lunes, 19 de mayo de 2014

VIAJANDO POR EUROPA: ALEMANIA. La responsabilidad


Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Alemania, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

Hoja Alemania

CUENTO: DOS GEMELOS MUY DISTINTOS

Había una vez dos hermanos gemelos, Carlos y Alejandro, que eran muy iguales, pero que eran muy distintos. Físicamente se parecían como dos gotas de agua, sin embargo, sus caracteres eran totalmente diferentes. Alejandro era muy dejado y conformista, mientras que Carlos era, lo que se dice responsable.

Una persona responsable es aquella que cumple con sus obligaciones de forma libre y voluntaria, sin necesidad de que nadie vaya detrás constantemente recordándoselas o cerciorándose de que se hagan. Sabe que es su deber y le basta. Además le importa que se hagan bien, no de cualquier manera.

En este punto  de la responsabilidad, Alejandro no llegaba ni al aprobado. No tenía ganas  de trabajar ni de esforzarse y como cumplir con las obligaciones cuesta, prefería dejarlas  pasar. Le daba igual.

Los padres de Alejandro y Carlos pudieron apreciar esta diferencia desde pequeñitos: a la hora de cuidar los juguetes, de estar pendientes de dónde dejaban el jersey o abrigo, de dar los avisos del colegio… Pero cuando la diferencia empezó a inquietar fue cuando empezaron a ser mayores y a tener más deberes y estudio.

Carlos, aunque no es que le entusiasmara el estudio entendía que era su obligación. Que su formación y su futuro dependían mucho de su trabajo de ahora y de su  constancia. El día de mañana quería ser un buen profesional, capaz de hacer un trabajo bien hecho, no de cualquier manera. Cuando en su casa alguna vez habían requerido un servicio, le gustaba que lo hicieran bien y por el contrario le disgustaba bastante cuando obraban con dejadez o hacían una chapuza. ¡No es eso lo que se espera después de haber pagado!

Alejandro, sin embargo, no pensaba tanto. Simplemente no le gustaba trabajar y lo evitaba al máximo. Aunque sus padres le marcaban un horario de estudio, éste era muy poco productivo, muy pasivo, no evitaba distracciones y dejaba pasar el tiempo hasta  cumplir con la hora establecida.

Afortunadamente eran dos chicos muy inteligentes. Así Carlos sacaba todo brillantemente mientras que Alejandro se contentaba con sacarlo medianamente. Total, con aprobar ya tenía bastante.

Fueron pasando los años y llegó el tiempo de escoger carrera. Carlos estaba decidido por medicina. Alejandro, no sé si por ser gemelos o por contar  con apoyo en los estudios, también se decidió finalmente por esta misma profesión.

Y como el tiempo pasa  volando, los dos se graduaron. Alejandro medianamente, con algún suspenso de vez en cuando que después siempre recuperaba, y Carlos magníficamente,  con notas brillantes que le merecieron el reconocimiento y felicitación de todos los profesores.  Debido a esto obtuvo  una beca en un prestigioso Hospital, lejos de su ciudad natal, donde después de terminar  la especialización consiguió pronto una plaza.

Su hermano, sin embargo, terminó y montó una consulta en una población cercana a la de sus padres.

Pasaron los años, Carlos disfrutaba de su profesión, se sentía satisfecho de poder ayudar a las personas enfermas, restaurándoles la salud o al menos, procurándoles alivio y ánimo. Debido a su buena formación  diagnosticaba sin fallar los casos que llevaba. También investigaba en el laboratorio del Hospital, colaborando a mejorar los avances en medicina, otro buen servicio a la sociedad.

Mientras, Alejandro se había acomodado en aquella pequeña ciudad, atendía a los pacientes y no aspiraba a más.

Ocurrió que el padre de los gemelos cayó enfermo y como vivía más cerca de Alejandro le pidió a su hijo que viniera a verle. Éste le prescribió un tratamiento y con él estuvo dos meses, sin mejora; más aún, repentinamente sufrió una fuerte crisis que le obligó a guardar cama.

Cuando Carlos supo esto, pidió unos días de permiso y viajó para ver a su padre. Lo reconoció y pronto se dio cuenta del verdadero mal. Le dijo que iban a probar un nuevo tratamiento que quizás  le fuera mejor, y se quedó con él unos días hasta comprobar que el medicamento empezaba a hacer su efecto.
-    
      - Hijo, este medicamento sí que es eficaz. ¡Qué maravilla! ¡Qué alivio siento en el estómago! me encuentro mucho mejor y estoy recobrando el apetito.

   - Cuanto me alegro, papá, verás que en una semanita estás totalmente recuperado.

