jueves, 12 de noviembre de 2015

VIAJANDO POR EUROPA: SUECIA. La alegría de compartir.



Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Suecia, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

HOJA SUECIA


NILS  KARLSON , EL DUENDECITO.  Adaptación.

Bertil miraba por la ventana, sus padres aún tardarían en volver de la fábrica. ¡Qué triste era estar sólo todo el día! Antes estaba con  Marta, su hermanita, pero un día vino enferma del colegio. Estuvo en cama una semana y al final se murió. ¡Pobre Bertil, lloraba cuando se acordaba de ella!

Bertil no sabía ya a qué jugar, ni tenía ganas de mirar los dibujos de los cuentos que tenía;  leer aún no sabía, tenía 6 años.  Como no sabía que hacer se fue a su habitación y se sentó en su cama. De pronto, oyó como unos pasitos debajo de ella. Se asomó ¡no podía creerlo! ¡allí, bajo su cama, había un niño, como todos, pero del tamaño de un pulgar!

-¡Hola!- dijo el duendecito.
Se quedaron mirando en silencio largo rato. Por fin, volvió a hablar el niño pequeñito:

-Me llamo Nils Karlson ¿y tú?

-Yo me llamo Bertil. Oye ¿qué haces bajo mi cama?

-Es que me he trasladado hace poco a vivir aquí ¿ves ese agujero?- y señaló un agujerito en el rincón bajo la cama - pues vivo ahí. Se lo he alquilado a un ratón que se ha ido a vivir con su hermano, en Malmö. Es difícil encontrar apartamentos últimamente. No está mal del todo; aunque no tiene muebles, tiene al menos una estufa. Lo malo es que no tengo leña y me estoy helando.

- Aquí también hace frío. Mis padres dejan encendida  la chimenea cuando se van a la fábrica por la mañana, pero por la tarde ya no queda nada de calor.

-Es verdad, hace frio ¿Quieres que te enseñe mi casa?

-¡Qué gracioso! ¿Es que te crees que yo quepo por ese agujerito?

-Eso se soluciona rápido, sólo tienes que tocar el clavito que está  junto a la entrada de mi casa y decir “Killevipen”.

-Ya, y … ¿me quedaré pequeñito para siempre?

-No, sólo tienes que volver a tocar el clavo y volver a decir la palabra “Killevipen”.

Bertil se tiró al suelo y se escurrió bajo la cama, no tenía nada que perder. Tocó el clavo y dijo la palabra “killevipen”. Al instante se convirtió en un niño del tamaño de Nils. ¡Qué emocionante!

Empezaron a bajar por unas escaleritas que había tras el agujero, hasta llegar a una habitación. Ciertamente estaba desolada, a pesar de tener  una estufa de leña en ella.

-Pues sí que hace frío- dijo Bertil- ¡anda! Se me ocurre una idea… mi madre tiene muchas cerillas gastadas en una cajita ¡pueden servirnos de leña para esta estufa!

Bertil corrió escaleras arriba, tocó el clavo, dijo Killevipen y volvió  a su tamaño normal. Fue a la cocina, partió los palitos de cerilla y los apiló al lado de la entrada de la casa de Nils. Entonces volvió a decir la palabra mágica y se redujo de tamaño. Llamó a Nils y ambos bajaron la leña, que ahora pesaba bastante.

-Encenderemos la estufa- dijo Nils- es muy buena madera.

Al rato empezó a notarse un agradable calor por toda la estancia.

-¡Qué maravilla! Esta noche si que voy a dormir bien; anoche tenía tanto frío en el suelo que me tenía que levantar cada hora para correr un poquito y entrar en calor.

Entonces Bertil tuvo una nueva idea.

-Espera un momento- dijo Bertil mientras corría de nuevo escaleras arriba. 

Tardó un rato y se oyó decir:
-¡Nils, sube a ayudarme! Pero cierra los ojos cuando llegues arriba…

Nils subió ¿qué sorpresa era aquella? Cerró los ojos y...

-¡Abrelos ya!- ordenó Bertil.

Ante Nils había una pequeña camita, rellena de algodón y cubierta con un trozo de tela de franela.
-¡Oh, qué maravilla! ¿De dónde la has sacado?- preguntó Nils con los ojos muy abiertos.
-Es una camita de la casa de muñecas de mi hermana Marta. Ella ya no lo usa, seguro que le gustará que la uses tú.

Entre los dos bajaron la camita abajo. Nils estaba encantado.
-Sólo de verla me ha entrado sueño ¿puedo acostarme?
-Claro, además mis padres están a punto de venir y yo también tengo que irme.
Nils se acostó rápidamente.
-Estoy maravillosamente. Muchas gracias.
-Que duermas bien, buenas noches Nils.
-Buenas noches.
Nils se durmió al instante y Bertil subió rápidamente.

Pronto llegaron sus padres y se alegraron de verle tan contento y de que comía con tanto apetito. ¡Sufrían tanto de tener que dejarlo sólo!
Al día siguiente, cuando sus padres volvieron a irse a la fábrica, Bertil ya no quedaba triste. Ahora tenía un amigo,  y además tenía muchas ganas de jugar con él.
Preparó unas cuantas cosas y las amontonó junto a la entrada de la casa de Nils.
-¡¡Nils!! – gritó Bertil
-¡Voy! – contestó Nils desde abajo.
Subió y de nuevo se llevó una sorpresa. Bertil había traido muchos más muebles de la casita de muñecas de Marta. Entre los dos las bajaron. Parecían dos mozos de mudanzas. Sube y baja, sube y baja.

Al final la habitación quedó muy elegante y acogedora. Primero habían puesto una alfombra que cubría gran parte de la habitación. Luego un mueble rinconero, una mesa, unos taburetes, unas butacas… Nils estaba maravillado y muy contento, pero quizás aún lo estaba más Bertil, pues había podido darle esa sorpresa a su nuevo amigo.

Pasaron el día juntos, disfrutando de la compañía que uno al otro se daban. Qué felices se sentían de ser amigos y qué triste era el estar sólos. Ciertamente las personas necesitan de los demás para ser felices.

  Al final de la tarde, Bertil le propuso a Nils que se metiera en el bolsillo de su camisa cuando tuviera que salir afuera a recibir a sus padres.
-¡Hola , hijo! ¿Cómo te ha ido el día hoy? – le dijo su madre al regresar  por la noche.
-Muy bien- dijo sonriendo. Y metiendo un dedo en el bolsillo de la camisa, acarició la cabecita de su amigo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario