que igual que la calidad tiene un coste, también la calidad de nuestra personalidad tiene un coste: el esfuerzo. Así, si nos parece que ese valor cuesta conseguirlo no será un inconveniente, sino una garantía. Mejor aún. Ojalá nos convenzamos todos: ellos y nosotros, porque el que admira algo, lucha por conseguirlo.



3. CADA DÍA : UN PEQUEÑO REPASO

Cada día , antes de acostarse, podemos sacar la libretita donde vayamos anotando nuestros cuentos, juegos y propósitos. Revisamos cómo nos hemos portado hoy sobre el valor. Lo que ha ido bien felicitarlo al por mayor; lo que no, hacerles pensar con cariño que no estuvo bien, a ver si mañana se porta como el personaje del cuento. Si fueran fallos reincidentes tendremos que decirle cómo piensa arreglar aquello. Mejor que piense él la corrección (penalización). Si no sabe, ayudadle, pero no pasárselo. Es el momento del "no consentir".
El cuento sirve para recordarle lo positivo del valor, aunque a veces al practicarlo se nos haga un poco más costoso. ¡Cómo decir la eficacia y la riqueza que se encierra en este ratito de reunión familiar y en el trato individual con cada hijo! Además es una gran ventaja que el niño se acostumbre desde pequeño a hablar con naturalidad con los padres de los temas verdaderamente importantes para su vida. Cuando llegue la adolescencia ya estará muy formado y encontrará muy normal y hasta necesario hablar con nosotros, para suplir la inseguridad propia de esa edad. ¡Y que satisfacción para unos padres!
Nunca pensemos que no sirve de nada dedicarles este tiempo (aunque a veces nos parezca que por uno les entra y por otro les sale). En realidad, estamos poniendo los cimientos. Los cimientos son ocultos y cuanto más hondos mejor. Sin embargo, son los que sostienen todo un edificio. No tengamos prisa en edificar. Tengamos paciencia, son años de hacer buenos cimientos... y cuando pase el tiempo, si éstos son sólidos y profundos, se edifica rápido y ¡muy alto! La labor de los padres es oculta y a veces, poco valorada, pero decisiva. También lo podemos comparar con las raíces de un árbol, están bajo tierra, parece que no existen... sin embargo son las que sostienen y dan vida al árbol.



4. FIN DE MES

¡Tenemos que llegar ¿eh?! Aunque el juego en algún momento haya perdido novedad y parezca que pasen, nosotros lo continuaremos con ánimo hasta el final. Hay que enseñarles que lo que se comienza se acaba. Por regla general ellos son inconstantes (¡recordad que son niños!) y necesitan nuestra constancia. Si nos ven que nosotros estamos ilusionados y lo continuamos, una vez pasen el bache vuelven a engancharse. Nunca supeditemos nuestra constancia a la suya, pues si no, nunca acabaremos nada. Hay que avivar el juego constantemente. El mérito ha de ser más nuestro que de ellos. Hemos de llegar al final con éxito.


Este esquema lo repetiremos cada mes con un valor distinto, cambiando el juego y los cuentos. ¿Empezamos ya? Intentaremos empezar a lo largo de esta semana.

domingo, 28 de febrero de 2010

EDUCAR CON AMABILIDAD Y SIMPATÍA

¿Qué os parece la idea de que este año renováramos el deseo de ser amables? Un año en que todos nos propusiéramos, y de verdad, ser más simpáticos, más amables. Que los demás lo sintieran. Esto significaría, por ejemplo, que nos hablásemos mejor unos a otros, con más calma, sin interrumpir, con mejor tono, con más sentido del humor... Tendríamos que despachar o dejar a un lado nuestro estrés, nuestras angustias, nuestro mal humor… No tenemos que cargar la “atmósfera” con el dióxido de carbono de nuestros nervios, nuestros humos… ya que podemos producir un cambio climático en nuestra sociedad bastante nocivo para todos. Al contrario, tenemos que llenarnos de entusiasmo y empezar con optimismo este precioso año 2010 que tenemos la suerte de vivir. Si lo intentamos todos juntos el efecto será mayor. ¡Qué gusto sería vivir en una sociedad así! que donde uno vaya sepa que lo aprecian, que le van a atender sin intereses egoístas, sin otra mira que ayudarle, cuidarle, formarle…