   Después de dejar a su padre física y anímicamente recuperado volvió  a su hospital, no sin antes pasar por  el pueble donde vivía su hermano Alejandro.
Tras la alegría del encuentro  y de pasar juntos una agradable cena Carlos emezó una conversación que era necesario tener:
-          - Querido hermano, nos conocemos perfectamente  y bien sabemos de qué pie cojeamos cada uno. Te quiero pedir un favor: que siempre  tengas la valentía de hablarme con confianza y sinceridad cuando veas que necesito un buen consejo. Me  comprometo a escucharte y tenerlo en cuenta. Pero esta vez soy yo quien quiere decirte algo, pues va mucho en ello. El tratamiento que le diste a papá no sólo  no le aliviaba, sino que de seguir con él, le hubiera podido producir una gran hemorragia  en el estómago, hasta el punto de haber peligrado su vida.
Alejandro puso cara de susto.
-          - Sí, hermano,sí… has de tomarte en serio tu formación. Aun estás a tiempo de enmendar lo que dejaste a  medias en la carrera. Cualquier profesión pide ser ejercida en su máximo grado si queremos que sea un auténtico servicio a la sociedad y sirva para tu plena realización. Por  todo ello no podemos permitir que entren la dejadez y la pereza… y menos aún en profesiones tan delicadas como la medicina. Por favor, Carlos, se responsable; lucha, supérate, estudia… sé un elemento constructor y no destructor de la sociedad. Es un deber de toda persona y en consecuencia  hemos de ser responsables  con él. Puedes contar con mi ayuda incondicional.
Alejandro quedó pensativo, mirando a su  hermano en silencio. Al final, logró decir:
-          - Tienes toda la razón, Carlos. He sido un irresponsable. Veo claramente el desenlace de cómo me he tomado yo los estudios y como te los has tomado tú. No, no quiero ser más fuente de problemas, si no de soluciones. Estoy a tiempo de rectificar.



viernes, 28 de marzo de 2014

VIAJANDO POR EUROPA: REINO UNIDO. El arte de hablar.



Siguiendo la programacion temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Reino Unido, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

Hoja Reino Unido



CUENTO: EL ARTE DE HABLAR

Una región costera del Norte de Reino Unido sufría frecuentes asaltos de barcos vikingos procedentes de los países nórdicos. 


Los vikingos eran muy temidos por su fiereza y crueldad. Las aldeas de esta pequeña región habían sido saqueadas por ellos en varias ocasiones, robaban cuanto tenían, quemaban sus casas y se llevaban cautivos a no pocos hombres y mujeres. La gente de la región pedía al rey que les librara de tales asedios. El pobre rey no sabía que hacer, pues la superioridad del ejército vikingo era incuestionable, tanto en cantidad de hombres, como en armamento y  habilidad guerrera. 


Entonces convocó una reunión con todos sus ministros para hablar sobre el asunto.  Sir Henri era uno de ellos, quien destacaba por su  prudencia y sensatez. Llegaron a la conclusión de que la única solución posible era la de intentar llegar a un acuerdo o pacto amistoso con ellos. Tras varias sesiones, Sir Henry propuso lo siguiente: podría ser beneficioso para ambos intercambiar sus puntos fuertes. Los vikingos tenían un buen ejército y ellos tenían buenas cosechas. Quizás si labraran nuevos campos y construyeran canales, no les costaría mucho aumentar la producción para ofrecérsela a estos pueblos vikingos, quienes debido a las heladas e inclemencias del tiempo en su tierra, no tenían garantía de recoger cosecha cada año. A cambio,  los vikingos podrían ofrecerles protección militar con sus buenos barcos y guerreros, contra cualquier posible ataque.  No les iba a resultar muy costoso, ya que, salvo de ellos, no recibían ataques de nadie.


Al rey no le pareció mala idea, pues aunque esta solución supusiera más trabajo, era incomparablemente más grato  y liviano que reconstruir lo devastado tras cada saqueo y llorar las pérdidas humanas.


Se pusieron manos a la obra. Empezaron a preparar nuevos campos para el cultivo, al tiempo que iban construyendo canales y almacenes. También  aprovecharon para trazar calzadas, anchas y empedradas, con lo cual la recogida de la cosecha se haría cómoda y rápidamente en carros. Como todos los habitantes habían puesto en este proyecto grandes esperanzas, trabajaban con ánimo y empeño.


 Cuando llegó la primavera empezaron la tarea de siembra. Después vino el verano y la cosecha fue muy abundante. Empezaron la recolección y en el mismo tiempo que antes recogían un campo, ahora eran capaces de recoger tres.  Con todas estas mejoras, sin mucho más esfuerzo, aumentaron la producción incluso más de lo esperado. 


Tenían ya cientos y cientos de sacos almacenados cuando una mañana el centinela avisó de la llegada de cuatro barcos vikingos. Rápidamente el rey formó una pequeña comitiva con caballeros y soldados. Entre los que dominaban el idioma vikingo, escogió a Sir Henry para hacer de portavoz, nadie como él para el arte de hablar: siempre respetuoso, educado, pronto a la escucha, reflexivo… y al mismo tiempo valiente para proponer ideas y decir su opinión. El rey pensaba en su interior que si  él no lo conseguía, nadie podría hacerlo.


La comitiva avanzó hacia la playa, ondeando la bandera blanca. Los vikingos bajaron de sus  barcos y un pequeño grupo caminó a su encuentro, iban bien armados.


El rey, Sir Henri y el resto de caballeros no podían evitar sentir un fuerte escalofrío ante tal embajada ¿serían capaces de dialogar o sacarían sus espadas y arremeterían contra ellos? Traían cara de pocos amigos, pero había que intentarlo, el pueblo confiaba en ellos. 


Al fin, ambos grupos estuvieron cara a cara. El rey hizo una reverencia al capitán vikingo. Entonces Sir Henri empezó a hablar. El rey se relajó al oírle, su tono de voz así como su compostura y gestos  transmitían serenidad, cercanía, naturalidad… El capitán vikingo escuchaba en silencio, frunciendo el ceño, mirando fijamente a Sir Henri.  Una vez éste hubo terminado, todos quedaron en silencio. En el  rostro del capitán vikingo no hubo el menor gesto que diera pistas de sus pensamientos. Sólo el tiempo que guardó silencio hacía comprender que interiormente mantenía una lucha entre la inesperada y buena impresión causada por la persona de Sir Henri y su propuesta y su connatural agresividad  que parecía resistirse a ceder por  las buenas.  Después de un pesado silencio se volvió hacia los tres soldados más cercanos, sin duda capitanes de los otros barcos. Uno de ellos, a juzgar por el tono de voz, parecía desconfiado.  Tras esto, el vikingo se volvió de nuevo y dijo algo que provocó en Sir Henri un ligero suspiro y aire de preocupación.

Uno de los acompañantes del rey que estaba enormemente tenso y que guardaba profundo rencor a los vikingos por tantas desgracias que les habían ocasionado,  ante esto, no supo esperar el tiempo que se requería y dando un paso adelante con el rostro malhumorado, se dirigió al capitán vikingo con una frase insultante y provocativa. Aunque los vikingos, afortunadamente, no entendían el idioma, imaginaron por el tono y gestos que aquello era una amenaza, con lo cual todos ellos pusieron mano sobre la empuñadura de la espada que llevaban atada a la cintura.  


Sir Henri reaccionó rápidamente, salvando la situación. Con serenidad pidió  al caballero que por bien de todos, se despidiera con una reverencia y volviera al pueblo, vigilado por un par de soldados.  A continuación  Sir Henri tomó de nuevo la palabra, pidió disculpas por lo ocurrido y continuó la conversación. Acto seguido el rey dio orden de que trajeran los carros con los  sacos de grano cosechado. El capitán vikingo pareció entonces convencido. Sir Henri sacó un pergamino con el acuerdo y ambos jefes lo sellaron. 


Aquel día todos comprendieron la gran importancia y el gran beneficio  que trae ser prudentes, hábiles y educados en el hablar, y el tremendo daño que pueden ocasionar unas palabras impulsivas e insultantes.

Aquel pacto obtenido por Sir Henri trajo una época de paz, progreso y bienestar a ambos pueblos.

jueves, 27 de febrero de 2014

VIAJANDO POR EUROPA: GRECIA. Calor de hogar.


Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Grecia, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.
EL REGALO DE SPIRIDOULA (Alki Goulimis)

Las islas rocosas del mar Egeo forman parte de Grecia. Desde hace miles de años, los hombres que viven en estas islas se ganan la vida trabajando como pescadores o marineros.
En la isla soplaba un viento del norte tan frío que helaba el aliento. El mar tempestuoso arremetía contra los acantilados donde vivía Spiridoula, en una casita de piedra. Dentro de la casita, unos gruesos troncos chisporroteaban juguetonamente en la chimenea y una espléndida gallina se cocía en una olla. Cada vez que la madre de Spiridoula levantaba la tapadera para mirar la gallina que se cocía, la estancia se llenaba de un delicioso aroma.
Era la víspera de Navidad y la madre de Spiridoula preparaba la comida de Nochebuena. La mesa del comedor estaba cubierta con un mantel nuevo de vistosos colores y había un plato de melomakarona. Pero ni  Spiridoula ni su madre parecían tener prisa por sentarse a la mesa.
Tras inspeccionar cada cinco minutos la gallina que se estaba cociendo, la madre iba a la ventana y miraba al exterior. La naricilla de Spiridoula se pegaba contra la otra ventana. Una y otra vez su aliento empañaba el cristal y ella lo limpiaba con la mano.
-¿Cuándo crees que regresará papá?- preguntó Spiridoula.
-De un momento a otro- replicó la madre suspirando, mientras se inclinaba sobre la olla.
-¡No puede esperar ¡ ¡Tengo tantas ganas de ver la muñeca que me prometió!- continuó Spiridoula- ¿Cómo crees que tendrá el pelo, rubio o moreno? ¿De qué color serán los ojos?
- No lo sé, querida. ¿No quedamos en que tendrías paciencia hasta que llegara tu padre?
-Sí, pero ¿por qué se retrasa tanto?
-Porque hay una tempestad en el mar y es muy difícil llegar a nuestro pequeño puerto con el  bote.
-¡Oh, mamá! ¿quieres decir que a lo mejor papá no viene esta noche? ¡Quiero ver mi muñeca!
La madre no replicó. Spiridoula era demasiado joven para entender los peligros del mar en medio de una tormenta. Su padre era capitán de un barco y estaba mucho tiempo ausente. Pero escribía todas las semanas. Spiridoula esperaba impacientemente al cartero, bajaba corriendo la empinada cuesta para recibirle en cuanto le veía aproximarse. Su madre le esperaba ansiosamente en las escaleras.  Después leía la carta en voz alta, lenta y cuidadosamente,  mientras Spiridoula escuchaba muy atentamente.
Después de mencionar dónde estaba, qué hacía, que se encontraba bien y preguntar por la familia, el padre escribía sobre los países que visitaba. En cada carta repetía que no podía esperar más a llegar a casa para estar con su  mujer y su hija. En su última carta añadió una página especial para Spiridoula, en la que le hablaba de la hermosa muñeca que había comprado para ella. La única condición era que se tenía que portar bien hasta Navidad, momento en que papá llegaría a casa con la preciosa muñeca .
Cuando la madre terminó de leer esta página, Spiridoula le pidió que la volviera a leer. Y así lo hizo la madre, una y otra vez, hasta que Spiridoula se la supo de memoria. Después venían las preguntas.
-Mamá ¿cómo será la muñeca? ¿de qué color será el pelo? ¿será corto, largo, liso, rizado? ¿llevará un vestido de seda? ¿llevará zapatitos blancos? No, quiero que lleve zapatos rojos y un precioso paraguas.
Finalmente llegó Navidad, pero no llegaba el barco del padre.
El mar se puso cada vez más feo y tormentoso. El viento del norte se hizo más fuerte, como si fuera a arrastrar la casa hacia el mar. Después llegó la lluvia, mezclada con granizo que martilleaba las ventanas.
Los troncos se habían quemado totalmente, dejando sólo cenizas en el hogar. La gallina estaba ya preparada, pero ni Spiridoula ni su madre tenían hambre. Spiridoula estaba aún en la ventana mirando, vigilando, esperando.  
Unas lágrimas rodaron por las mejillas de la madre de Spiridoula, al ver que la tormenta continuaba. Cerró los ojos y rezó con todas sus fuerzas y con toda su alma para que un milagro salvara a su marido en aquella noche santa.
En aquel momento, oyó un golpe débil en la puerta. Su corazón latió con más fuerza. Dio una vuelta a la llave y la puerta se abrió.
Allí estaba su marido, con los vestidos pegados al cuerpo, mojados y cubiertos de barro. Estaba tan cansado que apenas pudo arrastrarse a una silla cerca de la chimenea.
La madre pidió a Spiridoula que se apresurara a traer ropas secas para su padre. Después apiló troncos en la chimenea y volvió a encender fuego. Al cabo de un rato, cuando ya el padre se recuperó un poco, les explicó lo que había  ocurrido. Su barco se encontró en medio de una gran tormenta y no pudo continuar el viaje. La tripulación tuvo que dejar el barco en la parte más alejada de la isla. Había hecho todo el camino a pie para evitar que su familia se preocupara por él. En el camino, se había perdido y había caminado sin rumbo durante cuatro horas, con la lluvia y el barro.
Mientras le escuchaba, la madre de Spiridoula dio gracias al cielo por haber ayudado a su marido a llegar a casa sano y salvo.
Spiridoula no dijo nada. Se limitaba a mirar a su padre, esperando ver la muñeca que había prometido llevarle a casa. ¡Había esperado tanto tiempo la muñeca, la hermosa muñeca con zapatos rojos!
De repente, como si hubiera leído el pensamiento de su hija, el padre la miró a los ojos y le dijo suavemente:
-Spiridoula, ven acá. Siento no haberte traído el regalo prometido. La muñeca se perdió en la tormenta. Pero la próxima vez que salga a la mar, te traeré otra muñeca mucho más bonita.
Spiridoula miró la cara de su padre. Sus ojos estaban tristes, aunque llenos de ternura y amor. Parecía tan cansado… De pronto, la muñeca ya no le pareció tan importante.
Spiridoula saltó al regazo de su padre y le dijo:
-No te preocupes, papá. Soy muy feliz viendo que has vuelto sano y salvo a casa.
Sin decir palabra, el capitán besó tiernamente a su hija. Y Spiridoula pensó que acababa de recibir el mejor de los regalos.


