Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA
os presentamos un nuevo país: Holanda, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.
Hoja Holanda
Hoja Holanda
EL PEQUEÑO HÉROE DE HOLANDA.
Nuestra historia se sitúa por el siglo XVIII, cuando para las construcciones se contaba con poca maquinaria y mucha mano
de obra. Peter era un niño de unos ocho
años y su padre trabajaba en el mantenimiento de los diques. Los niños holandeses, hasta los pequeños,
saben para qué son los diques y lo importante que es que estén en perfecto
estado; un agujero por el que penetre el
agua puede producir una grieta, y ésta rápidamente agrandarse
hasta resquebrajar el dique. Por eso Peter estaba orgulloso de su padre,
pues su padre no dejaba al mar que
inundara Holanda. ¡Qué importante se sentía!
Un día, la madre de Peter sugirió
al niño que fuera a visitar a un anciano ciego que vivía en el otro extremo del
dique, y le llevara unas mermeladas y tortas que le había preparado. A Peter le
agradaba hacer este encargo pues sabía que el
buen anciano agradecía mucho este detalle de cariño y atención. Así es
que Peter cogió la cesta y salió de casa.
-
Vuelve antes del anochecer, Peter- recordó la madre.
-
Descuida… Adiós mamá.
Peter empezó a caminar sobre el
dique. Le encantaba la vista de la inmensidad del mar, el olor y la brisa
marina, el fragor del agua golpeando el
dique. Se le antojaba pensar que el mar estaba furioso porque no le dejaban
pasar… También le gustaba el graznido de las gaviotas. El paseo por el dique
también era entretenido por que, por el día, había bastante devenir de
personas, especialmente pescadores.
Peter llegó a casa de su amigo
ciego, y como siempre, le contó lo que había visto por el camino. Le puso al
corriente de las novedades del pueblo
y le entretuvo con las peripecias
que pasaba en el colegio.
Después de agradecer de nuevo la
cesta y la compañía, el anciano le recordó que sus padres posiblemente
desearían que llegara a casa antes del anochecer. Peter se despidió y se puso en marcha.
Al cabo de un rato se entretuvo
observando como un pescador intentaba sacar un pez, bastante grande, a juzgar
por cómo se doblaba la caña. Estaba tan intrigado por ver la pieza capturada
que no se dio cuenta de que pasaba el tiempo. Al fin, reaccionó. ¡Uy, empieza a
caer la tarde! Había que apresurarse.
Ya no se veía a nadie circular
por el dique, aunque sí se veía gente pasear por los extremos. Cuando estaba a
mitad de dique, oyó un ruido que le llamó la atención. Era como… ¡sí! ¡como el
de un chorrito de agua! ¿Era posible? Se
asomó ¡¡Cierto!! Desde arriba pudo ver cerca del suelo un chorrito que salía
con fuerza del dique. Peter bajó por las escalerillas que había de tanto en
tanto para bajar a inspeccionar el
estado de los muros. ¿Qué hacer? Él
sabía lo peligroso que era aquello y que había que actuar con rapidez antes de que el agua hiciera una
grieta que destrozara el dique. Sin pensarlo dos veces metió su dedito en el
agujero y el agua dejó de fluir. ¡Qué alivio sintió! Su dedo era capaz de parar
el mar. Entonces empezó a gritar:
-¡Eh! ¿hay alguien ahí? ¡hay un
agujero en el dique!
Esperó respuesta, pero nada…
Volvió a intentarlo:
-¡ayuda!¡ayuda!
Claro- pensó- ya no hay gente por
el dique, no debía haberme entretenido…
Pensó entonces en su casa, sus
padres y su hermanita. Entonces gritó:
-¡mamá, mamá… estoy aquí!
Todo inútil, por más que gritó,
nadie le escuchó.
Su madre salió al dique a
esperarle, pero cuando anocheció, disgustada volvió a casa pensando que al
final se había quedado a dormir en casa del anciano. ¡Vaya regañina le daría al
día siguiente!
Mientras, Peter seguía llamando
de vez en cuando hasta que comprendió que ya nadie pasaría a aquellas horas.
-¿Qué voy a hacer?- pensó
desconsolado- No puedo irme de aquí, pues sino el mar inundará Holanda. Tengo
que quedarme.
Pronto la oscuridad lo envolvió.
Empezó a sentir mucho frío, la humedad era grande. Al principio aguantaba la
postura, pero al cabo de media hora estaba cansado, entumecido, no sabía cómo
ponerse. A ratos se arrodillaba y apoyaba la cabeza contra el muro; a ratos se
levantaba y daba saltitos para entrar en calor.
-Dios mío, ayúdame, tengo que aguantar-
y pensaba en sus padres y hermanita –Si supieran que los estoy salvando… todos duermen tranquilos… si el pueblo
supiera que están en peligro de morir ahogados…
Y así pasó la noche el pobre
Peter, hasta que llegó la ansiada hora en que se empezó a vislumbrar una tenue
claridad. A lo lejos escuchó un débil silbido, un pescador debía circular por
allí para empezar su labor…
Peter empezó a gritar y el buen
hombre quedó muy impresionado al ver allí a un niño tan pequeño, más aún cuando
le refirió la historia. Pronto llamaron a los reparadores del dique, quienes
arreglaron la grieta rápidamente. Llevaron al niño a su casa en brazos, estaba
entumecido de frío y no podía ni caminar. ¡Qué alivio sintió al llegar a su
hogar, el calor de la estufa y más aún
el calor de los brazos de su padre le devolvió
la vida!
Aquella misma tarde, una vez
restablecido, una gran comitiva encabezada por el alcalde y una banda de música
vino a por Peter. Todos querían llevar en
hombros al pequeño héroe de Holanda…
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