EN EL TERRENO EDUCATIVO, que es nuestro objetivo, también podríamos probar a añadir este ingrediente. Hay niños menos rebeldes, pero hay otros que lo son realmente. En muchas ocasiones convertimos la educación en una guerra, una durísima guerra padres/madres – hijos, que nos hace sufrir a todos.
Si no les exigimos se suaviza la situación, pero claro, ésta no es la solución. Conviene exigirles, y mucho, porque son capaces y es muy positivo para ellos. El problema es que al exigirles, empiezan las rebeldías, protestas, desobediencias… Esto lo constatamos desde muy pequeños: se niegan a recoger, a las llamadas se hacen los sordos, no se dejan amoldar a un horario… al final, nos crispan y estallamos.
¿Y de mayores? Pueden tener una actitud egoísta de recibir todo y colaborar muy poco; poca responsabilidad en sus estudios; faltas de respeto al hablar; discusiones para llegar a un acuerdo sobre cuándo, a dónde y con quién salirAnte todo esto ¿dónde cabe la simpatía? Al final nos parece que la única manera es por las malas. Cierto que por las malas hay una respuesta rápida en el hijo. Pero es por temor. El hijo acaba haciendo lo que queremos nosotros (parece que hemos ganado), pero no está convencido de que aquello sea lo mejor, al contrario, intentará escaparse siempre que pueda (cuando no esté la vigilancia o la amenaza de castigo); en realidad puede haber aumentado su grado de disgusto o rechazo, justo lo contrario de lo que pretendemos.Por las buenas, sin embargo, es mucho más lento pero también mucho más eficaz. Se trata de dialogar con él, hacerle pensar y que pueda descubrir por sí mismo (gracias a nuestras palabras) las razones de porqué esa obligación es conveniente. Si las razones son descubiertas por ellos mismos, de alguna manera las hacen suyas. Y las razones que tenemos cada uno son las que nos hacen actuar de una manera u otra. Por las buenas no quiere decir que tengamos que dejarles hacer lo que quieran si al final no lo han comprendido; no. Aunque tengamos que exigir y mandar, lo hemos de hacer siempre con respeto. Con firmeza, con seguridad, pero con respeto. Toda persona merece respeto, por tanto, no podemos hablar de cualquier modo. Se ha de notar, ellos lo han de notar, que les queremos, que nos mueve siempre el deseo de buscar su mayor bien. Y esto es de suma importancia. “No tiremos tanto de la cuerda que se pueda romper”, se suele decir. Tirar “tanto” significa exigir secamente, ásperamente, con gritos y palabras hirientes. Esto sí daña el ánimo y el orgullo del hijo. Sin embargo, tirar de la cuerda con suavidad es positivo, lo necesitan, pues les hace avanzar y no quedarse estancados. Suavidad sería una firmeza llena de respeto y cariño. Es el empujoncito que necesitan. Es fácil de comprender, pues sólo tenemos que pensar qué efecto produce en nosotros las órdenes de un jefe malhumorado, colérico y apremiante. ¿Nos estimula? ¿Nos entran ganas de trabajar mejor? ¿Nos inunda la ilusión?... Sabemos muy bien que todo lo contrario. Sin embargo, si el jefe nos reconoce y admira un trabajo realizado nos entran ganas de dar la talla igual o más, la próxima vez.

CONCURSO DE AMABILIDAD Y SIMPATÍA
Se nos ocurre esta especie de juego para educar sin tantas explosiones de gritos y malhumor.
Empezamos proponiendo este año como el año de la simpatía. Invitamos para la ocasión a Mr. Sonrisas, ¿lo conocéis? ¿no?, pues... ahí lo tenéis:


Nos haremos un casillero por mes, con tantas casillas como días tenga. Deberemos anotar una sonrisa cuando haya un detalle auténtico de amabilidad y simpatía. Con auténtico queremos decir que haya supuesto un pequeño esfuerzo, un paso más en lo habitual; por ejemplo: un esforzarse por contestar bien a los padres cuando no lo iba a hacer; saber ceder el objeto por el que discute con el hermano, cuando no tenía intención de dejárselo; un decir: ”¿te puedo ayudar en algo?” cuando veo a papá o mamá trabajando y yo estoy libre…
Nosotros, padres y madres, también debemos participar (con o sin casillero). Un gran reto: hablar a los hijos en el momento oportuno, con calma y respeto. A ver si van disminuyendo nuestras explosiones. Pero también entre los dos, padre y madre: ¿Qué tal si me esfuerzo por decirle al otro mi punto de vista sin acalorarme, cuando no están los niños, para que la opinión del otro no quede menospreciada ante ellos? ¿Qué tal si le hago sentir que se merece que lo escuche y por eso no salto con lo mío interrumpiéndole? ¿Qué tal si le pedimos prestada la sonrisa a Mr. Sonrisa cuando es lunes y empiezo a trabajar?
Por si os da ideas, os ponemos un posible ejemplo de las bases para el año, aunque cada familia puede confeccionarse las que mejor se ajusten a sus necesidades:

AÑO DE LA AMABILIDAD Y LA SIMPATÍA

Cada día un detalle de simpatía (ceder lo mejor, hablar amablemente, no discutir por algo, hacer un favor…)
  • Cada mes, el que tenga veinticinco caritas podrá participar de un plan especial (1)
  • Se pueden recuperar caritas no conseguidas, una por día (2)
  • Al final del año habrá un ganador/a “Miss/Mr Simpatía” premiado/a con un libro (3)
  • Si hay “atentados” o bombas de antipatía después de ser avisado/a se puede perder una carita o acudimos a la caja mágica que lo arregla todo (4)
(1) Mejor planes que no supongan gastos adicionales de dinero (alguna vez sí), pero sí “gastos” adicionales de afecto, p.ej.: una salida en bici a explorar; ir a visitar nuevos parques; jugar un partido de tenis, baloncesto con ellos o compartir sus aficiones sin escatimar tiempo... Vosotros sabéis qué les puede hacer más ilusión.
(2) Es para evitar que un día se den el atracón de detalles simpáticos y después se permitan el lujo de molestar “tranquilamente” durante toda la semana. Es mejor la constancia. De todos modos,este juego es sólo un incentivo. Si lo entendemos bien hemos de buscar “ser”amables porque sí, por que la amabilidad mejora nuestra vida, nuestra convivencia…aunque no todos los detalles que hagamos queden reflejados en el casillero. Decirles que el que lo haceno por la recompensa, es un auténtico héroe y demuestra mucha personalidad.
(3) Poner lo que os parezca más conveniente según el esfuerzo que hayáis notado que hacen.
(4) Cuando estén fallando hay que darles un aviso para que puedan reaccionar y enmendarse. Si toman nota hay que felicitarles por que tiene mucho mérito reaccionar cuando estamos calientes. Pero si intencionadamente insisten en su mal comportamiento podemos penalizarles de dos maneras: o perder una carita de las ganadas (no más de una al día, y sin abusar de esto, que se desaniman mucho); o arreglar el asunto con la caja mágica, que loarregla todo.


LA CAJA MAGICA: no es más que una caja (de zapatos va fenomenal), que podéis confeccionar y decorar todos juntos, de la siguiente manera: en un lado de la tapa hacéis un agujero para poder meter la mano al interior de la caja; y en el otro lado una pequeña raja, a forma de buzón. Dentro de la caja ponemos un cartoncito que separe el interior en dos mitades (llamémoslas A y B).
En la mitad A vamos a meter pequeños papelitos cortados y doblados donde está escrita una penalización. Los podremos coger a través del agujero de la tapa. En estos recortes escribiremos penalizaciones que hayamos pensado entre todos, bajo la dirección de los padres. Pueden servir de ejemplo:
  • limpiar el polvo del comedor.
  • 15 minutos menos de T.V.
  • disculparte a quien hablaste mal
  • ir 10 minutos a una habitación a pensar cómo te has portado.
  • recoger los cubiertos secos en el cajón
  • pensar y hacer un favor a tu hermano
  • ordenar los cuentos
  • barrer el pasillo
  • ¡SUERTE! No tienes nada que hacer (ésta les gusta mucho ¿no estamos en el año de la simpatía? También hay que ser simpáticos castigando...)

La idea es tener pensadas las penalizaciones para que, cuando nos vengan los “arrebatos y ansias educativas” no nos salga lo que no queremos. Así todo controlado y todos tranquilos. Además ellos saben las reglas del juego y saben lo que puede pasarles si no cumplen. Casi podríamos decir que, si son penalizados, es porque quieren.
Una vez realizado “el arreglo”, deben doblar el papelito y echarlo a la mitad B a través del buzón que hicimos en la tapa. Cuando se nos terminen los papelitos de la mitad A, levantamos la tapa y la giramos, haciendo coincidir el agujero de la tapa con la mitad B que está ahora llena de los papelitos. Y vuelta a empezar.Se puede tener una bandejita o cajita de papel con el nombre de los participantes, donde tener los papelitos pendientes de realizar, ya que a veces nos pilla en momentos de prisa y es imposible ponerse a hacerlo. Tenerlos allí nos recordará que aquello quedó pendiente, ya que no conviene que se nos olvide y vean que todo queda en palabras, como muchas veces. Esto no educa. Hay que actuar; con respeto y cariño, pero actuar.

Os deseamos a todos un feliz año de la amabilidad y la simpatía.

(Tenemos intención de ir exponiendo cada principio de mes algún tema que pueda ayudar; tenemos que alentarnos unos a otros en este negocio, el más importante.)