viernes, 31 de enero de 2014

VIAJANDO POR EUROPA: FINLANDIA. Vale más ser que tener.



Siguiendo la programacion temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos el primer país: Finlandia, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

Enlace para el dibujo:Hoja Finlandia
Ellos pueden buscar los datos que faltan.


CUENTO:  LA VERDADERA RIQUEZA

Hace muchísimos años vivía un rey poderoso en este lejano país.  Le gustaba el lujo y las riquezas.  Convocaba grandes fiestas en su magnífico castillo, a las que invitaba a otros ricos caballeros  y nobles para lucir sus ostentosas salas y ricos trajes. Pero su joya más preciada era su hijo. Era un joven fuerte, valeroso, extremadamente respetuoso y amable con su padre. El rey no podía estar más orgulloso y satisfecho de él;  era, además, un vivo retrato de su difunta esposa.
Llegó un tiempo en que el rey se sintió mayor y cansado y vió el momento de casar a su hijo y hacerle heredero de cuanto él tenía. El rey deseaba encontrar alguna dama de la nobleza suficientemente bella y digna para su hijo, pero ¿la encontraría? ¡Tenía en tan alto concepto a su hijo! A este fin el rey empezó a realizar una nueva serie de fiestas palaciegas donde acudían numerosos condes y duques con sus respectivas familias. Después de haber invitado a todos los nobles conocidos, el príncipe reveló a su padre que ninguna  de las jóvenes visitantes había atraído su corazón. ¿Qué podía hacer el rey? Se le ocurrió entonces realizar una gira por su reinado, visitando los condados más alejados con los que sólo mantenía relaciones a través de los mensajeros reales. Podría ser una oportunidad de conocer a todos sus súbditos, mostrar su preocupación por ellos y al mismo tiempo, conocer nuevas doncellas.
El rey informó a su hijo de sus intenciones, mandaron mensaje de esta visita a todos los condados y empezaron los preparativos.  Escogieron sus mejores trajes y llenaron los arcones de regalos para ofrecer. Cuando todo estuvo preparado, salió un pequeño séquito acompañando la carroza real.
Cuando llegaban a un palacio se alojaban allí durante unos días. Todos mostraban agrado por tan honorable visita y los atendían magníficamente. Padre e hijo disfrutaron de las estancias y aprovecharon la oportunidad para mostrarse cercanos a estos súbditos desconocidos, brindándose generosamente a ayudarles en los problemas que tenían, porque también es cierto que  el rey era un hombre preocupado por su pueblo.
Así pasaron los días y los castillos, pero la anhelada dama no era encontrada. A pesar de haber conocido jóvenes atractivas y ricas, el joven no se sentía atraído por ninguna. Incluso el mismo rey, compartía este sentir… faltaba algo. Aunque el viaje estaba siendo  muy positivo en cuanto a relaciones diplomáticas, la esperanza del padre iba decayendo; a pesar de todo intentaba mostrarse igual de animoso.
Por fin iniciaron el viaje de vuelta a su castillo. Se había intentado todo. El rey estaba desanimado y contrariado.  A eso del medio día, la carroza real pasaba por un camino cerca de un río, cuando una de las ruedas se salió de su eje.  El carruaje cayó pesadamente al suelo y partió varias de las tablas principales. La comitiva paró y el rey malhumorado ordenó que lo arreglaran inmediatamente. Éste se sentó bajo una sombra y el príncipe prefirió dar una vuelta por aquel paraje, que, por ser primavera, resultaba especialmente bello. Anduvo por un pequeño sendero que discurría junto al río.  Al cabo de un rato, distinguió a una  joven que lavaba en el río, al otro lado de la orilla. Lo hacía con destreza, y el cuadro le pareció agradable. Sin embargo no pudo contemplarlo  mucho, pues ella, ajena  a ser observada, terminaba su tarea y recogiendo ágilmente la colada en su cesto, se marchó.   El príncipe quiso haberse dirigido a ella, pero cuando quiso reaccionar se había perdido entre los árboles.
El príncipe volvió al lugar donde habían dejado la carroza. El rey estaba cada vez más enojado pues los vasallos le habían dicho que la carroza no podía ser reparada sin un nuevo eje y tablas de una pieza. La única solución era encontrar un hostal en el pueblo más cercano y  alojarse allí hasta que un herrero y un carpintero  pudieran suministrar las piezas necesarias y arreglarlo. Un par de soldados marcharon a caballo. Sorprendentemente volvieron muy pronto,  ya que muy cerca de allí había un pequeño hostal a las afueras de una sencilla aldea.
