sábado, 7 de noviembre de 2015

VIAJANDO POR EUROPA: HOLANDA. Sufrir por un fin noble.



Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Holanda, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

Hoja Holanda

EL PEQUEÑO HÉROE DE HOLANDA.

Quizás sepáis, que Holanda es llamada también Paises Bajos. La razón  es que el nivel del suelo de algunas zonas está más bajo que el nivel del mar.  Diréis ¡entonces el mar lo inundará! Sí, ciertamente esto sería así si no hubieran  construidos unos fuertes diques cuando empezaron a ver cómo el mar comía terreno a las tierras. Estos diques son unas grandes construcciones a modo de muro que retienen el agua del mar.

Nuestra historia  se sitúa por el siglo XVIII,  cuando para las construcciones  se contaba con poca maquinaria y mucha mano de obra.  Peter era un niño de unos ocho años y su padre trabajaba en el mantenimiento de los diques.  Los niños holandeses, hasta los pequeños, saben para qué son los diques y lo importante que es que estén en perfecto estado;  un agujero por el que penetre el agua puede producir una grieta, y ésta rápidamente  agrandarse  hasta resquebrajar el dique. Por eso Peter estaba orgulloso de su padre, pues su padre  no dejaba al mar que inundara Holanda. ¡Qué importante se sentía!

Un día, la madre de Peter sugirió al niño que fuera a visitar a un anciano ciego que vivía en el otro extremo del dique, y le llevara unas mermeladas y tortas que le había preparado. A Peter le agradaba hacer este encargo pues sabía que el  buen anciano agradecía mucho este detalle de cariño y atención. Así es que Peter cogió la cesta y salió de casa.

-          Vuelve antes del anochecer, Peter-  recordó la madre.
-          Descuida… Adiós mamá.

Peter empezó a caminar sobre el dique. Le encantaba la vista de la inmensidad del mar, el olor y la brisa marina, el  fragor del agua golpeando el dique. Se le antojaba pensar que el mar estaba furioso porque no le dejaban pasar… También le gustaba el graznido de las gaviotas. El paseo por el dique también era entretenido por que, por el día, había bastante devenir de personas,  especialmente pescadores.

Peter llegó a casa de su amigo ciego, y como siempre, le contó lo que había visto por el camino. Le puso al corriente de  las novedades del pueblo y  le entretuvo con las peripecias que  pasaba en el colegio.

Después de agradecer de nuevo la cesta y la compañía, el anciano le recordó que sus padres posiblemente desearían que llegara a casa antes del anochecer.  Peter se despidió y se puso en marcha.

Al cabo de un rato se entretuvo observando como un pescador intentaba sacar un pez, bastante grande, a juzgar por cómo se doblaba la caña. Estaba tan intrigado por ver la pieza capturada que no se dio cuenta de que pasaba el tiempo. Al fin, reaccionó. ¡Uy, empieza a caer la tarde!  Había que apresurarse.
Ya no se veía a nadie circular por el dique, aunque sí se veía gente pasear por los extremos. Cuando estaba a mitad de dique, oyó un ruido que le llamó la atención. Era como… ¡sí! ¡como el de un chorrito de agua!  ¿Era posible? Se asomó ¡¡Cierto!! Desde arriba pudo ver cerca del suelo un chorrito que salía con fuerza del dique. Peter bajó por las escalerillas que había de tanto en tanto  para bajar a inspeccionar el estado de los muros.  ¿Qué hacer? Él sabía lo peligroso que era aquello y que había que actuar con  rapidez antes de que el agua hiciera una grieta que destrozara el dique. Sin pensarlo dos veces metió su dedito en el agujero y el agua dejó de fluir. ¡Qué alivio sintió! Su dedo era capaz de parar el mar.  Entonces empezó a gritar:

              -¡Eh! ¿hay alguien ahí? ¡hay un agujero en el dique!

Esperó respuesta, pero nada… Volvió a intentarlo:
              -¡ayuda!¡ayuda!

Claro- pensó- ya no hay gente por el dique, no debía haberme entretenido…
Pensó entonces en su casa, sus padres y su hermanita. Entonces gritó:

             -¡mamá, mamá… estoy aquí!

Todo inútil, por más que gritó, nadie le escuchó.

Su madre salió al dique a esperarle, pero cuando anocheció, disgustada volvió a casa pensando que al final se había quedado a dormir en casa del anciano. ¡Vaya regañina le daría al día siguiente!

Mientras, Peter seguía llamando de vez en cuando hasta que comprendió que ya nadie pasaría a aquellas horas.

-¿Qué voy a hacer?- pensó desconsolado- No puedo irme de aquí, pues sino el mar inundará Holanda. Tengo que quedarme.

Pronto la oscuridad lo envolvió. Empezó a sentir mucho frío, la humedad era grande. Al principio aguantaba la postura, pero al cabo de media hora estaba cansado, entumecido, no sabía cómo ponerse. A ratos se arrodillaba y apoyaba la cabeza contra el muro; a ratos se levantaba y daba saltitos para entrar en calor.

-Dios mío, ayúdame, tengo que aguantar- y pensaba en sus padres y hermanita –Si supieran que los estoy salvando…  todos duermen tranquilos… si el pueblo supiera que están en peligro de morir ahogados…

Y así pasó la noche el pobre Peter, hasta que llegó la ansiada hora en que se empezó a vislumbrar una tenue claridad. A lo lejos escuchó un débil silbido, un pescador debía circular por allí para empezar su labor…

Peter empezó a gritar y el buen hombre quedó muy impresionado al ver allí a un niño tan pequeño, más aún cuando le refirió la historia. Pronto llamaron a los reparadores del dique, quienes arreglaron la grieta rápidamente. Llevaron al niño a su casa en brazos, estaba entumecido de frío y no podía ni caminar. ¡Qué alivio sintió al llegar a su hogar, el calor de la estufa y más  aún el calor de los brazos de su padre le devolvió  la vida!


Aquella misma tarde, una vez restablecido, una gran comitiva encabezada por el alcalde y una banda de música vino a por Peter.  Todos querían llevar en hombros al pequeño héroe de Holanda…

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