jueves, 19 de abril de 2012

VIVIR CON TRANQUILIDAD EN MEDIO DE LA ACTIVIDAD




Hoy en día vivimos en un mundo de prisas, vamos a una velocidad de vértigo. Nos ha tocado vivir en una sociedad muy competitiva, que nos exige, para poder encontrar un hueco en ella, estar muy cualificados. También nuestros hijos. Debemos saber idiomas, informática, matemáticas, hacer deporte…El tiempo es limitado y como hay muchas actividades y tareas que hacer, a parte del trabajo laboral, los horarios son apretados y no podemos perder ni un minuto. Esto puede generar tensión, angustia, stress…
Entonces ¿está bien tanta superación o nos volveremos locos? Quizás puedan ser posibles las dos cosas. Depende de nosotros.

Ciertamente no podemos cambiar esta corriente tan fuerte que sufre la sociedad actual, pero sí podemos aprender a vivir en medio de todo esto. Más aún, debemos vivir con tranquilidad y sosiego en medio de todo esto…si sabemos darle un sentido.

¿Cómo podemos hacerlo?  He aquí algunas pautas:

-Organizarse y priorizar: A veces, aunque nos parezca pérdida de tiempo, ayuda mucho dedicar unos minutos a organizarse el día antes de lanzarnos a la actividad sin pensar. Recordar pequeños recados, citas, llamadas… de ese día y las tareas que queremos sacar adelante a parte de las habituales. Si lo pensamos bien y le damos el orden correcto, quizás ganemos algo de tiempo para poder ir más tranquilos.

Priorizar las tareas y no permitir que se cuele en la lista una actividad de prioridad menor  a otra de prioridad mayor. Por ejemplo, hemos de salir a buscar  los niños al cole y antes preparar la merienda. Pero resulta que quiero acabar de redactar un trabajo o de planchar (que me queda poquísimo), o  tal vez es que me enredo con una propaganda (aunque no tengo la más mínima intención de comprar nada), con lo cual luego se prepara la merienda a toda prisa. Si encima el ascensor está ocupado echaremos la culpa a los vecinos, y ya empezamos a mirar el reloj con nerviosismo. Ya empezamos las carreras… Si somos sinceros, muchos nervios nos evitaríamos si hiciéramos las cosas en orden.

-La constancia es mejor que los “atracones”: Recordemos el cuento de la liebre y la tortuga. A velocidad de tortuga no se suele producir estrés, mientras que a la de liebre apurada que ve que ya no llega, sí. Esto se aplica a tareas de gran volumen (entra en éstas la tarea de la educación), que conviene darles un espacio cada día. También se aplica muy bien al estudio de los estudiantes. Realizar estas tareas o estudiar un tiempo asignado cada día, permite vivir con tranquilidad en medio de mucho volumen de trabajo. Además es mucho más eficiente. En el caso del estudio los contenidos quedan grabados en la memoria mucho más tiempo que si se estudian  al final rápidamente y en el caso de las tareas quedan mejor realizadas ya que da tiempo hasta de llegar a los detalles. Ni qué decir de la educación.
Es mejor vivir equilibrados, los extremos nunca son buenos. A veces dedicamos muchas horas al ocio el fin de semana y luego se acumulan las de trabajar.

-No ser perfeccionistas, que no es lo mismo que gustar de hacer bien las cosas. Se hacen lo mejor posible pero sin ser esclavos de la perfección. Esto sólo nos llevaría a estar insatisfechos constantemente de las tareas, a las que tendríamos que dedicar el doble o triple de tiempo para darles el visto bueno. Seamos realistas con nuestro tiempo y hagamos un reparto de él con sentido común.

-Vivamos en la actividad presente, no en las que vienen después:
Ocurre con frecuencia que realizando una tarea estamos pensando en la siguiente, y cuando llega ésta, en la que vendrá después. La consecuencia de esto es que vivimos  una constante “aceleración mental” que nos produce ansiedad. Además, si un día se presenta algo apretado,  con dos o tres actividades extras (una cita médico, una visita…) vivimos todo el día con una “carga” que es sólo mental  pues las actividades vienen una tras otra, no todas de golpe. Nos iría mejor estar en la que estamos, vivir tranquilos y  detrás de una, otra.

-Dar un sentido a lo que hacemos: Quizás sepáis la anécdota de tres hombres picapedreros. Preguntaron al primero qué hacía y respondió: “Ya lo ves, todo el día sudando y dejándome el lomo, picar una  piedra y luego otra, y después otra… siempre lo mismo…”
El segundo respondió: “Ganando el pan para mi familia”. Sin embargo el tercero contestó: “Pues mira, aunque no lo sospeches estas piedras son para construir una catedral. Quién sabe si ésta misma que estoy trabajando será la que corone la torre más  alta…”
Cuando damos un sentido a nuestro trabajo, las cosas cambian totalmente. Ni más ni menos podemos pasar de vivir a disgusto, amargados y depresivos a  profundamente satisfechos y realizados.
No es lo mismo un médico que piensa que reparte salud y ánimo, que uno que tiene que soportar mil quejas de todos los enfermos. No es lo mismo hacer una comida “de cualquier manera” y porque hay que dar de comer, que hacerla pensando que los míos se la comerán muy a gusto y les aliviará de las tensiones del día. No es lo mismo explicar con impaciencia a dividir a un hijo que hacerlo con cariño y sin prisas, sabiendo que eso es un puntal muy importante en las matemáticas de un niño.

-Dejemos a los niños la enseñanza correcta del “rendimiento máximo”. Hagamos de ellos niños responsables y trabajadores, que luchen por llegar a su máximo, pero no esclavos del trabajo y de los resultados. Que aprendan que lo que vale de una persona es su esfuerzo, no tanto los resultados (aunque frecuentemente van parejos).
Llegada una hora los niños deben irse a descansar, aunque les queden deberes por hacer.  Debemos ver mal que hayan perdido el tiempo o no se haya planificado trabajos y exámenes.  En la parte que nos toca, no debemos descuidarnos (ayudarles a esta distribución y recordársela cada día), pero si por su parte hay despreocupación y pereza creemos que sería fomentársela el permitirles que se queden por la noche  a acabar hasta la hora que ellos quieran. Más aún, de forma implícita reciben el mensaje de que en realidad lo que importa es que se saquen los deberes y la asignatura como sea, no tanto que se esfuercen.