¡Cual fue el asombro de los hostaleros al ver llegar allí  al mismísimo rey y su hijo, junto al pequeño séquito! Rápidamente acondicionaron todo  el local lo mejor que pudieron. Afortunadamente, los numerosísimos regalos con los que iniciaron su viaje ya habían sido ofrecidos,  pero  a pesar de ello  el pequeño hostal a penas daba cabida al equipaje y a los huéspedes. Todo la tarde el rey estuvo de muy mal humor, por el fracaso de su viaje, por el incidente de la carroza y porque con todo ello no había podido comer, con lo cual tenía un hambre canina. Cuando llegó la hora de la cena, bajaron al comedor  y su ánimo empezó a cambiar cuando la hostelera le sirvió aquella cena tan bien preparada. Fue de su gusto y al felicitar a la hostelera, ésta contestó que realmente la cocinera había sido su hija, a la que el rey mandó llamar  para felicitarla. Entonces apareció una agradable jovencita, que resultó ser, para sorpresa del príncipe, la que encontró lavando en el río. Se alegró de volverla a ver.
Todos se retiraron a sus aposentos y a pesar de no encontrarse en las espaciosas estancias donde acostumbraban, aquel lugar resultaba agradable y acogedor.
Al día siguiente los criados del rey le notificaron que la carroza estaría lista en tres días. ¡Tres días! ¡¡Tres días!! Pero… ¿qué iban a hacer allí tres días? El príncipe recibió la noticia con agrado, se encontraba a gusto allí. El hostalero se ofreció a enseñar a pescar a sus majestades en el río. El rey aceptó, por matar el tiempo. El hostalero resultó ser un agradable maestro y compañero de pesca, de buena y grata conversación.  Después de un rato, mientras esperaban  pacientemente la pesca, el hostalero se disculpó, pues tenía que atender a los animales del establo. También estaba construyendo un pequeño murete, para ampliar la cuadra. Tenía, pues, mucho trabajo.  Padre e hijo quedaron  solos y en silencio y en el rato de espera contemplaron el paisaje. Era realmente bello, respiraron hondo, realmente se estaba muy bien allí. Contemplaron un pequeño jardincillo que lindaba la casa, las flores eran preciosas, muy bien cuidadas,  podría decirse que sus jardines reales casi podrían sentir envidia.  También la casa estaba muy bien arreglada, sencilla pero cuidada con esmero.
Llegó la hora de la comida, que resultó nuevamente exquisita, muy del agrado de su majestad. Bueno, a pesar de todo, la estancia en aquel lugar estaba proporcionado al rey un auténtico descanso. Por la tarde el príncipe pidió un caballo para ir a cazar, los vasallos fueron con él; sin embargo el rey prefirió dedicarse a la pesca, le estaba gustando, pues por la mañana había conseguido una buena pieza y estaba realmente satisfecho.  Aquel silencio y soledad le estaban gustando, nunca la había experimentado, ya que en la corte siempre había trajín, conversaciones superfluas  y diez criados alrededor atentos a su  más mínimo deseo. Se sentía libre, tranquilo… En esto, uno de los hijos del posadero, aún pequeño, jugaba cerca del río con una pequeña pelota de cuero que su madre le había confeccionado. La lanzaba al aire cuando una de las veces se  quedó enganchada en las ramas de un árbol. El niño se quedó mirando con pena, clavado en el suelo. Miró al rey, miró la pelota. Entonces el niño corrió hacia el rey y le dijo con naturalidad: “Señor, ¿usted me podría coger la pelota…?”   Aunque nunca el rey había tenido que servir a nadie, el trato tan confiado y espontáneo del niño le produjo un nuevo sentimiento agradable.  Probaron con piedras, probaron con palos… y mientras, entablaron amistad el niño y el rey, que por primera vez en su vida sentía que alguien le  trataba con total naturalidad, sin ningún condicionamiento por su rango de rey. 
Por la noche comieron muy a gusto el gran pez que el rey había pescado, que, claro, opinó que era el pescado más exquisito que jamás había probado.
Al día siguiente, los criados reales se acercaron al pueblo a ver el estado del carruaje. Padre e hijo pasearon un rato junto al río y al volver vieron a la joven arreglando su pequeño pero precioso jardín.
-          Señorita, tiene usted el jardín más hermoso de la tierra- dijo el príncipe- Me gustaría ayudarla…
-          ¡Oh, no, mi señor, usted es un príncipe!- y haciendo una graciosa reverencia, se retiró discretamente.
Entonces el príncipe comentó a su padre: “Padre, realmente ser príncipe es un poco aburrido, no puedes hacer nada, con mucho gusto la hubiera ayudado… “.  El rey se encogió de hombros ¿quizás él pensaba lo mismo?
Se pusieron a pescar y desde allí observaban al  hostalero que seguía construyendo  el murete de la cuadra. Aún le quedaba mucho, pues el pobre hombre tenía mucho trabajo con los animales, huerto… y este otro trabajo iba adelante poco a poco.  Observaron como hacia la mezcla de barro y como iba disponiendo las piedras, parecía fácil y sencillo.
