Ya
sabemos todos que la vida se hace dura en ciertos momentos, por eso es bueno
saber ver las cosas por el lado positivo. Alguno dirá que es una actitud
ingenua y poco realista, pero no es verdad. Todas las cosas tienen
inconvenientes y ventajas, y es justo reconocer estas últimas. El pesimista ve primero
y principalmente la parte negativa, como consecuencia, queda atrapado por la
desesperanza; el optimista intenta ver la parte positiva y como consecuencia,
ve siempre una posibilidad y su ánimo le capacita para dar con la mejor
solución posible.
Las
cosas son como son, pero se llevan mejor si sabemos descubrir y valorar el bien
que hay en ellas. Ya lo dice el refrán: “No hay mal que por bien no venga”.
Si
vivimos en esta actitud la sabremos comunicar a nuestros hijos. Si un día
teníamos planeado ir al parque y se pone a llover es el día indicado para
enseñarles que no pasa nada, que hay muchas otras posibilidades en casa, quizás
hacer un pastel, jugar al caliente-frio para encontrar un objeto escondido, o alguna
actividad de mesa: una manualidad, un juego de parchís o tres en raya… A veces esto une más a los hijos que
sentarnos en el parque y vigilarlos desde el banco.
O si
llegamos tarde al cole, puede ser la ocasión de que comprendan las
consecuencias de no levantarse ligeros, mejor que cuando se lo explicamos todos
los días reprochando machaconamente su lentitud.
Incluso
desgracias más serias tienen una parte beneficiosa: nos hacen más sensibles,
más humanos y nos ayudan a recapacitar
en lo verdaderamente importante de la vida, en lo afortunados que somos casi todos los días, sin valorarlo.
Si toda
la vida nos fuera bien, quizás nos volveríamos insufribles, ligeros y
superficiales. Nos sería muy difícil poder comprender a los demás cuando éstos lo pasan mal.
En
algunos momentos de nuestra vida, podemos sentir la tentación del desánimo,
sobre todo cuando se oyen noticias
desastrosas con frecuencia o cuando uno ve el talante que van tomando
las generaciones y la sociedad… También hemos de ser optimistas, pues igual que
es cierto que existe una corriente creciente de mal, que hace mucho daño
(explotación y violencias de todo tipo, guerras, intolerancia a las
distintas ideologías…), también es igualmente cierto que hay otra corriente creciente de bien
(todas aquellas personas solidarias que trabajan por un mundo más justo y
mejor) que hace mucho bien y mucho más bien -porque el bien siempre será la
única y verdadera solución-. Seremos “forzosamente” optimistas si
entramos a formar parte de esta corriente de bien, procurando
defenderla y acrecentarla, por supuesto con nuestra forma de actuar.
Además
de esto, hay otro punto importante: Nuestro entorno cambia totalmente de color si somos optimistas o pesimistas. ¡Qué
desagradable es convivir con una persona que llena el ambiente de protestas y
lamentaciones! Las quejas son un elemento extremadamente “contaminante” del ambiente, hasta hacerse verdaderamente
dañino para todo aquel que tiene la desgracia de tener que respirarlo.
En
ocasiones, las quejas delatan nuestra
falta de entereza y madurez, pues si
somos sinceros, hemos de reconocer que a veces nos quejamos de cualquier cosa y
otras que nos ahogamos en un vaso de agua.
Sin
embargo, qué agradable una persona que quita hierro a los problemas, relativiza
las cosas, da un margen a los errores ajenos, encuentra siempre una salida,
sabe relajar el ambiente tenso con una sonrisa o palabra de ánimo…
Pensemos
esto unos momentos, dediquémosle un tiempo… deseemos ser personas positivas. Merece la pena.
En la
educación, también hemos de ser optimistas. Los niños tienen su proceso, hemos
de ver con naturalidad sus etapas de inmadurez. Aunque no nos parezca ver
muchos frutos, no dejemos de sembrar. Ahí está la base realista del optimista,
sabe que no hay descanso. Tampoco podemos engañarnos y llamar sembrar a
cualquier cosa (por ejemplo, el típico: “ya se lo he dicho 1000 veces”; eso no
es sembrar, es aburrir).
Ser
padres optimistas no es lo mismo que ser padres idealistas o confiados. Los
padres optimistas captan la realidad y actúan
siempre sin desanimarse, con una firme convicción de que los hijos acabarán
gustando y actuando según los valores y criterios que se les han ido
inculcando. De hecho, éste es el
resultado natural del proceso de la
educación.
Si educamos, tenemos razones fundadas para
esperar, para ser optimistas.
EL PAÍS DE LAS NUBES: ARCO IRIS
Arco
Iris es otra duendecilla del País de las Nubes. ¿Hay algo más alegre que los
colores? No ¿verdad? Por eso nada más alegre que el Arco Iris, que son unos
rayitos de colores, todos pegaditos…. Si combinas los colores del arco iris se
pueden obtener todos los colores del mundo ¡qué precioso!
Pues
bien, esta duendecilla era tan alegre y animada que tuvieron que llamarla así:
Arco Iris. Las cosas se ven de otra forma cuando estás con Arco Iris, para ella
todo es positivo, todo provechoso. Cuando su madre la llama por la mañana, se
despierta con una sonrisa:
-¡Buenos
días, mamá! Uy, parece que hoy hace un
día muy bueno…
Lo mejor
es que contesta con la misma alegría si la llamas a jugar que si la llamas a
trabajar. Todo le parece bien, lo toma con garbo y lo hace con esmero. Así, sus
hermanos prefieren hacer el trabajo con ella, les resulta más ligero y
divertido.
En el
cole, toca tema nuevo. Su amiga Nieves la observa y se da cuenta que hojea el
tema con atención. Al cabo de un rato la oye decir: - Oye, qué tema tan
interesante…
Nieves, aunque algo escéptica, mira el libro con otros ojos y piensa –
quizás no sea tan rollo como yo pensaba…
Después
de acabar la clase de mates, el profe ha puesto muchos problemas para casa y
Boreal se queja: -¡Rayos, cuántos deberes!
Arco
Iris se encoge de hombros: -sí, tienes razón, pero mi hermano dice que es muy
importante que practiquemos mucho las mates porque si no después nos va a ir
muy mal…o sea que…
Ya
en casa, su hermanita pequeña se pone a llorar porque ha perdido un anillo que
le ha regalado su amiguita del cole. Arco Iris le dice: - No te preocupes, los
anillos no tienen patas, no debe andar muy lejos. Vamos a barrer el salón y
seguro que lo encontramos…
Después
de barrer encontraron el anillo, que estaba bajo el sofá, también tres colores
y un sacapuntas. - ¿Ves que bien?- dice Arco Iris- encima hemos encontrado más
cosas y mamá estará contenta de que le hayamos barrido el salón.
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