Después de la comida, buscaron una sombra para leer plácidamente. De pronto se oyeron unas voces apuradas. Era el hostalero, que gritaba preocupado. El pequeño asno que tenían había entrado al río en una parte algo profunda, y se estaba hundiendo. Aunque el buen hombre tiraba de él con una cuerda, era incapaz de sacarlo. Los dos únicos vasallos que estaban en ese momento en el hostal  corrieron a estirar,  pero no parecía ser bastante. Padre e hijo, sintieron instintivamente la necesidad de ayudar. Corrieron hacia allí y empezaron a tirar del animal. No escatimaron esfuerzos, incluso se metieron en el agua para conseguir algo. Por fin lo lograron.  El hostelero no salía de su asombro y dio mil gracias a sus majestades, pues indudablemente el asno se había salvado gracias a su ayuda.
Por la noche, tras la cena, la familia del hostalero estaba junto a la chimenea, como era su costumbre. Se acercaron a despedirse antes de retirarse a dormir. Allí  la joven estaba bordando una linda mantelería. Al rey le gustó y se ofreció a comprárselo, admirando el gusto y buen arte que tenía.
Aquella noche el rey no pudo conciliar muy bien el sueño. Experimentaba algo nuevo. ¿Qué  había en aquel lugar?  Se estaba muy bien. Se levantó muy temprano, cuando todo el mundo aún dormía y se puso a pasear sólo junto al río, sintiendo de nuevo aquella sensación de libertad que tanto le llenaba.
Se acercó al establo y vio el murete en construcción.  Vio también el cubo con la tierra, la pala y las piedras. Tuvo la irresistible tentación de continuar.  Sabía cómo hacerlo pues  había observado al  hostalero con atención aquellos días. Se puso manos a la obra. En una hora había adelantado mucho. Se sentía profundamente satisfecho.
Apareció el hostalero: “¡¡Majestad!!” Pero el rey ordenó: “Venga, hoy tenemos que acabarlo, que si no se volverá a escapar el asno”  y el sorprendido hostalero no tuvo más remedio que obedecer.
A la hora de comer el rey estaba pletórico de gozo. Sentía por primera vez el maravilloso sentimiento de sentirse útil, de estar cansado por ayudar a alguien… además la comida le sabía a gloria, pues estaba realmente hambriento.
Aquella noche cuando se acostaba, la última frase que dirigió  a su hijo fue: “ Y nos ha quedado bien, francamente bien…”  Y durmió como nunca.
Al dia siguiente, el día de la marcha, el príncipe pidió a su padre pasear junto al río, pues tenía algo que comunicarle.
-Padre, he de hacerle una petición que espero me la conceda, pues es muy importante para mí.
-Habla, hijo, habla- dijo. Se sentía tan feliz que estaba predispuesto a ser condescendiente.
- Padre,  en este lugar he reafirmado pensamientos que ya hace muchos años mi corazón presentía y anhelaba. La vida de la corte se me hace aburrida, artificiosa, las riquezas no me llenan  como a ti. He observado con agrado tus acciones de estos días, pues quizás ahora me puedas comprender. He encontrado la mujer de mis sueños… quisiera pedir por esposa a  Alice, la  joven posadera. ¿Has visto qué sencillez, qué naturalidad hay en ella? No es amiga de coqueteos, ni risas fingidas ni falsas… sino que tiene el encanto de la discreción y de la naturalidad. Vos mismo habéis observado su laboriosidad y buen hacer, su exquisito gusto y habilidad en  los bordados, sus atentos cuidados para todo, hasta  las flores parecen agradecérselo… Creo que es una auténtica mujer, capaz de llenar mi corazón. Será la  reina de más valor.
El padre escuchó en silencio. Quizás eran las palabras de su hijo las que acababan de  aclarar todos los sentimientos que  esta pequeña estancia había hecho bullir en su interior. Sí, realmente aquí había descubierto el verdadero valor de las cosas. No eran las riquezas y lujos lo que le había dado más felicidad en su vida, no. Lo había experimentado. Había gustado de la sencillez de aquel hogar, se había sentido realizado cuando pescó aquel gran pez, incluso cuando ayudó al niño a coger su pelota… ni que decir cuando se vio capaz de levantar el murete. Sí, el hombre valía más por “ser” que por “tener”. ¡Y qué armonía y  calor de hogar se sentía en esa familia! Ese bienestar nunca lo había sentido en palacio.
-Tienes razón, hijo. Nunca hubiera aceptado que te casaras con una joven llana del pueblo. Pero después de estar aquí todo lo veo distinto, muy distinto… Sí, ciertamente esa joven vale más que todas las damas de la corte que hemos visto… y te hará profundamente feliz. Sí, hijo mío, te doy mi total consentimiento.

PROGRAMACIÓN TEMÁTICA: VIAJANDO POR EUROPA.


Así como la alimentación equilibrada consigue organismos adultos sanos, una educación “equilibrada” producirá personas adultas bien formadas. 
En el campo de la nutrición, cuando algunos alimentos  no gustan tanto pero son muy necesarios por su aporte en vitaminas o proteínas ¿qué hacemos? los cocinamos de forma atractiva, o los disimulamos haciendo un “estupendo puré”. El objetivo es que entre para dentro.

De igual manera la educación procura aportar todos los valores que enriquecen a las personas.  La educación entra por los ojos y por los oídos. Hacen falta las dos vías. Necesitan ver el ejemplo en los padres, en educadores y  … bueno, realmente deberían verlo en todos los miembros de la sociedad. Además de esto, deben oírlo. Debemos encontrar maneras de llegar a ellos, hablar de tantos temas importantes:  el decir la verdad, detestar las trampas, engaños y fraudes; que no se les pegue el dinero y busquen hacer las cosas bien, como tienen que ser; ser respetuosos con TODO el mundo, independientemente de su físico, forma de pensar, raza…; saber hacerse respetar, por lo mismo; responsables con su estudio, como forma de capacitarse para que en un futuro puedan aportar su granito de arena a la sociedad… Pero todos sabemos que los niños prefieren jugar que estudiar, escurrir el bulto y hacerse los sordos antes que colaborar en casa… Nosotros como adultos, no hemos de ceder y somos responsables de su formación.  Se trata de “cocinar” más apetitosamente estos valores, para que quieran tomarlos y les hagan crecer como personas. Y lo más apetitoso para un niño es el juego, viven en un mundo de fantasía.

Intentemos “endulzar” la educación con juegos, con nuestra presencia cariñosa, con decir las cosas con respeto, sabiendo esperar el momento oportuno SIN DEJARLO DE HACER ( ¡¡vital !! ), con buen humor y  dando ánimos…  Si echamos este “azúcar”, hasta podremos aumentar la dosis de “educación”, pues se lo toman muy bien. Con el fin de ayudarnos a esto, os ofrecemos material. 


VIAJANDO POR EUROPA

Vamos a  proponer un viaje por  Europa.  Haremos un mapa de Europa en una cartulina, o al menos podemos comprar un mapa mudo de este continente. Visitaremos algunos países. Puede servirnos para aprender algunos datos de él: localización, capital, población...  Contaremos un cuento propio de ese país. A continuación  cada uno puede decir lo que más y lo que menos le ha gustado del cuento. Decimos el  mensaje que transmite y el valor que queremos trabajar. Luego cada semana, en la reunión familiar que tenemos, repasamos cómo nos va y nos lo volvemos a recordar. Va bien trabajar el mismo punto al menos un mes, para que nos dé tiempo a todos a interiorizarlo y practicarlo.  
Para cada país daremos el cuento y un enlace a un fichero que contiene un dibujo para colorear y un pequeño texto con frases relativas al valor.